Capítulo 8 (V)

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Mientras subimos en el ascensor noto que la atmósfera entre los dos va cambiando, evolucionando... se carga. Me mira fijamente y yo me muerdo el labio, consciente de que con ese gesto le haré entender lo mucho que lo deseo, pero justo entonces se abren las puertas; Zabdiel menea apenas la cabeza como para librarse de sus pensamientos, y caballeroso, me cede el paso.

<<¿A quién quiere engañar?>>

Sé que lo que pasa ahora mismo por su mente es de todo menos caballeroso. Siento su mirada clavada en mi espalda, sospecho que observa mi corta falda short por detrás y de pronto estoy excitada, muy excitada. Me acaloro sólo de pensar en esa posibilidad, y al mismo tiempo me sonroja el rumbo de mis pensamientos. Debo de estar dándole un buen espectáculo porque después de unos segundos es que lo vuelvo a tener a mi lado, entrelazando sus dedos con los míos. Abre la puerta de la suite, se aparta para dejarme pasar y una vez más me encuentro en su habitación; veo su guitarra descansando en el respaldo de uno de los asientos, por lo que imagino que estaba tocándola antes de bajar a recibirme. La puerta se cierra tras él, y después de avanzar unos pasos, me giro para quedar frente a mi boricua. Me corre la sangre hirviendo por todo el organismo: adrenalina mezclada con lujuria y deseo, un cóctel poderoso y embriagador. La actitud de Zabdiel ha cambiado por completo, ha ido variando paulatinamente, y ahora es carnal, excesivamente intensa. Me observa y veo sus ojos encendidos, lascivos... hipnóticos, y no puedo dejar de mirarlos.

<<Me tiene cautivada.>>

Con la boca seca miro el bulto que crece bajo su bóxer.

<<¿Ya está así?>>

-No necesito afrodisíacos contigo. Creo que lo sabes, y creo que a ti te pasa lo mismo conmigo. -Responde tranquilamente a mi pregunta no formulada, consiguiendo que todo mi cuerpo se tense al instante.

Levanto la mano tímidamente y le acaricio la mejilla, siguiendo el borde de la patilla hasta su mentón. Se le entrecorta la respiración, cierra despacio los ojos y apoya la cara en mi mano. Alzo la otra mano y le acaricio el pelo.

<<Me encanta su pelo.>>

Su leve gemido apenas es audible, y cuando abre los ojos, me mira receloso, como si le resultara extraño lo que estoy haciendo. Me acerco más, y pegada a él, tiro con suavidad de su pelo, acerco su boca a la mía y lo beso, introduciendo la lengua entre sus labios hasta entrar en su boca. Gruñe y me abraza, me aprieta contra su cuerpo. Me hunde las manos en el pelo y me devuelve el beso, fuerte y posesivo. Su lengua y la mía se enredan, se consumen la una a la otra.

<<Sabe de maravilla.>>

De pronto se aparta. Los dos respiramos con dificultad y nuestros jadeos se suman. Bajo las manos a sus brazos y él me mira... ¿Fascinado?

-¿Qué me estás haciendo? -Susurra confundido.

Abre mucho los ojos de asombro y lujuria; una mezcla exquisita. Trago saliva instintivamente. Me baja la mano al trasero y me atrae con fuerza hacia sí, contra su erección. Lo miro, tengo la boca seca y el corazón desbocado, como si se me fuera a salir del pecho.

<<Esto es lo que estuve necesitando desde que me fui de aquí ayer.>>

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