Capítulo 9 (VII)

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<<Oh, me encanta su olor...>>

Aprieto los labios contra su cuello, buscando y ofreciendo consuelo, y la escucho sollozar. Tengo que hacer un gran esfuerzo para aflojar el abrazo; suelo controlar las situaciones, pero ahora se me está haciendo imposible.

-Gracias. -Se le quiebra la voz y yo intento contener el abrumador cúmulo de emociones que siento.

Trago saliva con dificultad y la abrazo más fuerte.

-No llores, por favor.

Sorbe por la nariz.

-Supongo que a mí tampoco me gustan las despedidas.

<<A mí menos, nena.>>

Poco a poco se relaja contra mi cuerpo y apoya la cabeza en mi pecho. Envalentonado, cierro los ojos y le beso el pelo. La sostengo entre mis brazos y disfruto de la sensación y de este sencillo momento de tranquilidad.

-Lo siento. Es que estoy feliz, triste y nerviosa al mismo tiempo. Es un poco agridulce.

-Tranquila. -Mi voz suena tan suave como pretendía.

Le echo la cabeza hacia atrás y le doy un beso tierno en los labios.

<<¿Será que he podido demostrarle lo mucho que la quiero?>>

<<¿Vas a esperarme Sami?>>

-Voy a esperarte. -Me asegura con la voz temblorosa, reforzando mis sospechas de que me lee el pensamiento.

No puedo creer lo que estoy oyendo. La ansiedad se convierte en júbilo, se expande por mi pecho y me recorre el cuerpo de cabeza a pies, dejando una estela cálida a su paso. La estrecho entre mis brazos con fuerza y hundo la nariz en su cabello perfumado, mientras el alivio y la emoción llenan el vacío que sentía en mi interior desde que supe que me iría.

-Oh, Sami. -Susurro, demasiado aturdido y demasiado... conmovido para decir otra cosa.

Se acurruca entre mis brazos y yo me deleito en su piel tersa. Rememoro sus palabras.

<<Me va a esperar.>>

Y no se por qué, le creo.

Repito la frase mentalmente para comprobar qué efecto tiene en mi corazón, y trago saliva para deshacer el nudo que se forma en mi garganta al escuchar la voz de Renato anunciándonos que es hora de embarcar. Cuando me suelta, Sami tiene los ojos enrojecidos por las lágrimas contenidas y se apresura a secar sus húmedas mejillas. Es la última vez que la veré, y parece muy, muy triste. Me duele en el alma ser el responsable de esa tristeza.

<<Odio tener que dejarla.>>

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