Por encima del talento están los valores comunes: disciplina, amor, buena suerte pero, sobre todo, tenacidad
James Baldwin
Lleva una cinta elástica para mantener a raya la rebeldía de su pelo y dibujada la silueta de un toro con su leit motiv "¡Vamos!" en la parte posterior de sus zapatillas. Su mirada de águila se concentra en su objetivo al otro lado de la red. Allí su oponente sabe desde el primer momento que tendrá que poner toda la carne en el asador y sudar la camiseta como un corredor de fondo si quiere tener opciones de ganar el partido. Se enfrenta con un luchador, alguien cuyo temperamento de ganador le indujo (a pesar de ser diestro) a usar su mano izquierda con la única finalidad de que fuese más complicado batirle. Rasgos de personalidad tan definidos que amedrentan casi tanto como su astucia y sagacidad a la hora de leer los puntos y los lances del juego.
Un brazo poderoso que empuña la raqueta con precisión domina la T, la línea pintada sobre la pista de tenis que delimita la zona de servicio. Una zurda armada con el ímpetu arrollador de un vendaval golpea la pelota como si le fuera la vida en el empeño. Se afianza sobre dos piernas fibrosas como las raíces de un alcornoque que cabalgan con la soltura de un corcel. Seña de identidad de la estirpe de los grandes héroes, que conjugan a la perfección una inteligencia fuera de lo común, denodados sacrificios, talento innato y la capacidad para salir airoso de momentos críticos haciendo gala de una madurez impropia de su edad, con temple y sangre fría. Así es Rafa Nadal, el orgullo de esa raza de campeones que han escrito con letras de oro su nombre en la historia del deporte.
Rafa es un chico tímido, que no va por ahí presumiendo de lo gran tenista que es precisamente por su naturaleza humilde. Celebra sus triunfos y los puntos ganados con rabia, enarbolando el puño cerrado en alto y con gritos de ánimo. Pero jamás protesta por una bola, sólo reclamando el hawk eye si la ha visto claramente dentro. No se encara ni con un juez de línea ni con ningún rival. El respeto y la deportividad están por delante. Sus celebraciones cuando gana un partido o un torneo son marca de la casa. Su característico gesto de simular morder sus trofeos ya es una imagen a la que nos estamos acostumbrando los que seguimos sus éxitos por televisión y admiramos el ritmo imparable de verlo viajar alrededor del mundo con sus raquetas colgadas al hombro, consagrándolo en el pedestal de genio, de crack, aunque él con modestia le reste importancia.
La sombra del dopaje es alargada, pero los que brillan con luz propia no son eclipsados por la sospecha de que puedan lograr sus metas de forma fraudulenta y jugando sucio. Rafa ha hecho siempre gala de nobleza, lealtad y fair play a base de felicitar a los rivales y admitir que son mejores cuando no se les puede derrotar; siendo generoso y agradecido a quienes le han ayudado a conseguir éxitos; no hablando mal de nadie por envidia o falta de compañerismo; exigiéndose al máximo cada día y levantándose siempre una vez más de las que se ha caído. Lo admiramos por ser modesto y no pecar de soberbio, vanidoso ni engreído. Te queremos, Rafa, sigue así, forjando tu leyenda.
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Promesas incumplidas de juguetes rotos
Non-FictionAtrévete a parar durante un rato tu frenético ritmo de vida. Aquí hallarás reflexiones profundas sobre temas que nos preocupan a todos contadas desde un punto de vista crítico y personal.