DIA 21 LA DESGRACIA IMPREVISIBLE

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Hoy me desperté a las tres de la tarde. Podría haber estado muerte. Nadie lo hubiera notado. Tal vez, él vino a despertar a Valentina. Me sorprende que no haya un día que aunque sea por curiosidad abra la puerta para escuchar mi respiración. Decía estar preocupado por mi apnea. Tal vez estaba preocupado por los momentos que respiraba y aliviado en los momentos en los que el aire no fluía en mi.

Faltaba una hora y media para que Valentina llegara del colegio y había prometido ayudarla con un trabajo de literatura. Mi ayuda consiste en realizar casi todo el trabajo. O todo porque luego de analizar el libro, tengo de destacar partes importantes para leérselo de modo mosaico y explicárselo tramo a tramo. Después ella da el examen y se saca 9 o 10. De vez en cuando me dice gracias.

Ayudarlas, tal vez fue un error, tal vez fue un escape.

La misión más absurda fue hacer un trabajo estadístico sobre "la vida promedio de una burbuja" considerando las distintas formulas para la creación de la burbuja. Debo decir que ahí sí fue una ayuda. Sol hizo la mayor parte de esa tesis para el bachillerato internacional.

Había que hacer burbujas con distintos detergentes y composiciones químicas y con un cronometro medir desde que su creación hasta su extinción. Parece sencillo en su faz operativa, pero no lo era, porque para tener una muestra representativa había que medir por lo menos cinco mil burbujas. Hoy me resulta más absurdo que en aquel entonces. Era invierno, nos poníamos camperas, bufandas, y guantes y salíamos al jardín de la casa de fin de semana. Dejamos la puerta de la cocina abierta, para el que calor de la casa pudiera darnos algo de reparo. Más tarde venía la tarea de sacar de la casa todas las minúsculas ranitas que entre salto y salto se mezclaban entre los muebles. Tengo el olor a detergente mezclado con el del césped húmedo de rocío, impregnado en la memoria. Buenos tiempos. Tiempos de cosas sencillas, de ser el motor de todo y ser impulsada por ello.

A veces las burbujas las soplaba yo otras ella y la otra cronometraba. No era fácil. En ocasiones la distracción lograba que la burbuja muriera antes que quien tenia el cronometro hubiera podido medirla. En otras ocasiones, la burbuja no nacía. Cada tanto había que parar y baldear el piso de la galería porque la gran jabonada hacia imposible que pudiéramos mantenernos en pie. Reíamos. Esa era la parte buena. Reíamos mientras nos resbalamos y nos sosteníamos entre ambas para no caer.

Nunca lo había notado antes. Las burbujas viven poco, a veces sobreviven un poco más de acuerdo a su fórmula. Pero las burbujas, tan mágicas, tan cautivantes, viven poco. Mi fórmula debe haber sido bastante buena, porque mi burbuja vivió bastante para ser una burbuja. Una irrealidad sostenida en el tiempo forzado, con el cronometro a la espera de que estallara en el piso y se diluyera en la nada. De azul tan brillante, de tan enorme, de tan libre, de tan destellante, cayó al piso hecha casi nada, sin grises ni intermedios.

Volviendo a la actual tarea, el cuento asignado era corto, pero nunca lo había leído. "El milagro Secreto", de Jorge Luis Borges. Al terminar de leerlo, lo dejé sobre la mesa del living y me senté en el borde la cama. Y volví con prisa a buscarlo. Quedé atrapada en la historia. Me sentí ignorante, arrogante y torpe. Como no lo supe antes, porque a veces la inteligencia nubla la razón? 

El párrafo con las respuestas a mi vida. 

Lo leí veinte veces por lo menos. 

"luego reflexionó que la realidad no suele coincidir con las previsiones, con lógica perversa infirió que prever un detalle circunstancial es impedir que este suceda. Fiel a esa débil magia, inventaba, para que no sucedieran, rasgos atroces, procuraba afirmarse de algún modo en la sustancia furtiva del tiempo. Sabia que este precipitaba hacia el alba del día veintinueve, razonaba en voz alta ahora estoy en la noche del veintidós, mientras dure esta noche ( y seis noches más) soy invulnerable, son inmortal." (Jorge Luis Borges, "El Milagro Secreto")

Puede imaginar una y mil veces cada detalle de esta desventura y así lo habría podido evitar.

Pude imaginar que no me iba a acompañar a Londres, y no habría sucedido. Pude imaginar los peores motivos por los que desapareció el fin de semana anterior a su huida, y hubiera logrado impedirlos.

Pude pensar que se había alquilado un departamento y la previsión de la desgracia la hubiera tornado irreal, imposible.

Carente absoluta de imaginación, la realidad ganó toda previsión y todo lo que pude prever para evitarlo, sucedió de modo irremediable.

Y ni siquiera me da consuelo la idea de ser inmortal por los próximos días.

Ojalá tuviera los días contados. Ojalá supiera cuando y como será el final.

Valentina pareció comprender sin dificultad el cuento. A veces, muy pocas, es benevolente con mi persona. A veces debe ver mis ojeras, mis huesos y mi tristeza y debe poner un esfuerzo mayor.

Creo que hoy es lo único que hice, leer a Borges. Un cuento. Ese fue mi día.

Me acosté y noté que cada vez hay menos distancia entre mi cuerpo y el colchón, puedo tocarme de lado a lado los costados de la cintura, si presiono los dedos se encuentran unos a otros porque los separa una capa cada vez mas fina de piel. Mire el techo, un punto fijo, la nada, la nada de mi vida, mi vida suspendida, sin horas, sin risas y por momentos hasta sin llantos. No pensaba escribir hoy, quería dormir, pero lo infructuoso de la empresa, hizo que este acá a las cuatro de mañana aferrada a unas hojas a las que pretendo darles vida y que no son nada.

Porque perdón querido diario, sos solo una ilusión, una tonta ilusión de que no estoy sola, de que me queda un suspiro en el que podre salvarme de modo mágico antes de hundirme. Y sabes que no sos nada, sos un errático, inservible, cínico y descarado camino para intentar creer que no estoy desolada, que podré ordenar alguna idea, que podré salir adelante, pero nada de eso pasará, un día estas páginas se irán mezclando con otros papeles tanto o mas inútiles y se perderán, como todo en mi vida.

Y tan siquiera tendré una idea de que un día tuve la absurda idea de salvarme a través de ideas desordenadas, incoherentes, llenas de nostalgia inservible , que nadie más encontrara ni recordará, porque solo yo sabré que un día pretendí que algo tan tonto como escribir mis desgracias podrían salvarme de ellas.

Sin embargo no es este un adiós. Tal vez mañana persista en la absurda practica que reemplazó mi costumbre de dormir, ya tan lejana. 

LA DESVENTURA DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora