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—¡Eso no es verdad! —se aparta de él, claramente molesta.
—¡Blossom Glass! ¡¿Estás celosa de Tabatha Langley?! —se echa a reír como nunca en su vida.
—¡Cállate! Dije que no lo estoy —hace un puchero, tal y como si de una niña pequeña se tratase.
—Sí, y la pizza lleva piña, ¿no? —se burla.
—En primer lugar, ¡la pizza sabe muy bien con piña! Y en segundo, ¡ya te dije que no estoy celosa!
—Niña, deja a un lado tu orgullo y admítelo. ¡Vamos! No tiene nada de malo —la acerca de nuevo y le toma la barbilla—. De hecho, hasta es algo tierno.
—¿D-de verdad te parece lindo? —él asiente con una sonrisa—. ¡Entonces sí, estoy más celosa que nunca!
Hay un pequeño silencio, para nada incómodo, en el que ambos se observan a los ojos profundamente, radiantes y sumamente emocionados.
—Blossom, yo... te prometo que terminaré con Tabatha —toma una de las pequeñas manos de la fémina y se la lleva al pecho—. No podemos estar tú y yo... ya sabes. Así es como debemos hacer las cosas.
La pelirroja sonríe ante la dulzura del varón. Sin pensarlo, acerca su rostro lenta y peligrosamente a sus labios, entrecerrando un poco sus ojos. Para su sorpresa, él la imita, juntando sus frentes y chocando sus narices.
—B-Blossom... n-no puedo... —murmulla—. Tabatha... —ella rueda los ojos. Estaba harta de ese nombre.
—A la mierda Tabatha... —ambos juntan sus labios en un lento pero sumamente dulce beso.
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