Estoy en el aeropuerto esperando abordar el primer vuelo. Londres Roma. Luego Roma buenos Aires. Me senté sola, alejada del resto de los Argentinos de la comitiva que viajaron conmigo.
Puede esta nostalgia que invadió todos estos días ser acaso un letargo aislado, una oscura nube que pasará a medida que se acortan los kilómetros que nos separan o tal vez, el presagio de algo más.
La molestia por su ausencia no desapareció ni por un instante. Tantas otras veces viajé sola, pero esta última supo tanto a desprecio que pienso que es esa sensación la que no se despego de mi y quedó impregnada en la piel y el corazón.
Pero así comenzó este viaje y así terminó. Conmigo aislada, rumiando una y otra vez pensamientos desarticulados y oscilantes. De repente, me vi obligada a auxiliar la señora que estaba a mi lado. Parecía venir de un pueblo de Italia, tenia un pañuelo en la cabeza zapatos bajos marrones gastados, había hecho muchos esfuerzos por hablarme, me había sonreído con esa candidez que devuelven los años a los ancianos, pero yo había hecho caso omiso a su amabilidad. De repente la caja que llevaba en su regazo cayo al suelo y decenas de cartas raídas y amarillas, con impecable letra cursiva que parecía escritas con tinta china y plumín. Me agache con premura a recogerlas. De algún modo, quería sanear mi actuar indiferente y grosero de los instantes anteriores. Le dije que permaneciera sentada. Comprendió español. Los europeos tienen el don de hablar distintos idiomas, pensé. Y yo que no termino jamás de aprender inglés.
Cuando dispuse todas en la caja, y se las volví a poner sobre sus piernas, me encontraba de nuevo exhausta por ese pequeño ejercicio. A veces comienza a cansarme el vuelo antes de iniciarlo. Pensé que volveríamos a estar en silencio. Pero ella estaba dispuesta a conversar. No son mías dijo, son cartas de mi hermana. Ella murió hace cinco años. De repente pensé que andar con las cartas de su hermana cinco anos después de su fallecimiento podía ser un poco patológico. Pero quien soy yo, tan solo yo, para pensar que algo es inapropiado. Asentí con la cabeza. Por cada cien palabras de ella, yo respondía con un monosílabo. Luego comprendí que eso estaba bien. Ella tenia todo para contar. Yo solo debía escuchar.
Las cartas se las habían cursado durante toda la vida su hermana y la persona que acababa de fallecer, su cuñado de corazón, dijo. Su hermana, de la cual me enseñó una foto mucho más amarilla que las cartas, había enviudado a los 40 años. Su marido había fallecido de un fulminante ataque cardiaco mientras jugaba un partido de tenis. Hoy diríamos muerte súbita. Ella era bella, con el cabello ensortijado, rubio, su piel muy blanca, los ojos rasgados y grises. No estar inmersa en la vorágine de métodos estéticos parecía haber jugado a su favor. Semejaba diez o quince anos menos. La señora guardó nuevamente la foto con dulce dedicación y continuó el relato. Su hermana había sido maestra o profesora, no entendí bien. Su amor tenia 20 años. También tenia una foto de ese hombre. Rubio, delgado, serio. Era su alumno. Se enamoró de ella. Veinte años de diferencia. Ella veinte años mayor. Su alumno le ofreció casamiento, año tras año. Ella se negó, año tras año. Ese hombre quiso tener hijos. Ella no. Ese hombre quiso viajar con ella, ella no quiso viajar con ese hombre.
Vivieron juntos bajo ocultos como sucios y oscuros amantes. Como si la edad fuera el peor de sus pecados. Ambos libres, ambos enamorados. Se tuvieron solo el uno al otro, no asistieron a ninguna reunión familiar, no tuvieron una cena con amigos. Nada. Ella quedo esperando que el "niño" se fuera, y el "niño" se quedó esperando que ella aceptara que jamás se iría.
"Mi querida Rosa, siempre serás el ángel que encontré entre mis libros. La causa de mis poemas, el motivo de mis desvelos, el alentar de mi respiración. Como piensas que podría marchar, a donde podría ir mi ser, donde yacería mi ser en las noches. Si tu no tienes años, porque solo veo tu alma. Cuando te abrazo, tu corazón devuelve lozanía a tu piel, y cuando amanezco a tu lado, el amor que inunda nuestro lecho tiñe todo de loca tersura, no existe surco en tu piel que pueda aplacar la alegría de tu corazón. Yo soy más viejo que tu, yo tengo el alma mas tibia. Y si un día el necio almanaque te lleva antes que a mi, no estarás sola como has creído toda tu vida, sino que estaré a tu lado, demostrando que en algo tu eras más fuerte que yo y es en tu necedad. No hemos engendrado hijos, no hemos celebrado nuestro amor, no hemos podido recorrer exóticos lugares, pero te he tenido y eso basta y bastará. Por siempre yo."
Rosa vivió toda su vida con la amenazante idea de que al día siguiente el "niño" no estaría más.
Tal vez ese fue el secreto de su amor, tener que conquistarlo día a día.
Yo nunca tuve esa sensación. Pero, quizás es eso lo que no esta bien.
Quizás la idea de que otro no se marchará jamás, el espejismo de la incondicionalidad en el amor, es nuestro peor enemigo.
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LA DESVENTURA DE AMAR
General FictionTamara relata en su diario intimo la historia de su vida, en un viaje a su yo interior, a medida que avanza una historia que tomará cursos inesperados, frente a lo cual se despertará el temor a su muerte, el nuevo descubrir de sus fortalezas, y l...