47. Espada

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Llego a la casa de Cruz, no hay nadie, reviso las ventanas y encuentro una abierta, así que me meto por ahí. Me aseguro que realmente no haya ni un alma y voy a paso sigiloso. Una vez que tengo garantía de que estoy solo, avanzo más tranquilo. Me fijo pero no localizo nada relevante, visualizo otra vez aquella espada en su cuarto y sigo de largo, entonces miro unos papeles en la mesita de luz.

Mierda, son la fecha y hora del viaje, y esa es hoy. Agarro esos panfletos que tienen la dirección del aeropuerto y me preparo para salir corriendo de la casa. Sin embargo retrocedo viendo la espada, no tengo ningún arma en este momento, no lo pienso mucho, abro la vitrina y me cuelgo la funda en mi hombro para sostener la espada detrás de mi espalda. Salgo de la casa por donde entré e intento pensar en un medio de transporte.

Un coche negro y descapotable se frena delante de mí, veo a Jex que se sube unos lentes oscuros sobre su cabeza para mirarme.

—¿Te llevo? —pregunta y sonrío.

—¿De dónde sacas estas cosas? —Rodeo el vehículo y entro.

Se pone los lentes otra vez delante de sus ojos.

—Secretos de Parca.

Me río y entonces arranca el coche a toda velocidad. Al llegar a la dirección, bajo del auto y corro adentrándome al edificio, subo las escaleras porque no encuentro el ascensor, me detengo en el piso en el que creo que está Cruz. Avanzo por la zona, hay muchos escritorios con documentos y un ventanal delante. Giro mi vista cuando lo visualizo, camina hasta el centro del lugar y entrecierro los ojos, ya que me sonríe, no está sorprendido de verme.

—Encima de loca, ladrona —Mira su espada que cuelga en mi hombro.

—¿Loca? —Alzo una ceja.

—Te crees Sirl, si eso no es estar loca, no sé qué es.

—¿Tú cómo sabes...

—Caíste en la trampa, el viaje es la semana que viene, y como verás, este no es un aeropuerto. Estoy impresionado, me engañaste, mataste a Enuel, a Gek, estoy claramente impactado.

—¿Desde cuándo lo sabes?

—Hace unos días —expresa tranquilo y enciende un cigarrillo —. Hubiéramos sido buenos amigos, qué triste.

Frunzo el ceño.

—¿Quién quiere ser amigo de un violador?

No me responde y tira el cigarro.

—Te crees tan inteligente, pero solo eres una niñita.

—Eres un cerebro de nuez, que piensas que soy una loca y no Sirl, pero te voy a demostrar lo equivocado que estás —Saco la espada de la funda —. Vas a pagar por todo lo que me hiciste.

—Bien, quieres jugar a que eres Sirl, juguemos. Si fueras Sirl, sabrías que no te toqué ni un pelo, no te violé, ni siquiera te golpeé, solo me quedé mirando a que nadie entrara.

—¿Qué? —digo impactado —Mientes.

—Puedes ir a buscar los registros de la policía, solo encontrarás el ADN de tres personas en el cuerpo de Sirl, esa es la verdad, puedes creerme o no, no me importa.

—Se acabo, Cruz —digo sin querer seguir escuchándolo, estoy cegado, no me reconozco.

Presiona los dientes.

—Claro que no ¿Crees que con esa apariencia das miedo? Estás equivocado, Sirl —Me sigue la corriente, ni idea por qué.

Sonrío.

—Pero caíste, como todos —expreso con confianza.

—No todos —aclara y me siento tan confuso —. Te falta el verdadero culpable de lo que te ocurrió, aunque yo creo que ya sabes quien es, solo que no lo quieres admitir.

Cruz ha hablado con esta persona, fue quien le dijo que soy la loca y el que le habló de que sospecho de él ¿Cómo es qué lo sabe? Percibo una distorsión en todo esto, una influencia confusa, como un déjà vu, algo que se repite, como un sueño, una ilusión, algo más allá de lo natural.

Me distraigo y veo que Cruz se escapa, entonces reacciono, así que lo sigo, en el pasillo Jex me llama, por eso me detengo.

—¡Sirl! Queda poco tiempo.

Camino lentamente hacia él, veo el reloj, lo agarro y le respondo.

—Lo sé.

—¿Te ocurre algo? —pregunta al verme pálido.

—Estoy confundido.

—¿Sirl? —Me mira preocupado y de un momento a otro, caigo al suelo perdiendo el conocimiento —¡Sirl!

Venganza InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora