21. Esperanza

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Para la noche siguiente su cuerpo aún le pasaba factura, lo sintió perfectamente cuando logró sacar medio cuerpo arrastrándose entre las raíces que protegían el hueco en el que se ocultaban

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Para la noche siguiente su cuerpo aún le pasaba factura, lo sintió perfectamente cuando logró sacar medio cuerpo arrastrándose entre las raíces que protegían el hueco en el que se ocultaban. Bakugou no había despertado en todo el día más que un par de minutos. Le preocupaban las heridas que tenía en su cuello, si bien la mayoría ya habían dejado de sangrar, aún tenía una gran herida en su cuello, no era mortal, pero eso no significa que no pudiese infectarse y convertirse en algo peor. Se encogió tirado entre las pocas hojas amarillentas que lo rodeaban. Hacía frío.

Agradecía que no los hubieran encontrado en todo el día, pero sí se llevó un gran susto cuando unos betas cazadores pasaron muy cerca como para su gusto. Uno de ellos se había detenido más de lo usual al pasar por ese árbol gigante que los ocultaba y solo atinó a girar sobre la tierra para cubrir su olor. Claro que no podía hacer lo mismo con el alfa, pues sus heridas se podían infectar así que se pegó lo más que pudo a él para cubrir su olor. Segundos después los escuchó hablar entre risas y remover lo que sonaban como hojas para luego irse. Puede que los humanos tengan parte animal, pero poco les importaba al momento de acabar con cualquiera solo con el fin de vender sus pieles o tenerlos de trofeos colgando de sus muros. Si su mima especie se trataban tan mal y hasta se mataban entre ellos, hacerlo con un ser que no tiene más que instintos no significaba nada para ellos.

Estiró su cuello y afiló sus sentidos lo más que pudo. Escuchaba agua correr a lo lejos y también olía a madera quemada, seguramente de alguna cabaña a lo lejos. Al día siguiente debía de ver la manera de conseguir agua para aliviar al alfa, seguramente estaba tan sediento y hambriento como él. Buscar una ciudad cercana no sería buena idea y menos cuando serían los primeros lugares en los cuales los buscarían. Dio una mirada rápida al lugar y efectivamente allí estaba el objeto metálico muy bien escondido entre las hojas, debía de tener cuidado cuando saliera a buscar lo que necesitaba en la mañana. Soltó un gruñido mientras se perdía cada vez más en sus pensamientos.

Escuchó varias hojas siendo aplastadas cerca suyo y se puso alerta. Entre la oscuridad, sus ojos esmeraldas chocaron con unos muy oscuros y que brillaban de la curiosidad. El pequeño osezno de color negro detuvo su andar justo a unos metros de él, pero no estaba solo, su imponente madre estaba detrás del pequeño. No eran humanos, eran animales salvajes y una osa como la que tenía frente suyo fácilmente podría quebrarle el cuello a cualquier especie de un solo zarpazo si se lo proponía. La madre emitió un sonido de molestia al ver a su cría un poco cerca de él y tembló al verla acercándose unos metros detrás del pequeño. Su corazón se encogió al ver que el pequeño iba directo al montón de hojas que habían sido acumuladas en la tierra por los betas ese mismo día. Se paró como pudo y de un salto le gruño al osezno en advertencia, pero claro que era muy joven como para entenderle o hacerle caso. Dio unos pasos rápidos y empujó al pequeño con todas las fuerzas que tenía apenas logrando hacerle tambalear y tropezar a un lado al mismo tiempo que su madre soltaba un gruñido iracundo para acercarse directamente hacia él. Tembló en su sitio, sus patas aún le dolían por todo lo que le pasó la noche anterior y al tratar de dar un paso tropezó con una de las raíces del árbol. El sonido metálico interrumpió los gruñidos histéricos del gran animal frente suyo y el osezno se acercó a olfatear lo que se había movido debajo de las hojas. La madre se giró ignorándolo por completo para ir con su cría y olfateó el montón de hojas para quitarlas con hocico y ver el objeto de puntas metálicas ahora ya cerrado.

Nuestra libertad [Tododeku][Bakushima]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora