Si lograste engañar a una persona no quiere decir que sea tonta, sino que confiaba en ti más de lo que te merecías
Charles Bukowski
Nunca fueron los más listos de la clase, ni falta que les hizo. Tampoco los gamberros que de críos le tiraban cagotes de papel al profesor en clase cuando éste bajaba la guardia dándoles la espalda (aunque sí jaleaban la tropelía con fruición sin ser identificados). Se mueven en la tierra de nadie de los que pasan desapercibidos e incluso parecen hijos modelo, ésos que nunca rompieron un plato y que cualquier madre desearía tener como yernos. De cara a la galería son un dechado de virtudes, la envidia de las chicas. Todas se mueren por salir con ellos: tienen un atractivo singular con esa sonrisa pícara; ese peinado moderno, rompedor, que los hace tan encantadores y un tono de voz modulado y vibrante. Aunque quizá el contrapunto esté en que por momentos no es fácil interpretar sus silencios ni las miradas que dirigen hacia un horizonte muy lejano donde ocultan sus verdaderos pensamientos e intenciones.
De jóvenes ya apuntan maneras. Desde luego no son caraduras, jetas o cualquier maleducado que desconozca el significado de la palabra vergüenza porque haya nacido sin ella. Al contrario. Saben que, para sacar partido del resto, hay que ser sutil como un tahúr, no enseñar las cartas y mucho menos los triunfos. Amparados en su particular poder de sugestión y su talento para camelarse a sus semejantes (virtudes innatas que todo aspirante a cuentista debe poseer), comienzan a hacer sus pinitos aquí y allá sin dejar pasar ninguna oportunidad. Manejando bien los tiempos y moviendo mejor los hilos se rodean de la gente apropiada para trepar, pisándole los callos a cualquiera que se interponga en su camino. Después de hacer un master en dorar píldoras y besar culos acceden a un privilegiado status económico y social. Ahí llegan las alabanzas y los reconocimientos. Bajo su punto de vista no es tan grave ser un cantamañanas que no sabe hacer la o con un canuto. Si uno se da aires de erudito y se lo consienten a ver quién es el guapo que le dice que no. ¿Desean criticar el arte que, con mayor o menor acierto, cultivan los demás? No se cortan. Valorarán alegremente al artista que se parte la crisma para que sus obran vean la luz y el mundo las admire y comprenda basándose en discutibles conocimientos académicos y una nula experiencia. Nos iluminarán con su sabiduría de manual, asegurándonos que quien pinta tal cuadro o esculpe tal busto es un incompetente con los pinceles o un genio labrando el mármol. No nos olvidemos de los presentadores de concursos en la televisión, de esos de mucha palabrería. Nuestro amigo el sabiondo se las da de intelectual cuando el concursante ignora los significados. Como si de copiar en un examen se tratase, con el rabillo del ojo le echa un vistazo a la pantallita situada debajo de sus narices que muestra la edición digital del diccionario de la RAE mientras con su entrenada labia da una respuesta digna de la mejor rata de biblioteca.
Los amos en el juego de las apariencias son unos psicólogos experimentados. No recurren a la violencia, no lo necesitan. Se salen con la suya por las buenas, en la mayoría de las ocasiones haciendo reír e inspirando confianza. Lo mismo sucede con el charlatán de feria, que consigue que participemos en la tómbola de la suerte no porque nos apetezca sino porque instintivamente queremos creer que nos va a tocar el oso de peluche gigante para impresionar a nuestra novia.
Pero no todo es tan inocente. A otra escala las repercusiones son otras. Los infiltrados en los círculos de poder se aprovechan de los incautos para su propio lucro y el de sus allegados. Ahí es cuando uno se para y toma conciencia de qué es lo correcto. La tentación siempre está delante de nuestras narices (de eso se encarga el diablo). Aunque es innegable que hay espabilados que saben sacar tajada sin que les tiemble el pulso por mucha falta de ética que se les pueda achacar, para todo hay que nacer. Y, qué quieren que les diga, a mí se me dan bien algunas cosas pero engañar a la gente no está entre ellas.
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Promesas incumplidas de juguetes rotos
Non-FictionAtrévete a parar durante un rato tu frenético ritmo de vida. Aquí hallarás reflexiones profundas sobre temas que nos preocupan a todos contadas desde un punto de vista crítico y personal.