21. Número

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Falta para el fin de semana ¿Qué haré mientras? ¡Molestar a Blade! Si me quedo con Jex terminaré practicando cosas sucias, desde que lo hicimos, se ha repetido, y no digo que no me guste, pero no puedo seguir involucrándome tanto con él, tanto física como mentalmente. Sinceramente tengo miedo de mis propios sentimientos.

Sostengo el joystick mientras estoy sentado en la alfombra de la habitación de Blade y aprieto todos los botones para ganarle.

—¡Ay perdí! —me quejo haciendo puchero.

Mierda, hasta mis propias expresiones me recuerdan a Jex.

—¿Otra partida? —Sonríe el rubio y asiento.

Es tan divertido, me siento como los viejos tiempos, pero con una pequeña diferencia.

—¡¿Cuándo llegué aquí?! —chillo dándome cuenta que estoy sentado entre las piernas de Blade.

—De está forma me vas a ganar más fácil, porque me estarás distrayendo con tu perfume —expresa apoyando la cabeza en mi hombro.

Siento mi espalda tocar su torso, entonces intento concentrarme en el aparato del juego, mis mejillas arden mientras siento su respiración.

Hago puchero.

—Perdí.

—¿Quién se distrajo más? —Se ríe.

—¡Es tu culpa, ya no quiero jugar! —Suelto el joystick y me cruzo de brazos.

—Que caprichosa.

Me hace cosquillas, entonces no puedo parar de reír y moverme.

—¡Ay! —chillo cuando me caigo sobre él —Perdón —digo nervioso sonriendo.

Su rostro está cerca del mío, así que lo aproxima más, une nuestras bocas, termina moviéndome hacia el suelo y subiéndose sobre mí. Su lengua busca la mía, se tocan y siento que no puedo respirar. Es tan extraño estar besándome con mi amigo de la infancia, aunque lo peor es que ni lo sepa. Puedo decir que practiqué lo suficiente con él, pero no quiero pasar el límite, porque la culpa me carcome la cabeza.

Besarse está bien, lo otro no debería.

Sin contar que la relación comenzó con la muerte de su padre, pasa tiempo conmigo para olvidarse de las cosas y quema etapas rápidamente.

Siento sus labios húmedos tocar una y otra vez los míos, sus manos me acarician, abre mi blusa entonces besa mi cuello. Me distraigo tanto que olvido lo que estoy haciendo, he aprendido muy bien de Jex, soy muy buen alumno. Deja besos entre mi escote, bajando a mi pancita hasta llegar hasta mi ombligo. Recorre mi cintura con sus manos y desengancha el cinturón de mi pantalón. Hago un gimoteo cuando toca mis piernas. Me dejo como si no importara nada más. Se deshace de mi pantalón, entonces toma mis bragas.

Reacciona, Sirl.

La culpa empieza a atacarme, como si despertara de un sueño húmedo del que no quisiera salir. Me encontraba delirando, estaba absorto dentro de muchas fantasías eróticas, pero ya desperté.

Me muerdo el labio y me sonrojo.

—Un segundo, no podemos —Lo detengo y aleja sus labios de mi piel.

—¿Por qué? —Pone su rostro cerca del mío —¿Fui muy rápido? ¿Hice algo mal?

—Eh... no, no —digo nervioso.

—Eres hermosa —Siento sus manos en mis caderas, su boca besa mi mejilla y luego mis labios —. Preciosa.

Rodeo mis piernas en su cintura. Me estoy volviendo un experto en esto, pero debo reaccionar. Solo lo hago por acto reflejo. La práctica se ha calado en mí y ya lo hago por costumbre nada más.

—Espera —le digo acalorado cuando veo que abre su cremayera.

—¿Qué pasa? Pensé que querías.

—No podemos —repito.

—¿Por qué? —Se toca el cabello y luego se levanta de sobre mí, poniéndose a mi lado.

Me inclino en aquel piso de alfombra y suspiro triste.

—Es que no soy quien crees, la culpa me está matando —Me cubro la cara, no quiero llorar.

Siento su mano en mi hombro.

—¿A qué te refieres? Sea lo que sea, no voy a enojarme.

—Veintitrés —digo de repente.

—¿Eh?

Saco las manos de mi cara.

—Veintitrés es tu número favorito, no eres una persona muy sociable, no te gusta estar entre otros y... cuando éramos pequeños nos escondíamos debajo de la cama para que tu papá no nos encontrara, teníamos miedo de que nos golpeara. Una vez mi mamá me prohibió volver a esta casa, pero no le hice caso. Además te gustan los animales, porque dices que son mejores que los humanos, y tu color favorito es el blanco. Una vez discutiste con una profesora porque te decía que ese no era un color, fue muy gracioso.

Se queda petrificado.

—¿Cómo sabés todas esas cosas? ¿Y por qué cuentas algunas que solo podría saber Sirl?

Giro mi rostro hacia él y lo miro con mis ojos llenos de lágrimas.

—Porque yo soy Sirl.

Su cara queda completamente pálida. Creo que lo arruiné, pero ya no importa.

Venganza InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora