58. Estrella

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Veo entrar a Cruz al aula y me alejo de Blade, camino hasta el morocho, sintiéndome indignado por su presencia.

—Dijiste que te ibas —le recrimino.

—No me voy a largar sin Marilyn —Frunce el ceño y pone las manos en sus bolsillos.

Alzo una ceja.

—¿Qué quieres decir?

—No la encuentro, no logro localizarla —expresa preocupado.

Me esquiva yendo en dirección a su pupitre, cuando pasa por al lado de Blade este le sonríe, luego se levanta de su asiento y se va del aula. Sintiendo un mal presentimiento sigo al rubio, él me mira en el pasillo, como indicándome algo, entonces voy hasta allí, una vez que estamos completamente solos decido hablar.

—¿Tienes algo que ver con la desaparición de Marilyn? —le pregunto.

—¿De todo lo malo que pasa me vas a culpar a mí? —Deja de estar de espaldas, se da la vuelta y me mira —Creí que éramos amigos —Sonríe —. Pero tienes razón, sí lo hice.

Trago saliva.

—Tú...

—Está bien, sana y salva —responde tranquilo.

—¿Por qué lo haces?

—Soy parte demonio nada de lo que hago tiene sentido, Sirl. Solo infrinjo maldad y puro dolor.

Frunzo el ceño.

—Mientes ¿Qué hay del conjuro?

—Qué bueno que prestas atención, porque a veces ni sé lo que digo —Se me acerca y retrocedo, se aproxima tanto, a propósito, para que mi espalda choque contra la pared, entonces así nuestros rostros quedan a centímetros y apoya su mano a un costado de mi cabeza —. Hueles muy bien, ese perfume siempre me distrae, igual como cuando jugamos videojuegos —Posa sus dedos en mi hombro y hace un recorrido hasta el tatuaje que está detrás —. Antes de llegar al cuarto, debes matar al tercero.

—¿Hablas de Cruz?

Se relame los labios y sonríe.

—Pues sí, no somos tan distintos, ¿no?

—Querías que los asesine —afirmo entendiendo —, pero eso no me hace como tú.

—¿Qué diferencia hay, caballero? Usted usó la espada —Hace un juego de palabras con su nombre, el cual significa esa arma en inglés y el mío que es parecido a sir, que es sinónimo de aquel noble que la utiliza —. Toma, te la entrego, querido guerrero —Se aparta y siento que puedo volver a respirar, entonces me señala una esquina.

—¡La espada! —expreso sorprendido —¡Pero yo...!

—Secretos de Parca, ¿no? Después de todo Jex utiliza esa frase cuando se olvida de lo que hizo, en este caso, ya me la trajo de regreso.

—¿Jex? —exclamo confundido.

—No hablemos de él que me pongo celoso —expresa tranquilo y sigue con su sonrisa amigable —¿No has sentido esa sensación de no tener remordimiento o compasión por lo que hiciste? —Apoya sus labios en el tatuaje de estrella que tiene en su muñeca —Lo digo solo por recordártela.

Me acuerdo de Gek y Enuel, mis acciones, además de la culpa de Jex por llevarme a esto, y todo lo que conlleva que de alguna forma como dijo la Parca que somos sus muñecos, estamos jugando su juego, pero ni idea a dónde lleva.

—No llego a comprender del todo —digo nervioso —¿Qué intentas?

—Que te quedes.

—Eso no tiene sentido —expreso extrañado —. No me hubieras matado.

—Lo hice, pero te traje de regreso, ¿no?

—Estás enfermo.

—Ojalá lo estuviera, un enfermo mental toma pastillas, tiene tratamientos, me pregunto cuáles son los míos, pero no hablemos de mí, charlemos de ti, después de todo tú eres la estrella —Hace referencia a nuestros tatuajes y luego señala la espada otra vez —. Yo que tú la agarro, te voy a facilitar las cosas.

—¿Qué dices?

—Cruz está viniendo para acá y no de una manera amigable.

—No voy a matar a Cruz —digo directo.

Se pone serio y me mira fríamente.

—Entonces él te asesinará a ti.

Venganza InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora