45. Aquel verano tan azul

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Un amigo es una de las cosas más bonitas que puedes tener y una de las mejores cosas que puedes ser.

Douglas Pagels

El impulso nervioso que ilumina los lugares más recónditos de la memoria es como el interruptor que enciende un reflector de gran potencia: proyecta luz sobre las regiones más tenebrosas. En ocasiones los recuerdos son fugaces como el resplandor de un relámpago en medio de una tormenta, pero algunas veces son más persistentes y permiten que realicemos fascinantes viajes al pasado. Podemos transportarnos hasta aquellos veranos de la niñez vividos con plenitud en el litoral mediterráneo, donde el sol vespertino doraba el horizonte mientras el mar y el cielo se fundían en un abrazo de amor. El aire que oxigenaba los pulmones era puro y salino. No nos preocupaba lo que nos depararía el futuro, sólo vivíamos el momento con la confianza que otorga la divina juventud.

Así nos sentíamos hace cuarenta años cuando el estío llegó a Nerja, un pueblecito costero ubicado en la provincia de Málaga, escenario del rodaje de una serie de televisión que reflejaba los lazos de amistad establecidos en una pandilla de chicos que veraneaban juntos. El personaje principal era el de Chanquete, marinero retirado, de espíritu bohemio y carácter bondadoso. Su vivienda, bautizada con el nombre de un pescado ("La Dorada"), era un barco anclado en dique seco. Julia era una pintora que disfrutaba de un período de descanso en soledad, rodeada de lienzos y acuarelas. Pancho, el hijo del lechero del pueblo, era un chaval vivaracho que repartía los pedidos de la tienda de sus padres en una camioneta. Javi, Quique, Desi, "Piraña" (que se zampaba cualquier cosa que tuviera apariencia comestible), Bea y Tito (estos dos últimos hermanos), eran los hijos de los matrimonios que buscaban solaz en la Costa del Sol. Este grupo de jóvenes vivió aventuras tan intrépidas como divertidas: Pancho rescatando a Javi del interior de unas cuevas como un espeleólogo experimentado; la expectación ante el artista de moda que recaló para la grabación de una actuación musical en un escenario natural; la enigmática botella de vidrio flotando en el agua con un rollo de papel en su interior; el romanticismo de Pancho cabalgando en la playa a lomos de un caballo blanco al encuentro de su enamorada (Bea); o cuando una empresa constructora pretendía expropiar el terreno donde se ubicaba La Dorada para edificar apartamentos y, al grito coral de "¡No nos moverán!", el grupo se enfrentó a las excavadoras. La muerte de Chanquete fue un momento luctuoso. Nadie pudo contener las lágrimas ante la pérdida de un líder, el timón que gobernaba el rumbo de sus vidas. La despedida fue un lance estremecedor. El verano llegaba a su fin. Cada cual regresó al lugar de donde procedía con un nudo en la boca del estomago, pues no albergaban la esperanza de volver a reunirse. Bajo una lluvia pertinaz Julia y Pancho se despidieron entre lágrimas con el corazón encogido. La chica intentó infundirse ánimos para esbozar una sonrisa con la que consolar al muchacho, pero un hondo pesar que había sobrecogido su alma se lo impidió.

Promesas incumplidas de juguetes rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora