Tal vez es la historia de mi vida. Ir y venir, caerme y levantarme. No mejoré en nada, pero miro con menos amor la idea de irme.
Tal vez me tenga que quedar. No por amar la vida, debo decirlo, sino porque la culpa no me dejaría morir en paz.
Soy lo único para mis hijas, al menos el único modelo válido. Queda- ría deslucida. Él se encargaría de decir que estaba loca. Lejos de ver todo lo que fui, vería sólo todo lo que no fui. Yo no sé por qué, pero a él todos le creen. Parece lograr mentir con pasión y convicción.
Él también es artista. Un artista de la mentira. Es su camino y su meta, su fin y su medio. La mentira es el agua de su continente.
Tal vez convenga no enfrentarme al sinfín de blasfemias y calumnias que acompañarían mi deceso.
Otra vez pienso en ellas y, por ahora, por estos días, elijo vivir.
Me levanté con el pelo sucio y el pijama caído por debajo de mis ca- deras. Si bien no gasto calorías salvo en llorar, no comer hace cada vez estragos más notables en mi cuerpo.
Me miro al espejo por primera vez en muchos días. Siquiera se ve mi rostro. Está tan cargado de emociones, que sólo ellas se perciben. Resaltan la tristeza, la decepción y el miedo. El miedo al día siguiente, el miedo a la vida, el miedo a la calle. Debo confesarte algo: le mentí mucho en mi disertación final. La sonrisa de mis ojos, la luz, se apagó. Puedo distinguir formas, objetos y colores, pero tengo los ojos muertos, como si no pudieran ver nada. Mis nuevos ojos mutan mi fisonomía Y no me gusto. Lamento haber perdido esa chispa. Me cuesta creer que sea así, pero a veces presiento que él se siente feliz de saber que logró opacarme con la rapidez de un rayo.
Me toco para reconocerme. Y, ante la menor caricia con mis manos, vuelvo a llorar y me acompaño llorando. Lloramos juntas, la imagen del espejo y yo. Y el perro, que llora desde la cama porque me oye llorar, o porque no se puede bajar por sus propios medios. La cama es demasiado alta para sus viejas caderas.
La empleada dice que alguien tocó el timbre. Ella ha estado viniendo a trabajar, sin que yo siquiera notara su presencia.
Era Valeria, vino sin aviso. No quiero que nadie me vea así. Ni siquie- ra Valeria. No quiero dar lástima. Y es lo único que puedo dar. Sé que po- dría haber otro camino. Sé que estoy por el sendero errado, pero me tengo que perdonar por primera vez en mi vida. No es que quiero arraigarme en el sufrimiento, o tal vez sí, pero quiero por primera vez escuchar lo que me pasa. Y dejar de simular que soy la mujer más feliz del universo. O al menos por unos días no quiero enmascarar mis miserables días.
Valeria me retó. Me dijo que no puedo estar así. Me abrió la ducha, revolvió mis cajones para sacar un pijama limpio y ropa interior, me quitó las medias, me tomó la cara con las dos manos, y con los ojos húmedos me pidió que, por favor, yo la fuerte, yo el torbellino en persona, yo la invencible, tratara de no estar así.
Y yo la miré y me acongojé, chiquita, débil, abatida. Alguien quería destruirme y se encontraba muy cercano a la meta.
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LA DESVENTURA DE AMAR
General FictionTamara relata en su diario intimo la historia de su vida, en un viaje a su yo interior, a medida que avanza una historia que tomará cursos inesperados, frente a lo cual se despertará el temor a su muerte, el nuevo descubrir de sus fortalezas, y l...