El mal no está en cometer faltas sino en no tratar de enmendarlas
Confucio
Miles de personas mueren o resultan heridas gravemente en nuestro país cada año en accidentes automovilísticos. Estos percances ocasionan más víctimas que el cáncer y el sida entre los jóvenes. La siniestralidad en el tráfico poco se relaciona con la calidad de las infraestructuras. Poseemos una red viaria amplia y fiable. Además, el amplio despliegue de medios para garantizar la seguridad vial en las operaciones salida y retorno en vacaciones y puentes de rigor no tiene parangón. Los vehículos que circulan por carreteras y autopistas van provistos de serie con los más modernos avances tecnológicos, aunque siguen siendo cinturones en el caso de los turismos y cascos si se trata de motos los únicos elementos realmente eficaces para prevenir lesiones. El factor humano es, pues, el que determina los fatales desenlaces.
La triple p del manual del conductor (precaución, paciencia y prudencia) no se pone en práctica con demasiada frecuencia. Muchos inexpertos que se colocan a los mandos de un vehículo son un peligro constante. Los amantes de la velocidad asumen que la calzada es un circuito de rallyes y ellos los pilotos de un bólido de competición. Son de la opinión de que no hay placer comparable a montarse en un descapotable de doscientos caballos mientras la brisa te ondula el cabello y aprecias el tacto de la tapicería de cuero. Otros (afortunadamente, los menos) son temerarios y siembran el pánico conduciendo endiabladamente por direcciones prohibidas. Podremos suponer que estos son casos aislados y poco representativos; que la gran mayoría de conductores es consciente de los peligros que supone una conducción suicida y respeta las normas. Pero la clave está en que de nada sirve que tú lo hagas si el vehículo que te encuentras de frente por el motivo que sea (somnolencia, distracciones, mala visibilidad...) te embiste como un toro enfurecido y siembra el asfalto de un amasijo de hierros y cristales rotos. El endurecimiento de la ley de tráfico (mayores sanciones económicas, retirada de puntos en el permiso...) junto con las campañas de concienciación de la DGT (que escenifican situaciones realistas cargadas de fuertes dosis de dramatismo) no surten el efecto deseado. Si a los conductores les da que pensar no es desde luego hasta el punto de mentalizarlos lo suficiente. El cantante norteamericano Stevie Wonder dijo hace muchos años que no se conduzca si se bebe, pero todavía mucha gente se toma un par de copas (mezcladas con vaya usted a saber qué) y cree dominar la situación. No recuerdan que la capacidad de reacción (es decir, sus reflejos), disminuyen exponencialmente con el nivel de alcohol en la sangre. Aquellos que hicieron caso omiso de las recomendaciones pasándose de frenada en una noche de movida lo pagaron caro. Que se lo pregunten si no a los internos del centro de tetrapléjicos de Toledo.
Conviene recordar cuando tengamos la necesidad (o las ganas) de desplazarnos en un vehículo que la prisa no es buena consejera, de manera que más vale perder un segundo en la vida que la vida en un segundo.
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Promesas incumplidas de juguetes rotos
Non-FictionAtrévete a parar durante un rato tu frenético ritmo de vida. Aquí hallarás reflexiones profundas sobre temas que nos preocupan a todos contadas desde un punto de vista crítico y personal.