27. Recuerdos catódicos

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Se puede matar todo menos la nostalgia (...), la llevamos en el color de los ojos, en cada amor, en todo lo que profundamente atormenta, desata y engaña.

Julio Cortázar

No existían las plataformas de streaming con cientos de canales ni las páginas de Internet dedicadas a descargar contenidos audiovisuales donde si algo no aparece es porque aún no se ha inventado. La programación (cuya emisión estaba supeditada a una carta de ajuste previa) se limitaba a dos cadenas y estaba tasada como una cartilla de racionamiento de la posguerra. Por entonces ni se nos ocurría soñar con que algún día la tecnología avanzase tanto y nos brindase todo un universo de posibilidades con las smartTV de 8K. Lo que sí teníamos en los años 80 era lo analógico, arcaicos televisores CRT cuyas pantallas en muchas ocasiones se llenaban de "nieve" cuando la sintonización de las emisoras no era demasiado fina (ahora sabemos que parte de ese batiburrillo distorsionado tan característico pertenecía al eco del Big Bang o radiación del fondo cósmico de microondas, si queremos hablar con propiedad, pero ésa claramente es otra historia).

Existía la censura (en forma de dos rombos en aquellos programas no aptos para menores) y un horario sólo para adultos (a determinada hora un monstruito naranja, peludo y calzado con playeros llamado Casimiro recordaba con ritmo rockero a los que entonces eramos niños que nuestro día televisivo había concluido y que teníamos que irnos pronto a dormir).

La publicidad era soportable. Los anuncios comerciales no dominaban las emisiones acaparando interrupciones cada pocos minutos. Tampoco eran agresivos ni luchaban por adueñarse de las audiencias pues apelaban a la inteligencia del espectador.

Espacios emblemáticos de producción propia como Informe Semanal todavía se mantienen en antena. Por el camino se quedaron grandes logros del rigor informativo como Documentos TV o La Clave. Estudio 1 representaba el ideal para los amantes del teatro y 1, 2, 3 Responda otra vez el concurso más familiar y querido. Para los que querían poner a prueba su sabiduría nada mejor que acudir a El tiempo es oro mientras que los más atrevidos optaban por participar en Si lo sé no vengo. El público infantil se entretenía y educaba al mismo tiempo con Barrio Sésamo, La Cometa Blanca y La Bola de Cristal.

Las series extranjeras fueron las que más impronta dejaron. ¿Acaso alguien puede olvidar a Angela Channing, la legendaria matriarca de Falcon Crest o al ingenioso MacGyver, que nunca llevaba armas y siempre frustraba las intenciones de sus enemigos con su extenso conocimiento científico? La lista es tan larga como apasionante: Canción triste de Hill Street, La ley de Los Ángeles, Norte y Sur, Las chicas de oro... Personajes inolvidables que nos brindaron un mosaico de aventuras y entretenimiento.

La oferta de canales vía satélite para los afortunados que disponíamos de antena parabólica supuso un salto tanto cualitativo como cuantitativo. Una oferta más amplia y variada (deportes, música, cine...) en diversos idiomas.

Cuando evoco la lejana adolescencia no puedo evitar que se me empañen los ojos. Aquel caudal de maravillas que fluía cuando encendíamos el televisor contribuyó en cierta forma a moldear las personas que somos hoy. Al volver la vista atrás no me imagino haber crecido bajo otro influjo.

Promesas incumplidas de juguetes rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora