LA DESVENTURA DE AMAR

DIA 68

Tengo el celular atestado de mensajes sin contestar. Marcela quiere verme. Valeria quiere almorzar. Mi madre me pregunta qué voy hacer con mi vida. También tengo de los otros, mensajes de cada vez más mis ex amigas, a los que contesto cada vez más esporádicamente y con palabras sin contenido. ¿Qué decirles, que sé que sus maridos formaban parte de las orgías que organizaba él, que sé que un día despareceré para ellas cuando sea reemplazada oficialmente por la otra, que la medida de su amistad es la medida de la autorización que ellos les dan y que, por sobre todas las cosas, sus mensajes saben a disfrute?

Mejor hoy no contesto nada. Aún me dura la dulce excitación, la absurda idea de que nada es tan relevante como lo que me produce estar con Luciano. Hoy tal vez ni quiera escribir acá. Tal vez hoy me lo guardo en mi memoria. Dejo una página en blanco en mi vida. Donde todo es sólo sentir. Donde la piel aún tiene fuego, y la perspectiva de todo lo que está pasando se vuelve a achicar. Luciano subdimensiona las deudas impagas, las falencias de mis hijas, mi desterrado pasado, mi incierto futuro. Instintos carnales. Es cierto, no más que eso. Mezclados con amor, cariño, empatía de vidas mustias. También es cierto. Pero hoy es mejor que nada, es mejor que un "pelotuda, por qué no me avisaste". Es mejor que la falta de una caricia, que la falta de compasión, que la falta de comprensión. Mejor hoy quedo acá, atada al calor de anoche, a esas dos horas en un hotel del cual no logro recordar ni la ubicación. De los cuerpos sudorosos y entrelazados, de sus manos en mi cabello, de su lento respirar en los escasos minutos en los que pudo dormir a mi lado. En el silencio cómplice que inundó el camino de regreso. En la humedad de los ojos al despedirnos. De esa cuota de irrealidad que necesito para seguir viviendo.