Hoy amanecí inundada de cuentas impagas. El televisor decía "su plan se cancelará". Había un aviso de ejecución fiscal de rentas. La intendencia envió un aviso de tres expensas consecutivas impagas. Todos gastos que "acordamos" asumiría él. Esto está mucho más allá, o mucho "menos allá", del estilo de vida ecuánime prometido y bastante en contra de mis derechos. Nada me alarmó en ese momento.
Sólo sentí la necesidad primaria de comprar comida y bebidas variadas. La heladera hace tiempo que ha dejado de ser la heladera de una familia. Más vale parece la de un soltero depresivo.
Entonces, luego de salir de la oficina, sólo tenía en mente ir al supermercado.
Bastó que hiciera la cola del supermercado, y la empleada insistiera con mi tarjeta de crédito, hasta que debió informarme que mi platinum, esa que sacamos bajo el respaldo del recibo de sueldo en relación de dependencia de la presa (es decir yo), había sido cancelada.
Me miró con ternura y vergüenza. Me preguntó cómo quería hacer, la gente que estaba detrás de mí miraba con impaciencia y rigor. Algunos murmuraban. Las personas que están acostumbradas a pagar sus deudas −y yo soy una de ellas− sienten una gran vergüenza al vivir este tipo de experiencias. Eso me habían dicho otras mujeres a las que alguna vez les pasó lo mismo.
A mí se me demoró todo atavismo de ilusión, respecto de él y respecto de mí. Ni él cambiaria, ni yo me salvaría.
Miré el dinero que tenía en el bolsillo, mire los yogures, las bananas que les gustan a las chicas, las cerezas que son la adicción del Sol, las hamburguesas, la carne, las papas, las cebollas, los champiñones que Valentina me pide se los haga con crema y gratinados cuando está de buen humor..., y no supe qué elegir. Nada competía entre sí. Mientras yo trataba de elegir un ganador, por ejemplo la lata de duraznos, el resto perdía la paciencia.
Dejé todo el pedido. No llevé nada, temí preguntar cuánto costaban algunas cosas y que ni siquiera tuviera dinero para ellas. Ya veríamos. De algún modo, otro día, en otro momento, volvería al supermercado.
Salí, lloré. Volví la casa a buscar más dinero, pedí por teléfono al supermercado chino sólo lo indispensable para Valentina. Sol está cada vez menos, nos visita para bañarse, tirar todo y salir pero, si quiere comer, algo podrá encontrar.
Había ido al supermercado después de esperar nueve horas que se terminara mi jornada en el trabajo, después de llegar tarde. En realidad, no llegué a cumplirlas. Comienzo a desvanecerme en el escritorio. Siento que voy a morir allí, sin haber visto la luz durante quince años salvo un mes al año, y siento fobia, ganas de salir y correr y correr hasta caer agotada. Y casi allí, en medio del pasto o de la calle, a la luz del día, podría morir, pero no con la mirada perdida en la pared gris, donde una vez me pusieron y no me dieron permiso de salir.
No sé por qué cada vez me angustia más, ahora que en verdad necesito ese trabajo, porque supe quererlo mucho, me dio muchas cosas, me dio oportunidades, me dio a conocer personas extraordinarias, me ayudó a superarme. Creo que sólo es porque siento que, las veces que quise salir de allí, él me impuso quedarme.
Pero, de un modo u otro, estaba cansada. Creo que, por tan cansada, nada me afectó tanto. Ese "te lo dije" de mi madre quizás fue lo que me afectó un poco. "Te lo dije, no lo conocemos, no es él,miente. Te lo dije, te va a dejar en la calle, te lo dije, contratá a un abogado." ¿Un abogado para quien es más que un hermano, aunque ya no sea mi marido?
No puedo, no es mi madera, no es mi estilo. "De estilo no se come. Te rompiste el alma toda la vida y vas a estar llorando en un supermercado mientras él viaja en primera y le paga todo a una puta?", replicó mi madre.
Es cierto, suena abusivo. Pero Marcela diría que es la historia de mi vida. Hoy no puedo, querría decirle a mi madre, juro que no puedo. Si hasta te culpo de traerme al mundo, me miro en el espejo y me veo flaca, amarilla, huesuda y encorvada. Mis ojos perdieron luz. Mi estómago es un fuego, mis menstruaciones son hemorragias interminables. Me duelen las manos, el pecho, la espalda, me cuesta respirar. Soy un trasto. Pensaras, mamá, que él me está ganando. Tal vez. Tal vez no parará hasta que le dé mi vida. O tal vez quede muerta entre los vivos. No sé. Pero hoy no puedo, mamá. Hoy quiero un abrazo, hoy quiero un beso, hoy quiero que alguien me diga que estoy linda, aunque me mienta.
Entonces, tomé valor, mucho valor, y lo llamé. Si algo nunca fue nuestra relación, fue natural. Nos costó llamarnos, nos costó abrirnos, amarnos y aceptarnos, nos costó todo.
Pero estuvimos mejor. Le dije que lo extrañaba, y era cierto. Y él me dijo que también, y era increíble. No que me extrañara, sino que lo dijera.
Le pregunté que haciía mañana, y me dijo "estoy solo". Me preguntó qué hacía yo mañana, y le dije: "Yo mañana duermo con vos."
Y Luciano rió sin parar, siempre le parecí osada. Y la Tamara mujer lo es. Y me dijo: "Y yo con vos".
"Mañana hablamos." "Sí, mañana hablamos." "Que descanses", dijo.
"Pensá en mí", dije yo.
"Como siempre", contestó y colgó.
Quizás todo tiene un sentido. Quizás haya un siempre en los días de ambos. Quizás haya un futuro común. Pero no puedo olvidar que del otro lado hay una mujer, aunque Luciano no le haya pertenecido. Y las dos lo sepamos.
Mañana, en veinticuatro horas o menos, veré a Luciano. Parece un sueño. Un sueño interrumpido por tantos años, adormecido por el suceder de una rutina vertiginosa, empalada de obligaciones, aturdida de pensamientos. Una fantasía que nunca más se permitió ser cumplida. Una ilusión que pensé que estaba muerta, y sin embargo sólo estaba agazapada, a la espera de su destino.
Tal vez ya no volemos, tal vez quede decepcionado de mi cuerpo huesudo y mis ojos desiertos. Tal vez descubra al instante que la sonrisa que lo hechizaba no habita en mi. Pero no puedo dejarme llevar por los pensamientos negativos. El amor va más allá de los cuerpos. El amor traspasa los sentimientos temporales. El amor es atemporal. El amor conecta las luces internas y no las luces que ven los otros. El amor ve figuras donde los otros ven sombras. El amor hurga el interior del otro y va directo a donde se encuentra lo que anda buscando. Y Tamara está, sé que está. Si bien mis ojos y mi risa hoy no tienen la luz de otrora.
Pero de algún modo tiene que existir el sentido de que yo continúe acá, sin que el balcón haya sido una opción. Estoy desecha, maltrecha, vejada en mis sentimientos y en mi buena fe. Pero no desaparecí. Mientras yo caía, alguien me extrañaba. Siempre hay alguien que nos quiere. Y mañana Luciano verá sólo lo que soy para Luciano, y no lo que hoy que se ve de mí.

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LA DESVENTURA DE AMAR
General FictionTamara relata en su diario intimo la historia de su vida, en un viaje a su yo interior, a medida que avanza una historia que tomará cursos inesperados, frente a lo cual se despertará el temor a su muerte, el nuevo descubrir de sus fortalezas, y l...