Hoy a la mañana vino la ambulancia. Me sentía tan mal que costó describir mis síntomas a la señorita que me atendió en la línea de urgencia. En otras oportunidades suelen no considerar de urgencia a los síntomas descriptos, Esta vez, lo consideraron de gravedad, sin demasiado esfuerzo de mi parte. Parece que mi voz era preocupante. a los quince minutos arribó a casa una ambulancia cuya frenada y sirena pude escuchar desde la cama. Las chicas no estaban en casa. Me hicieron un electrocardiograma, me tomaron las pulsaciones. El electrocardiograma estaba normal, las pulsaciones eran extraordinarias. Como los hechos de mi vida. Hace días que no voy a la oficina. Llamé a mi gran amigo Arturo, un tipo con el que sostengo una amistad que podría sorprender a muchos. Deberíamos conocer a las personas con los ojos vendados, para evitar guiarnos por lo externo. Desde las apariencias, Arturo y yo no tenemos mucho en común. Nada en común. Resulta una amistad exótica la nuestra, pero ambos nos consideramos apasionados, amantes de la vida y de las largas charlas, histriónicos, incompasivos, pasionales, sexuales, transgresores en cada idea, con la adrenalina al limite en cada palabra. Por fuera esta vez el contraste era mucho más asombroso, el estaba de impecable traje, con el rostro rebosante de felicidad. Y en el otro bando yo, aplastada en la cama, blanca, ojerosa, casi sin cuerpo. Me dijo cosas que tampoco ahora, aunque repasadas en mi mente, logro comprender. "Porque lloras, no seas desgraciada, él no es nada a tu lado y jamás estará a tu altura. Lo pasaste por encima, lo dejaste por debajo, le mostraste lo en cada uno de los últimos años que no iba a estar nunca la altura de tu cara, mi cintura, mi cabeza y mi corazón. Liberalo. La luz lo daña, como a los murciélagos, lo desconcierta los vuelve torpes e inservibles." Que así estaba él al lado mío. En definitiva, para Arturo el era un murciélago en busca de sus pares. No entendí nada, solo murmuré "te prometo que yo de esta voy a salir, que no me vas a ver mucho tiempo mas así." Creo que era lo que Arturo quería escuchar. Y se fue.
Y quede allí, medio dormida por la inyección y sin entender las palabras de Arturo.
Solo recordé sin mayor sentido una anécdota del colegio secundario.
Debíamos hacer artesanía con metal y yo hice un murciélago. Busqué una foto del animal y me senté frente a ella. Trabajé con dedicación la estructura de sus alas, me esforcé en buscarle su justo pliegue y una vez conseguido el objetivo, lo pinté de negro y lo dejé en una caja de zapatos. Estaba orgullosa, una obra de arte. Sin embargo a nadie le gustó la idea, todos preguntaban como se ocurrió hacer algo tan feo y oscuro.
Y como se ocurrió vivir al lado de algo tan feo y tenebroso. Quedaba mirándolo en el interior de la caja zapatos donde lo llevaba orgullosa, y no podía dejar de darme cuenta por un lado, que amaba mi murciélago y por otra que podía advertir la certeza de las palabras de los otros. Que me hacia sentir tan cómoda y feliz con un murciélago?
Que hacia con él. Una pregunta sin respuestas, que rondó y rondó en cada cucharada de sopa, que tome sola, en la cama, con el perro en los pies, con la tele de fondo, sin saber, sin mirar, sin oír, sin sentir. Sin nada.
Otro día estéril. Solo la visita de Arturo, que me dejó un sabor a incertidumbre que creo que durara por unos días.

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LA DESVENTURA DE AMAR
Genel KurguTamara relata en su diario intimo la historia de su vida, en un viaje a su yo interior, a medida que avanza una historia que tomará cursos inesperados, frente a lo cual se despertará el temor a su muerte, el nuevo descubrir de sus fortalezas, y l...