43. Delgadas por decreto

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Una persona no puede estar cómoda sin su propia aprobación.

Mark Twain

Si uno se convence de que, por muchos años que tenga, ha visto y oído de todo es que peca de ser descaradamente ingenuo. Miremos hacia Japón, un país donde lo excéntrico es moneda corriente. De sobra es sabido que los workaholic (adictos al trabajo) se cuelan de madrugada en las oficinas donde radican sus empresas sin que nadie se entere para satisfacer su dependencia psíquica. Si van de turistas no disfrutan de sus vacaciones si no es mirando a través de la lente de una cámara de fotos. Los niños japoneses se empapan de videojuegos violentos que potencian su agresividad. Lo que quizá no es tan conocido es la apología que se realiza de la anorexia en el país del sol naciente. La mayoría de las mujeres jóvenes consume durante las comidas pastillas picantes para inhibir su apetito. Se comercializan libros con títulos tan demenciales como "Si no adelgazas nadie te querrá" o "Las mujeres inteligentes adelgazan bien". La situación no es distinta en el resto del mundo.

La civilización occidental se basa en determinados cánones de belleza, algunos tan rígidos como una columna de mármol. Está el que establece que para ser aceptada en la frívola sociedad actual hay que estar como una sílfide y tener buen tipo. Si tu palmito no es precisamente el de una figura ideal y tus michelines cuelgan por aquí y por allá entonces olvídate del peluquín. Ya seas un obesa mórbida o simplemente te sobren unos cuantos quilos te obligarán a sentirte disconforme y frustrada. Probarás un montón de dietas y te obsesionarás cada vez que te pones encima de la báscula.

La anorexia es un trastorno psicológico en el que la persona que lo padece pretende alcanzar una delgadez exagerada a toda costa. Los síntomas inequívocos del cuadro clínico de esta patología alimenticia se manifiestan cuando al mirarse al espejo la mente las traiciona y les hace creer que están en la sala de los espejos de un parque de atracciones. Una sutil constitución robusta y rechoncha se percibe como la del cerdo más cebado la víspera de San Martín. La reiterada negligencia a ingerir alimentos (agudizada por ataques bulímicos), deterioran ostensiblemente el organismo, que rechazará la comida porque su sola presencia causa náuseas. Quienes lograr superar el trauma de odiar a los alimentos como a sus enemigos gracias al apoyo familiar y a la ayuda médica emprenden el proceso de su curación.

¿Por qué alguien puede ofuscarse tanto de poner en peligro su vida por un mero capricho? La timidez puede ser un factor desencadenante, pues la falta de autoestima aumenta la vulnerabilidad. Pero también influye ser demasiado contumaz y obtuso, empeñarse en conseguir lo que se nos mete entre ceja y ceja aunque eso nos ponga en serios apuros. Quizá haya que sentarse y pararse a meditar. Si perder peso nos hace infelices y desgraciados entonces alimentémonos como siempre sin miedo al qué dirán.

Promesas incumplidas de juguetes rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora