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Los días transcurrieron con total armonía, con la misma rutina

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Los días transcurrieron con total armonía, con la misma rutina. Los ejercicios eran repetitivos y sinceramente había visto mejoras en los sujetos de entrenamiento, habían mejorado su velocidad y destreza a la hora de esquivar los obstáculos.

Debía admitir que después de todas las dudas que se me presentaban cada vez que los supervisores aplicaban exigencia a los sujetos inferiores, aun cuando ya no podían más, había resultado a la perfección.

Es como si supieran que podían dar más, no se inmutaban de las suplicas por parte de algunos cuando querían rendirse, sino más bien les gritaba que si podían, que debían mentalizarse con eso y que nada es imposible en la vida.

Funcionaba, no sé cómo lo lograban, pero lo hacían.

Cuando empezaron a presentar mejoras en el rendimiento físico, los ejercicios fueron más llevaderos, ya no había cara de sufrimiento después de terminar las jornadas a las una o dos de la tarde; y podía ver a Hans y William orgullos de su trabajo, como lograron congeniar perfectamente con los restantes cuatro supervisores conquistando sus metas.

Hans y William.

Tres semanas, ese fue el tiempo que transcurrió desde la última vez que me dirigieron la palabra, me dieron mi espacio y detrás de eso, eran pocas las veces en el que me dirigían la mirada

Una ocasión cuando estábamos en el campo de entrenamiento volví a ser sorprendida por William, que se mantuvo todo el tiempo en silencio, observándome, analizándome.

Cuando no pude sostenerle la mirada y guíe mi vista al piso, él posó sus dedos en mi mentón levantando mi rostro hacia el suyo y acariciándolo.

Lo mire a los ojos mientras disfrutaba de su gentil toque, podía ver ternura en ellos y como si quisiera decirme mil cosas. Pero no dijo nada, en absoluto, solo se quedó callado y luego salió de la cabaña dejándome sola de nuevo.

Me sorprendí a mí misma exigiendo más de su tacto, sin embargo no regresó, no regresó a tomarme de forma brusca y hacer conmigo lo que él quisiera.

Como yo quisiera.

Esa era una de las cosas que más odiaba de mí. Lo inestable que podía llegar a ser tratándose de ellos.

Otro asunto era Aaron Bancroft. Intente disculparme o tan siquiera acercarme para hablar con él de lo que había pasado, pero simplemente no se percataba de mis intenciones o nunca estábamos solos, ni siquiera me dedicaba una mirada para que por lo menos entendiese que quería hablarle. Nada, simplemente nada, así que dejé de intentarlo.

Durante estos días en el que me he sentido sola, mientras los demás estaban distraídos y aprovechando la poca atención de Hans en mí, terminaba escapándome con mucho esfuerzo una hora antes de finalizar el entrenamiento para poder ir al laboratorio y acompañar a Grayson.

N U E S T R A (Míos #1) En Edición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora