°27°

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Estaba en la puerta del edificio esperando a Mateo, me dijo que en 10 minutos baje que llegaba y ya pasaron 20 minutos y no llega.

Esta de noche y hace frío, a lo lejos escucho el ruido de una moto y suspiró aliviada, veo que la moto se sube a la vereda y en segundos frena adelante mío.

—pecosa—dice agitado sacándose el casco.

—tarde—digo agarrando el casco—paso algo?—pregunto e intento subirme pero no me deja.

—saludame ey—me estiró del brazo hacia él y me besó.

—perdón estoy de mal humor pero no es con vos—dejo un pico en sus labios y ahora sí me subo.

—paso algo con tu amiga?—se gira un poco para mirarme.

—no no, ella está bien, no es nada, está todo bien—sonrió

—segura?

—segura—veo que hace una mueca con la boca no muy convencido y se pone el casco.

Hoy había hablado con mi hermano Matías el más grande de los tres, me comentó que mi otro hermano Juan Pablo discutió con mi mamá y se dijeron cosas fuertes lo que hizo que mi mamá tome más pastillas de las que acostumbra, osea ella desde la muerte de mi papá empezó a tomar un tranquilizante para poder dormir, cuestión que a veces en sus tantos ataques de depresión tomaba más de lo recetado y dormía por horas.

Empezó a ir a terapia y dejó de hacerlo hace ya un año que es el tiempo que estoy acá en capital, eso me dejó venir tranquila, pero justo hoy mi hermano me habló dándome esa noticia y me puse bastante mal ya que no puedo estar allá con ella y poder ayudarla, esto es lo peor de vivir tan lejos de ellos.

Aunque Matías me dijo que había sido ayer y hoy ya se encontraba bien y más tranquila, yo no me podía sacar de la cabeza que si llega a pasar algo y yo estoy acá me muero.

Esto es lo que me tiene mal, triste y de mal humor por qué es una situación que no está a mi alcance de poder ayudarla.

Le iba a cancelar a Mateo pero después de una larga charla con Jaz, me convenció que venga igual para que me despeje, esperemos que sea así.

—llegamos pecosa—escucho su voz y abro los ojos, no me había dado cuenta que los tenía cerrados y tampoco que ya habíamos llegado.

Me bajo en silencio y le devuelvo el casco, él me mira raro, frunciendo el ceño, me doy vuelta para ver la casa de Camilo y se podía escuchar la música desde acá.

—estas bien Liz?—me pregunta Mateo parándose adelante mío.

—si estoy bien—sonrió tratando de evitar que me siga preguntando—vamos?

Hace una mueca con la boca y me agarra la mano, caminamos hasta la puerta y toca el timbre, minutos después abre Rebeca.

—Liz—grita abrazándome, sonrió en el abrazó.

—hola—contesto, tratando de no sonar fría.

—hola, sí, estoy acá—dice Mateo levantando la mano

—teo no te me pongas celoso—contesta ella abrazándolo—vengan que ya están todos—se corre para dejarnos pasar.

Cruzamos el living y cocina para ir hasta la puerta que da al patio trasero, había una mesa ya preparada, unos 9 pibes al lado de la parrilla riéndose mientras algunos tomaban y otros fumaban, al costado de la mesa estaban sentadas Jésica y Celeste, tenía que acostumbrarme a esto ya que ellas son parte del grupo de amigos.

—que onda mis perras—grita Mateo acercándose a la ronda de pibes de mi mano.

—ey gatito vinieron—contesta Camilo y choca la mano con Mateo—Liz—me da un beso en la mejilla.

Impredecible // TruenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora