DIA 66

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El perro no está nada bien. Mi guardián se empeña en seguir la línea de desastres de mi vida. Creo que quiere irse. Mi bolita negra, hoy lleno de grises. Flaco, con los ojos color plata plagados de cataratas. Con su columna arqueada y sus patitas inútiles, me mira desde su cucha con el suspiro de visión que arrastran sus ojos. Y no sé cómo explicarle que no puede irse. Que yo tal vez no pueda con tanto. Que él fue mi sostén, tal vez me arropé en su maltrecha columna y lo vencí. Tal vez sabe más de lo que su mudo mundo me puede explicar. Tal vez no me quiere ver llorar más. Si hasta prometería intentarlo si él me jurara que va a estar a mi lado.

Que voy a hacer sin él, me pregunto entre las cajas llenas de tierra que contienen los adornos del árbol. Cómo será la próxima Navidad sin mi perro. Me levanto, lo baño, le pongo el pañal una vez que está limpio y seco, le pongo encima su nueva manta con motivos de Navidad, le saco una foto. Y la miro y parece que él está bien. Y, cuando vuelvo a mirar su realidad, veo que él no está bien. Que está cansado de sufrir, que está viejo y agotado. Que tal vez sólo respira porque sabe que su respiración ayuda a la mía. Lo miré y le dije que podía partir, le dije "podés irte, podés dejarme". Ladeó la cabeza, como siempre hacía cuando tal vez quería hablar pero su limitada existencia perruna no lo permitía. Nunca ladró, siempre hacía pequeños ruidos con entonación, acompañados por movimientos de su cabecita, con un gran esfuerzo por intercambiar una idea. Para mí, hablabas. Hace tiempo que no lo hacés. Pero hoy creo que comprendiste lo que te dije. Te di el mejor regalo, el mejor permiso que pude darte en toda tu pícara vida. Podés marcharte, aunque sienta que parte de mí se va con vos. Podés marcharte, aunque te extrañaré toda la vida. Podés marcharte, aunque me dejes aun más sola.

Y juntos, en comunión de silencio, armamos el árbol. Las luces no prendieron; estaban quemadas, creo. Quedó triste sin luces. Es un árbol sin magia, sin ningún tipo de destello ni vida. Como están mis días por esta época y este año.

Pero así es. La Navidad está cerca, y el ritmo de la vida dice que hay que subirse a la rueda de la gente normal. Y todo sigue. Los ciclos terminan. Ya terminan también las clases. Mañana es la fiesta de fin de curso de Valentina. Aun cuando no se están hablando mucho desde aquel fin de semana en que él huyó del country y la dejó sola, le mandé un e-mail en el que le decía que fuera, que estuviera junto a ellas, que estuviera atento a sus necesidades. No me contestó, pero supongo que irá. Es una fiesta importante, Valentina canta, y además le entregan un premio. Una buena oportunidad para que estén juntos.

LA DESVENTURA DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora