│ • Visita Inesperada • │

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Maraton 4/4
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Desperté porque el aire no me estaba llegando a los pulmones, prácticamente me estaban asfixiando y de paso aplastando

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Desperté porque el aire no me estaba llegando a los pulmones, prácticamente me estaban asfixiando y de paso aplastando.

— William — susurré — William, cariño — miré al techo un tanto preocupada. Estaba profundamente dormido, y a mi no me salía la voz — Hans — suspiré. El pelinegro al instante abrió sus ojos y recorrió mi cuerpo.

— Joder William — lo empujó con fuerza mandando su cuerpo al otro lado de la cama y haciendo que se despertara — la estas aplastando idiota — el rubio me miró mientras recuperaba el aliento mirando al techo. Prácticamente su cuerpo estaba encima mío abrazándome con fuerza.

— Joder — analizó mi estado con detenimiento — Lo siento — negué sonriendo. Ubiqué mi cabeza encima de su brazo dándole la espalda a Hans, que me abrazó por detrás pegándose a nosotros.

Me quedé dormida al instante, sin reparar en la hora, sino en la oscuridad de la noche a través del enorme ventanal con vista a las montañas.


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— Agnes — reconocí la voz de Hans — despierta — me puse boca abajo y lo ignoré queriendo dormir más. De pronto la insistente presión de su mano en mi espalda me obligó a abrir los ojos y gemir.

— ¿Qué haces? Déjame — giré de nuevo. Dios mío, que guapo estaba. Iba en uno de esos bañadores masculinos evidenciando el gran esfuerzo físico que le llevó a portar aquellos músculos en las piernas y un polo blanco, su cabello estaba perfectamente peinado y olía de maravilla.

— Tenemos un día en la piscina, levántate — No, yo quiero algo más. Levantó una ceja cuando recorrí su cuerpo — Pídeme — entendió perfectamente.

— ¿Me haces tuya? — lo estiré del polo y uní nuestros labios arrastrándolo encima mío. Tomó mis muñecas y las ubicó encima de mi cabeza exigiendo dominio de mi cuerpo.

— Tú naciste mía — sus manos recorrieron mi cintura con diferentes destinos en mi cuerpo. El que no llevara sostén hizo que su atención se dirigiera a mis endurecidos pezones bajo la tela fina de mi pijama blanco. Se agachó y mordisqueó robándome gemidos y gemidos de placer. Humedeciendo con su lengua la tela, mientras movía las caderas contra mi centro.

Intenté acariciar su rostro, pero detuvo mis brazos encima de mi cabeza.

— Déjalas ahí — se levantó y tomó el dobladillo de mi short para sacarlo de mis piernas — te mereces un castigo por no haber cenado ayer — lo miré con inocencia para que me perdonara — Agnes, te dije que bajaras a comer y te quedas dormida desde las cinco y media de la tarde.

N U E S T R A (Míos #1) En Edición.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora