La belleza no hace feliz al que la posee sino al que puede amarla y adorarla
Herman Hesse
Sonríen ante el espejo, satisfechos. Razones no les faltan, aparentemente. Una dentadura perfecta, inmaculada, sin rastro de caries. El cutis terso y rasurado sin un solo pelo a la vista. Las canas (de quedar alguna) bien disimuladas bajo una abundante capa de tinte. Ni rastro de arrugas, de eso ya se encargó el lifting. Sólo resta pulir los detalles: un retoque de maquillaje, la elección del vestuario que más realce la figura y unas gotas de perfume afrodisíaco estratégicamente disimuladas bajo los lóbulos de las orejas. Con eso se dan el visto bueno y ya están listos para acudir en limusina a una fiesta con ribetes de glamour, a ser objeto de miradas envidiosas y, por qué no, a ser el centro de atención. Ejercen de maestros de ceremonias en el gran circo de la frivolidad. Están preparados para triunfar, la vida es para ellos.
Son los primeros en apuntarse al gimnasio del barrio. Acuden puntualmente a practicar fitness con penitente devoción. Enfundados en camisetas térmicas y mallas de fibra sintética se disponen a sudar la gota gorda: tablas de abdominales, ritmos de batuka, aparatos de musculación... No renuncian a sus sesiones de mindfullness o de masaje, a eliminar toxinas en la sauna y a sus largos de piscina. El reto: combatir con todas las armas a su alcance a los enemigos de la figura esbelta: michelines, cartucheras, celulitis, flaccidez, descolgamiento y, en definitiva, cualquier otra imperfección que arruine una foto en bañador. Son firmes candidatos a padecer vigorexia y a que las dietas sesgadas que practican potencien los efectos del ejercicio, descompensando el metabolismo. Pero, al igual que a Dorian Gray, a los vanidosos lo que les ocupa y preocupa es su aspecto externo. Si resulta que la maquinaria interna se resiente ya buscarán la forma de remediarlo.
Una cosa que tienen en común los que se adoran a sí mismos es que, muy habitualmente, también reverencian al Sol. El bronceado es algo que debe perseguirse a toda costa. Si eso supone recibir radiación indiscriminadamente durante los días soleados o introducirse en una cabina bajo una lámpara de rayos UV que proporcione artificialmente el moreno deseado se hace y punto. Que se obsesionen con que la pigmentación de la piel se oscurezca no deja de ser una moda como otra cualquiera. Tiempos aquellos en los que el ideal de belleza consistía en estar blanco como la leche. Parece que la carencia de melanina es vista hoy en día más como un síndrome caracterizado por una palidez enfermiza y una alimentación deficiente que como un reflejo de buena salud.
El colmo de la veneración que ciertas personas se profesan a sí mismas se plasma en las operaciones de cirugía estética. No estando satisfechas con el físico que les ha tocado en suerte son capaces de asumir el riesgo de entrar en un quirófano para cambiarlo. Eso incluye la inquietante posibilidad de que el resultado empeore la situación de partida. No se reflexiona en el hecho de que una chapuza hecha con un bisturí sea prácticamente irreversible. Someterse a una intervención que tal vez desfigure un rostro u otra parte de la anatomía pone los pelos de punta. Todo por negarse a afrontar lo inevitable. Que las agujas del reloj biológico en el mejor de los casos pueden ralentizar su inexorable giro, pero jamás detenerse. Para bien o para mal no es posible engañar a la naturaleza. Al proceso de envejecimiento celular debemos enfrentarnos todas las criaturas vivas. Hay que reconocer que no es agradable comprobar cómo poco a poco nos volvemos más torpes porque las facultades que antaño tuvimos menguan o que ya no somos tan guapos como en nuestra juventud. Por mucho que trabajemos la agilidad mental para prevenir el deterioro cognitivo y nos dediquemos fervientemente a cultivar el cuerpo incluso sometiéndonos a tratamientos que presuman de alargar la existencia, debemos rendirnos a la evidencia: la muerte siempre gana y ésa es una ley universal que, por mucho que nos pese, tenemos que aprender a aceptar.
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Promesas incumplidas de juguetes rotos
Non-FictionAtrévete a parar durante un rato tu frenético ritmo de vida. Aquí hallarás reflexiones profundas sobre temas que nos preocupan a todos contadas desde un punto de vista crítico y personal.