La droga es el producto ideal... La mercancíadefinitiva. No hace falta literatura para vender. El cliente searrastrará por una alcantarilla para suplicar que le vendan...Elcomerciante de droga no vende su producto al consumidor, vende elconsumidor a su producto. No mejora ni simplifica su mercancía.Degrada y simplifica al cliente
William Burroughs
Una de las características más sobresalientes que definen a la juventud actual es imitar con devoción todo lo que suponga el éxito aquí y ahora (ya se sabe, la moda no incomoda). La estética es una diosa a la que hay que adorar. Los cuerpos serranos se moldean en gimnasios y se marcan con piercings y tatuajes. Lucen sus atributos con petulancia porque donde hay nivel, Maribel, debe notarse hasta en el detalle más insignificante. Si se trata del consumo, los hábitos se contagian como la gripe en noviembre. ¿Que el gallito de la pandilla se compra los vaqueros (cuanto más deshilachados mejor) o las deportivas que usa una estrella del basket? Los demás no querrán quedarse atrás y ya están tardando en acercarse a la cadena de ropa deportiva donde las vendan. La niña de papá pija de manual que responde al nombre de Maripepis y saluda con un "¿de qué vas, Bitter Kas?" saldrá disparada hacia la tienda de discos para adquirir lo último del grupo de chicas más picante del panorama musical. Comprará las camisetas más horteras que encuentre y se pasará por el quiosco para leer revistas del género "¿Cómo hacerlo la primera vez? o ¡Mi novio me ha dejado por mi mejor amiga!" Estas obsesiones mitomaníacas suelen ser inofensivas salvo que degeneren en conductas enfermizas. Los que precisan un ídolo al que venerar como modelo a seguir suelen pensar que el objeto de su idolatría es un dechado de virtudes al que todo le sale rodado y a ellos la suerte les resulta esquiva. Si el grado de frustración es lo bastante alto, la reacción más habitual es la evasión. Les desagrada cómo le van las cosas y ya que escaparse de casa no es una alternativa aceptable buscan subterfugios que enmascaren su realidad. Ahí es donde la tentación de probar nuevas sensaciones se cruza en su camino.
Las drogas de diseño son sustancias químicas alucinógenas sintetizadas en laboratorios clandestinos. Cualquier desalmado provisto de unos conocimientos básicos y los reactivos y el material adecuados puede fabricarlas. Se trata de pastillas de colores llamativos y nombres sugerentes para que la juventud sienta el gusanillo de probarlas. Mitsubishis, speed, cristal, éxtasis, polvo de ángel... describen algunos compuestos que aseguran emociones fuertes. Estos compuestos son introducidos en el mercado ilegal de estupefacientes infiltrándose subrepticiamente en los locales de ocio nocturno. Los traficantes que trapichean con ellos los colocan con disimulo en las manos de sus clientes. Éstos adquieren un producto tóxico en forma de caramelo de sabor exótico que promete fantasías y placer sensorial. Su mezcla con alcohol y bebidas energéticas origina un cóctel bioquímico capaz de ocasionarle una avería de las gordas al metabolsimo más sano.
En la denominada "Ruta del bakalao" (la famosa peregrinación de garito en garito que miles de jóvenes de la costa mediterránea practicaban en los años noventa), las discotecas organizaban maratones de veinticuatro horas para menear el esqueleto a ritmo de chunda chunda hasta la extenuación. A la entrada de los locales (auténticos antros que podrían ser perfectamente las antesalas del infierno) se agolpaban muchedumbres de adolescentes indómitos dispuestos a disfrutar de un fin de semana de juerga por un tubo. Luces psicodélicas y un ambiente de frenesí generalizado era el escenario de "diversión" de estas tribus urbanas. Moviendo brazos y piernas con absoluta falta de coordinación y chorreando sudor, cientos de jóvenes se enajenaban de una sociedad a su entender vacía y que no los comprendía, que no les ofrecía nada y por tanto era su enemigo. En el medio de la pista de baile gesticulaban y gritaban desaforadamente como dementes encerrados en un manicomio. Por su parte, los clubbers británicos viajan a Ibiza para reunirse en las discotecas más elitistas. Allí se les ofrece una orgía de licor adulterado, drogas y sexo aderezada con festivales denominados Manumission (aludiendo al proceso de liberación de un esclavo) como si los asistentes fueran prisioneros condenados a realizar trabajos forzados. Al ritmo de música house en un space of sound sienten un desenfreno animal. A nadie debería extrañarle que al terminar estén tan zumbados que practiquen balconing tirándose desde sus habitaciones de hotel a la piscina que tienen debajo).
A los que se aventuran escogiendo pasar así su tiempo libre los árboles no les dejan ver el bosque. Creen que las sustancias que consumen mientras se van de farra son estimulantes inocuos que los ponen como motos el fin de semana y que al lunes siguiente se desvanecerán como por encanto. Piensan que sólo se la juegan los que se pasan de la raya esnifando coca o chutándose heroína. Craso error. Estos opios modernos provocan daños neurológicos irreversibles y paros cardíacos. Su consumo continuado es una práctica tan arriesgada como mantener el equilibrio en un alambre de funambulista sin red debajo, sintiendo que la vida pende de un sutil hilo que puede romperse en cualquier momento.
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Promesas incumplidas de juguetes rotos
Non-FictionAtrévete a parar durante un rato tu frenético ritmo de vida. Aquí hallarás reflexiones profundas sobre temas que nos preocupan a todos contadas desde un punto de vista crítico y personal.