DIA 52

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Hoy compré un regalo para su cumpleaños. Dos. Un perfume y una corbata. Me parece lo mejor. Ni siquiera sé si lo siento, pero sabés cómo es esto, no comprarle algo sería herirlo. Y creo que lo vas conociendo. O yo lo voy conociendo. Mejor así. Mañana por la mañana regresa de Miami. Le avisé al investigador que él estaba allí, a ver si podía encontrar algo. Me dijo que pronto estaría concluido el informe de sus viajes.

Sería una buena noticia saber que todo es producto de la imaginación, llevada por el aspecto y la imagen de un señor de mal genio. De este modo, me resulta difícil vivir. Cambio de opinión de modo permanente. Durante cinco minutos, todo lo supuesto son fantasías mías, y al rato todo es cierto, que es mala persona y que hasta corro riesgo de quedar en la calle, desapoderada de todo lo mío, sin tener a quién explicarle lo que di por él, lo que di por ellas. Sin poder gritar que yo fui la hacedora de todo y que, porque cinco días antes de irse encontró gente que dice amiga, gente con mucho poder, pretende reemplazar a su familia. Con los recuerdos de una energía sin fin para trabajar, para llegar a casa y ayudar a las chicas, porque no podían tener malas notas, para hacer las cosas calladas, temiendo los arrebatos físicos de su juventud. No, no quiero esto. No quiero oscilar en mi mente entre lo bueno y lo malo, sin posibilidad de grises. Tal vez es cierto, tiene otra mujer, pero no es cierto que es un canalla. Mi pendular pensamiento tiene su base en la falta de verdad. No quiero suponer, no quiero especular, sólo quiero saber. La alternancia entre la factibilidad de la fantasía y la factibilidad de la realidad me sitúa en un limbo en el que es difícil sobrevivir. Conocer la verdad significa encontrar la paz. Aunque es cierto que la búsqueda de la verdad en determinados círculos es una empresa que jamás tiene éxito. Se entretejen tantas mentiras, que se transforman en piezas de un reloj suizo y en su engranaje funcionan como una perfecta verdad. Todas mentiras, miles de mentiras, cuyo resultado es una perfecta falsa verdad.

Supongo que nunca llegaré a la verdad completa. Ése es mi gran secreto. Digo por doquier que lo voy a lograr, y sé que solo él y sus piezas cómplices la sabrán. Sólo ellos. Sólo quiero arrimarme a tener un humilde panorama. Tal vez yo sea una cucaracha, como me decía él hace unos días. Una cucaracha a la que aplastará sin piedad. Pero dicen que las cucarachas sobreviven a todo. Y yo también. Podré, aunque sea, llegar a una parte de la verdad, y ahí si tendré derecho a llenar los vacíos con mi imaginación. Al fin y al cabo, esa verdad, aun con huecos, será más verdad que la falsa verdad entramada de mentiras que hoy pueda estar viviendo.

Ésta es la situación en este momento, no tengo idea hacia dónde se inclinará la balanza, en una fecha tan cercana a su cumpleaños.

Recuerdo el anterior: hicimos una gran fiesta, como le gusta a él. Invita gente que perdura por algunos años y otra que al año siguiente no estará, y con suerte se salvará de que la pelea no haya terminado con él mandando a ponerle un revólver en la boca para que calle aquello que pueda saber.

Amigos que van, amigos y otros que vienen. No tiene medias tintas: si te alejás de él, te odiará con toda su fuerza, mostrará todo su poder y querrá mostrarte que tu vida sin su amistad será un calvario. Siempre sigue en contacto con la vida de quienes va tachando en su camino. Para oler, para palpar y gozar su decadencia. Así es él. Pero yo recuerdo el cumpleaños, y me parecen mejores tiempos. Yo era intocable, yo era su familia. Sus tres mujeres. Aun cuando no toleraba la identificación que hacía de mí con mis hijas, "las tres me tienen cansado", "las tres son insoportables", "las tres gastaron mucho". Después de varios días o semanas, ya hastiada de soportar un reproche colectivo más, contestaba "yo no soy tu hija, yo estoy emparentada a vos, ambos somos sus padres. Me quitás autoridad poniéndome en ese lugar".

Me parece que la palabra "pareja" la usa, o al menos la usaba, sin saber su real sentido y alcance.

Acordarme de situaciones como ésas me permite sentir un momentáneo alivio respecto de que él no esté en casa. Ya no somos tres niñas. Después de tanto tiempo, por primera vez soy una madre y dos hijas, Adiós a las tres nenas a las que el tirano tenía sometidas a pura orden.

Tal vez el cumpleaños anterior no fui tan feliz, aun cuando hoy tampoco lo sea. Si pudiera vencer la idealización que dice Marcela que cometo con mi matrimonio y con mi vida, quizás podría levantar vuelo. Transformarme en una cucaracha voladora. Pero no puedo, o tal vez no se trate de idealización, me resisto una y otra vez, volviendo al hartazgo sobre el tema, a pensar que saqué una hipoteca leonina sobre mi vida, a un precio que no podré saldar. La mía familiar y la propia. De repente, descubro que hasta trabajé donde él lo decidió. Yo no quería trabajar en esa empresa, y él se presentó con mi currículum y lo dejó en la oficina de Recursos Humanos. Fui feliz allí, es cierto, y crecí en lo profesional, también es cierto. Merito mío.

Hoy no puedo hacer una cosa al día, y por esos tiempos todo era dinámico. Un día podía incluir varias horas de oficina, reunión de padres, pediatra, estudiar con las nenas, asistirlas con sus baños, ayudarlas a prepararlas las mochilas, estudiar para el posgrado. Y estar flaca, arreglada y peinada. Siempre pero siempre, él se iba a dormir antes que yo. Indefectiblemente, mi día empezaba antes y terminaba después, siempre. Pero, cada vez que, ya con soltura económica, quería dejar la oficina para hacer otra cosa, me decía "vos quedate ahí", dado que era un trabajo en relación de dependencia. "No quiero que seas independiente, porque esa entrada fija es nuestra garantía para pagar los gastos", repetía una y otra vez. Yo era la garantía para que él pudiera expandirse económicamente de manera independiente. Total, todo es de ambos. Mi vida entera sosteniendo las vigas para ver crecer el proyecto. Parece que se le olvidó. Vuelve a mi cabeza el día en que se fue de casa: me dijo que había querido un imperio y que lo había conseguido, pero había llegado allí solo. ¿Solo? Ingrato. Solo con una madre que sostuvo a tus hijas mientras vos te ausentabas hasta de la iglesia en el momento en que le daban la comunión a tu hija, solo con una mujer que mantuvo un puesto gerencial para ser tu garantía en caso de caída del "imperio", solo con una mujer a la que le pedías auxilio permanente en todas tus cuestiones laborales, pero jamás sabías si ella necesitaba algo.

Ingrato, no llegaste solo. Y no sé por qué todo esto viene hoy a mi mente. Debe ser que los cumpleaños movilizan, en el inconsciente uno hace un balance de la vida de esa persona. Tal vez la mejor definición para los recuerdos de hoy sobre él, si hubiera que elegir una palabra, sería ingrato. Y no parece ligero. La gratitud es la virtud base de toda persona de bien, no olvidar, recordar a los que estuvieron a nuestro lado. Pero es cierto, él no recuerda a los buenos amigos, aquellos que se alejaron dejan de existir, tal vez hasta los que murieron, aun cuando con ellos suele tener arrepentimiento de todo lo no hecho. El balance no es bueno. No hay ningún motivo para ir mañana, pero la furia sería peor, podría pasar directamente a la lista negra, y por ahora no tengo ganas ni fuerza. Además, sé que en parte tengo ganas de verlo, en parte lo extraño, suena extremo, pero no sé por qué aún sin él me cuesta vivir, como si todo estuviera chueco, torcido, sin sentido.

Su fuerza, su tiranía y hasta su maldad le dan un marco a mi vida que no logro reemplazar por ningún otro. Por suerte, Marcela jamás leerá este diario. Sé que no está bien, pero es lo que hay. Tal vez se lo cuente más adelante o nunca. Ni siquiera sabe que mañana compartiré con él su cumpleaños, y es mejor así. 

LA DESVENTURA DE AMARDonde viven las historias. Descúbrelo ahora