Bienvenidos al Mundo del ISO (International Security Organization)
Una joven mujer se adentra al Mundo del ISO pasando por diferentes situaciones tras conocer a dos hombres.
Hombres cuya inteligencia y preparación sobrepasaba a cualquier ser humano...
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La mañana del Martes había llegado y con ella la tentación de volver a apagar mi despertador y seguir durmiendo.
Por desgracia para mí, no podía repetirse lo de la vez pasada y con todo el pesar del mundo me despegué de la cama para preparar mis cosas y salir al pasillo cautelosamente.
Estaba dispuesta a evitar los encuentros de Hans y William, y de no ser así, lo más sensato sería ni siquiera dirigirles la mirada.
El enojo sobre su poca profesionalidad aún estaba latente en mí.
De William me lo esperaba, sinceramente sí.
¿Pero de Hans?
¿Dónde había quedado la seriedad que lo caracterizaba?
¿Aquella actitud tan tosca con la que se dirigía siempre a mí?
Había seguido el juego de William y no solo eso, sino que también lo había iniciado.
La rabia me carcomía y lo peor era que ni siquiera podía demostrarlo, por dos simples razones. Uno, se darían cuenta, y dos, no era así, no me caracterizaba por armar escándalos o simplemente llamar la atención, siempre trataba de resolver las cosas hablando o evitándolos cuando no había nada que hacer.
Pero al parecer ellos sacaban lo peor de mí.
En el trayecto al piso médico fue inevitable pensar en cómo resolvería esta situación, no era capaz de decírselo a nadie y ellos estaban conscientes de ello, lo que dificultaba las cosas.
Aun así tenía la esperanza que aquello solo había sido una de las niñerías de William y que no volvería a pasar.
Las seis y media de la mañana y el sol apenas estaba saliendo. A través del ventanal aprecié a los sujetos de entrenamiento corriendo por todo el campo verde de la parte delantera del recinto, siendo guiados por William y Hans con suma seriedad, que estaban un poco alejados de ellos.
Quedé frente al ventanal observándolos hacer aquel trabajo.
Cuando estaban llegando cerca del edificio, palidecí al ver como Hans se había percatado de mi presencia. Creyendo que se lo diría a William, ambos giraron en el asfalto y retomando otra ronda del trote.
Por inercia me alejé de ahí y me dirigí a mi laboratorio con prisa.
Después de dejar mi Cartera sobre el escritorio, salí en dirección a la enfermería.
— Buenos días — hable dando dos golpes en el cristal de la puerta. Su pequeña cabecita se levantó y me dedico una sonrisa.
Le quedaba genial el traje táctico de la agencia.
— Buenos días, pasa — cerró su carpeta para centrarse en mi — ¿Cómo te sientes? — Fruncí el ceño confundida por su cuestionamiento.
— Bien ¿por qué lo preguntas? — dije sentándome en la silla frente a su escritorio. Vaya, ya había comenzado con los expedientes y yo apenas estaba llegando.