Capítulo 2 (II)

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Terminamos de ver las más de cuatrocientas fotografías y la reacción general es aplaudir solemnemente, demasiado para mi gusto, aunque igualmente lo hago. Apenas pasan cinco segundos cuando comienza una canción de música electrónica y al mismo tiempo aparece en la enorme pantalla el logo de la marca.

<<Me encanta, y es muy grato el hecho de que no sólo diseñe ropa femenina.>>

La próxima imagen es una toma de cuatro personas que no tengo idea de quienes son, tres mujeres y un hombre, muy sofisticados ellos; tienen cara y pinta de extranjeros, así que imagino que son los directivos de la marca. Después de unas cuantas fotos más de lo que me parece que son los impresionantes edificios centrales de Givenchy, la música se atenúa y se escucha la voz de una de las mujeres que conocimos el primer día de sesión. Habla en francés y no entiendo ni jota*; mi novio parece estar en la misma situación que yo pero Samantha, que probablemente no entiende nada tampoco, sí está pendiente de sus palabras.

Mis divagaciones se interrumpen cuando la elegante señora termina de hablar; a la siguiente secuencia de fotogramas le han colocado un efecto que hace que las imágenes pasen muy deprisa: primero, la entrada del hotel Sierra, custodiada por la pintoresca fuente de piedra de la que constantemente brota una corriente de agua; luego, el impresionante vestíbulo con los largos pasillos; y por último, la habitación que se convirtió en nuestro estudio. La puerta se abre y dentro se encuentra toda la escenografía que recuerdo: la gran tela de color blanco cubriendo completamente toda una pared de la estancia, varios focos de luz caliente apagados y otros de luz fría encendidos, equipos de flash externo y de estudio, pantallas reflectoras de todo tipo, sombrillas blancas y un gran trípode colocado a la distancia perfecta de la tela blanca, que sostiene una cámara de lo más imponente; todavía recuerdo las lecciones de fotografía que me impartió Armando mientras mis compañeros intentaban lograr su mejor pose. Inmediatamente, comienzan las escenas del proceso de maquillaje, peluquería y vestuario.

<<Puro estilismo de la temporada.>>

Sonrío cuando, entre todos los modelos, veo a Hansel; está abrochándose los botones de una camisa y por segunda vez en la noche me quedo perdido en la imagen de su pecho desnudo. Es algo más que excitante, pero me muerdo el labio y me obligo a centrar mi caprichosa atención. Otro cambio de sonido me distrae y me siento arrastrado al aquí y ahora con las escenas de cómo hicimos las fotos en solitario. Siento un pinchazo en el estómago; a pesar del poco tiempo del que dispusimos para hacer la sesión completa, todos nos ocupamos hasta del más mínimo detalle y después de ver las fotos, está claro que el trabajo fue... impecable. Observo con atención cómo instalaron el columpio floral en el improvisado pero eficiente estudio para que Sami se posicionara en él y yo detrás de ella, resultando una foto perfecta, como todas las demás.

<<Encantador.>>

El video termina con una foto de los veintidós modelos, cada uno con un outfit y una pose distinta, como resumen de la extraordinaria producción y la profesionalidad de todo el equipo.

<<Trabajo terminado.>>

Desvío la mirada hacia mi novio mientras pasan los créditos del video, está enfrascado en leer la interminable lista de nombres que ascienden en un fondo negro. A mi derecha Samantha hace lo mismo, pero no me aguanto y, atrayendo su atención, la abrazo sin importarme que estemos delante de un grupo de personas ajenas a nuestro sentimiento. Ella me corresponde como si la vida se le fuese en ello, mientras escuchamos como vuelven a estallar los aplausos. Momentos después, nuestro director se levanta con decisión de su asiento.

-Muchachos, buen trabajo. -Se calla un instante y se gira para mirarnos; sus ojos oscuros traducen lo mismo que expresan sus palabras. -Oficialmente, son los promotores de la colección de verano de Givenchi.

Samantha y yo nos miramos y estoy seguro de que la felicidad de su mirada es el reflejo de la mía. Armando termina su diatriba:

-Vamos a hacer pasarela. Prepárense.

Todos abandonamos los asientos y mientras los chicos ascendemos los escasos escalones de la tarima, las muchachas se disponen a calzarse los zapatos de tacón que usan para hacer pasarela. Minutos después, Samantha se reúne con nosotros en el fondo del espacio con su aire seductor y elegante; las medias altas que llevaba han sido sustituidas por unos preciosos botines rojos de tacón alto. Nos dedicamos a comentar nuestras impresiones sobre el resultado de la sesión, mientras suena una canción de los CNCO en la que reconozco la voz de Prince Royce. Pasan los minutos y Armando continúa inmutable en relación con el ensayo. Me saca de quicio.

<<Coño, Armando.>>

Acaba de llegar un hombre de unos treinta años y, por su manera de dirigirse a los cantantes, es evidente que viene con ellos. Nuestro director lo saluda demasiado efusivo para mi gusto e intercambian unas cuantas palabras. Me detengo en la cara del hombre y en ese instante me doy cuenta de que no me agrada; no recuerdo haber sentido nunca semejante animadversión por nadie, y menos por alguien a quien no conozco, pero esa es mi primera impresión. Me olvido del incógnito y escucho a Hansel comentarle a Samantha que ha hablado con Malena; nuestra amiga lo ha llamado varias veces para confirmar que iremos a su fiesta.

<<¡Qué intensa la rubita!>>

Por fin, Armando invita al tipo a sentarse y nos pide orden por el micrófono. Camino junto a Hansel hacia el final de la fila, donde están los chicos y Samantha se queda delante con las muchachas. Soy consciente del estado de todas y me río para mis adentros.

<<No me imagino por qué están tan nerviosas.>> -Pienso con ironía.

Muy al contrario, mi amiga está más fresca que una lechuga, aunque su reacción cuando los tuvo delante fue épica. Sonrío.

<<Ay Sami, a ti que algo te pasa con los cantantes.>>

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Hazme Tuya (CNCO Hot)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora