Uno siempre está en casa en su propio pasado
Vladimir Nabokov
Querido hijo:
No sabes lo que me alegra recibir noticias tuyas. Aquí, en este país sitiado por la guerra, el correo es una de las pocas cosas que aún no se han convertido en un lujo inasequible. Tu carta me ha hecho evocar muchos recuerdos. La nostalgia suele invadirme cuando estoy a solas en mi tienda. Saber de ti, de tus hermanas y de tu madre compensa las penalidades que nuestro destacamento está padeciendo.
La ilusión que experimenté cuando el cabo López (leal subalterno y amigo de gran valía que se encarga de repartirnos los escasos mensajes y comunicados que recibimos) se dirigió a mí para darme este sobre que tengo entre las manos me colmó de dicha. El gozo que sentí al ver los trazos de tu letra escrita con la pluma que te regalé por tu cumpleaños antes de irme apenas me permitió escuchar el comentario de mi subordinado ("¡Vaya una suerte, mi sargento, en casa se acuerdan de usted!"), porque ya estaba rasgando la solapa para leer su contenido. Mi emoción bien justificada está, porque aquí las comunicaciones se han interrumpido debido al fuego de mortero. El teléfono vía satélite del que disponemos está reservado para llamadas de la base y aunque el capitán hizo la vista gorda y me permitió intentar ponerme en contacto con vosotros la escasa cobertura y las interferencias en la señal lo impidieron.
Antes de que se me olvide, deseo felicitarte por tu mayoría de edad, pues aunque me encuentro lejos no dejo de acordarme de que ya estás hecho un hombretón. Por tu tono optimista deduzco que las calificaciones en el último curso de secundaria han sido excelentes y que esperas salir airoso de las próximas pruebas de ingreso en la universidad. Me parece una elección estupenda que quieras labrarte un porvenir estudiando ingeniería de montes. Estoy seguro de que cuando comiences tu andadura profesional nuestros recursos forestales estarán en las mejores manos.
Me explicas en tu misiva que te sorprendiste bastante cuando recibiste notificación del Ministerio de Defensa (al principio pensabas que se habían confundido y que como suele ser habitual iba dirigida a mí). Te informan de que no es preciso que te presentes a filas. En efecto, los quintos reclutados en la anterior promoción fueron los encargados del último reemplazo. A decir verdad no me sorprende esta resolución. Hace años que se abogaba porque las fuerzas armadas sólo contasen con profesionales entrenados con formación específica y cualificada. Con las bofetadas al sistema que suponían las continuas protestas de los jóvenes (que mayoritariamente se declaraban insumisos u objetores de conciencia), había que tomar cartas en el asunto pues la situación se estaba yendo de las manos. Cientos de miles de muchachos optaban por prestar un servicio desinteresado a la sociedad antes que practicar el infame ejercicio de "jugar a las guerritas". A mi entender la decisión de profesionalizar el ejército ha sido la correcta.
Cuando tenía tu edad yo era un simple muchacho de pueblo sin apenas recursos económicos. Tus abuelos no podían permitirse sufragar los gastos de una educación universitaria y no encontraba ningún trabajo que reportase suficiente dinero para vivir dignamente. En esa época conocí a tu madre y nos enamoramos como dos tortolitos. Por aquel entonces (una vez regresé del cumplimiento del servicio militar), se ofertaban muchos puestos en el ejército y se comentaba que los sueldos eran bastante buenos. De manera que aunque mi deseo vocacional era continuar con el oficio de zapatero que me enseñara tu abuelo, decidí probar fortuna y conseguí el ingreso. Años más tarde mi posición económica era algo más desahogada y pude formar una familia. Es cuando nacieron tus hermanas, esas chicas tan guapas que me muero de ganas de abrazar.
Mamá y yo nos distanciamos a causa de esta profesión. Tu madre se enfadó mucho cuando hace año y medio me llamaron diciéndome que mi regimiento iba a formar parte del contingente español de cascos azules de la ONU para llevar a cabo una misión humanitaria en las proximidades de Sarajevo. Confío en que ya no esté enojada por eso, pues desde el principio tuvo claro que mi compromiso con la patria exige este tipo de sacrificios. Espero que lo comprenda. Te confieso (ahora que no nos oye nadie) que la sigo queriendo como el primer día que la conocí, tan hermosa con aquel vestido azul celeste que le sentaba de perlas. Sabe tan bien como yo que deseo con vehemencia regresar a su lado.
De mi primer contacto con las fuerzas armadas en la España de los primeros años setenta recuerdo muchas anécdotas entrañables, pero lo que no olvido es al magnífico grupo de muchachos que constituía nuestra cuadrilla. Mis compañeros eran unos tipos estupendos que añoraban a sus familias y siempre las tenían presentes (las fotos de sus madres y novias decoraban las paredes de sus dormitorios). El ambiente de camaradería y cordialidad que se respiraba era exquisito, aunque había unos cuantos gamberros en el cuartel de infantería que disfrutaban haciéndonos judiadas al resto. Lo de aquella época no pasaba de inocentes bromas, aunque últimamente reconozco que han degenerado en crueles y malintencionadas jugarretas que los novatos han de aceptar como bautizo guerrero.
Un aspecto que los tenientes tenían muy en cuenta era la instrucción. Ya podías tener cuidado a la hora de manejar el arma reglamentaria y tomar precauciones especiales en las maniobras de simulación campo a través para prevenir desafortunados accidentes. También convenía habituarse a saludar marcialmente a los oficiales de rango superior. Si olvidabas cuadrarte al observar los galones y condecoraciones en la solapa de la chaqueta del coronel tu falta de disciplina podía ser castigada con pérdida de permisos para salir al exterior.
Bueno, hijo. No quiero entretenerte con más batallitas porque sé que tendrás muchas cosas que hacer. Si todo va como espero dentro de seis meses estaré de nuevo en casa. Cada día tacho una fecha en el calendario y eso me da ánimos para seguir aquí, al piel del cañón. Recibe un abrazo muy fuerte y dale sendos besos a mamá y a tus hermanas de mi parte. El que nunca te olvida y te quiere con locura
Tu padre
P.D: Por lo que insinúas en tu despedida parece que te has echado una novieta. Ten calma y paciencia y, sobre todo, cuídala como se merece. Ojalá sea una chica tan dulce y noble como tu madre.

ESTÁS LEYENDO
Promesas incumplidas de juguetes rotos
Non-FictionAtrévete a parar durante un rato tu frenético ritmo de vida. Aquí hallarás reflexiones profundas sobre temas que nos preocupan a todos contadas desde un punto de vista crítico y personal.