DIA 33

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Hoy me desperté al amanecer por primera vez desde que él se fue. 

El vuelo hacia Punta del Este salió temprano. La idea que teníamos, o mejor dicho que tenía mi amiga, porque yo últimamente no tengo demasiado poder organizativo, era aprovechar el fin de semana entero. Regresaríamos el domingo a la noche. Dos días, suficientes. Demasiados, en mi estado. A las cinco de la mañana, mis ojos estaban más hinchados de lo habitual. El espejo me devuelve una y otra vez una figura que no es mía. Más flaca, más pálida, más ojerosa, pero sobre todo tan muerta. Mi mirada está muerta. Me asusta ver que se escapó tan rápido el brillo de los ojos, que haya desaparecido la profundidad de mi mirada. Para dejar, en su lugar, estos ojos de cartón, sin vida, desconfiados de todo lo que ven, huidizos de aquello que no quieren ver, desconectados de mi alma, desafectados de mi corazón. Muchacha ojos de papel.

El día estuvo lindo. Cuando estábamos llegando, Carla me hizo un comentario al pasar que me impactó. "Estamos yendo al edificio donde  vos vas a  estar. A otro departamento, pero al mismo lugar." 

Había olvidado que juntos ya habíamos alquilado un departamento para nuestras vacaciones, había eliminado de mi memoria que mi hermana fue a elegirlo y desde allí me dijo "¡No te imaginas el departamento que conseguí! Enorme, con vista al mar, con unos amenities increíbles, la van a pasar espectacular".

Nada será como predijo, ni siquiera tengo decidido si iré en unos meses. Pero hoy estoy acá, y es cierto, el departamento es magnífico. Pareciera que quien viene a pasar sus vacaciones aquí sólo goza de dinero salud y amor. Y su vida es perfecta. Parecería.

Creo que fui una mala compañía, aunque el día estuvo lindo y eso ayudó a que el mar, el sol y la arena fueran suficiente distracción para Carla, y así neutralizar la agónica compañía de mi persona.

Siempre escapé de las personas monotemáticas. Hoy no sé cómo escapar de mí. 

Tal vez la vista al mar, los barcos y los pájaros le hicieron un poco ameno el almuerzo. En algunos momentos, no me aguanto ni yo. Varias veces me preguntó si yo me hubiera separado, y varias veces la respuesta fue un contundente no. 

Una y otra vez, volví sobre mis días en Londres, una y otra vez volví sobre el día en que se fue. Y, cada momento en el que retomo la imagen de ese día, se acrecienta mi desgarro. A veces, pienso que sólo será un mal momento que pasará, que será una crisis en el camino de la vida, en la que quizás ambos podamos aprender y crecer más que en la primera. 

Otras, creo que recuerdo ese día como el hito del antes y el después de mi vida, como si el derrumbe del castillo tuviera fecha y horario concreto, y no se trata de un derrumbe lento que va siendo corrosivo de manera imperceptible. No, no es así. Creo, y siempre espero equivocarme, que habrá un día concreto de la muerte de la historia que construí con esfuerzo sosteniendo de un lado el volante de nuestro camino. 

Con hora, día, mes y año. 

La lápida podría decir: 

"Aquí yace la familia García Muñiz, familia luchadora de los obstáculos, de las diferencias de carácter, familia signada por lo que debía ser y atacada por lo que nunca debió suceder. Falleció sin recoger los frutos de su esfuerzo, por una enfermedad fulminante de un hombre con billetera abultada, pelada avanzada y panza incipiente, atacado por la crisis de mediana edad en estado avanzado".

La hice reír a Carla con ese comentario. Su risa me desconcertó. 

Yo lo estaba diciendo en serio. Tal vez, estoy un poco extraña. Es cierto que no hay cementerios de familias, pero considero que las familias, como las personas, mueren, aunque muchas simulen estar vivas.

LA DESVENTURA DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora