Bienvenidos al Mundo del ISO (International Security Organization)
Una joven mujer se adentra al Mundo del ISO pasando por diferentes situaciones tras conocer a dos hombres.
Hombres cuya inteligencia y preparación sobrepasaba a cualquier ser humano...
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La asistente de Arthur empezó a entrar con varios personales de la cocina dejando diferentes aperitivos sobre la mesa. Algunos dulces de frutas extravagantes, como tres tipos de cafés, jugos naturales, mermeladas y más.
— Les organicé un desayuno ¿Les parece si degustamos los aperitivos y luego vamos a ser participe del entrenamiento? — ofreció Arthur.
— Me parece bien — con suma elegancia Gina se desplazó por estancia seguida como toda una reina por sus acompañantes.
— Hans — Elliot levantó su mano estrechándola con él — tiempo sin verte muchacho — No podía despegar mi mirada de Elliot, me atraía como imán y hierro, se me hacía imposible creer que estaba aquí — veo que has hecho un buen trabajo ¿Cómo está William?
— En lo que cabe señor, excelente. Nos hemos esforzado al máximo en estos años de su ausencia.
— Y no lo dudo hijo. Estoy al tanto del excelente desempeño de tus subordinados en Paquistán con los miembros del Ejercito Estadounidense.
— Así es, de hecho están aquí para brindar una demostración el Jueves.
— Perfecto. Me gustará esta mini vacación. Necesitaba liberarme de tanto trabajo, y venir a mi hogar ha sido una excelente idea — me miró y caminó hasta estar frente a mí — ¿Puedo platicar contigo?
— Si — me guió hasta la mesa para ubicar una silla frente a mí y mirarme por un largo tiempo mientras sonreía gentil.
— ¿Qué recuerdas de mí? — suspiré enfocándome en su rostro.
— Todo, absolutamente todo — una presión en mi pecho hizo que bajara la mirada por un momento a mis manos para procesar que realmente lo tenía frente a mi — ¿Por qué me dejaste? — susurré mirando sus ojos de color café al borde del llanto.
Sonreí melancólica cuando sus brazos me envolvieron en un abrazo reconfortante — Deja que el mar confunda tus lagrimas con el agua, deja que la corriente se lleve tus pesares y...
— ...y deja que el sol ilumine tus días — concluí por él derramando una lágrima — me dejaste y te fuiste para siempre — me separé de él.
— Aquí estoy — acarició mi mejilla — sin poder creer que las palabras de Arthur fueron ciertas. Esa flor que se negaba a prosperar, creció más hermosa de lo que me imaginé.
— Me hiciste mucha falta ¿sabías? Me acostumbré a tu ausencia en mucho tiempo, hasta que me resigné a que no volverías ¿Cómo me lastimas de esa forma?
— Lo siento, Agnes. Me buscaban seguidores secundarios de aquel grupo y no podía poner tu vida en riesgo — cerró los ojos — No podía cometer otra falla tan grande después de la perdida de tus padres, la culpabilidad acabaría conmigo tras el tiempo.