2.-Un remolino de emociones

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Sana era una chica muy obsesiva con su tiempo. Le gustaba tener todo en orden y estipular todo en su agenda. Después de todo, era como se suponía que tenía que vivir la futura heredera de la familia Im.

A muy corta edad comenzó a ser entrenada para que pudiera hacerse cargo de todo, aun no siendo la hija mayor. Era la hermana de al medio de tres hermosas chicas. El destino se había encargado de colocarla como primera heredera, y ella no lo iba a desaprovechar.

-¿Alguien que me expliqué porque nuestro padre nos citó a las 16:30 de la tarde? Mi horario laboral termina a las 18:00 horas – Sana entró a la sala de estar y lanzó su abrigo sobre uno de los sofás elegante que decoraban el lugar.

-No tengo idea – respondió Tzuyu – estaba en mi clase de piano cuando todo me llamó su secretaria.

-¿Cómo te fue en tu clase? – Sana siempre se sintió orgullosa de su hermana menor. Ella era consciente de que no eran una familia normal, no después del accidente de hace algunos años atrás. La vida de ella y Tzuyu habían cambiado después de eso.

-Bien, nuevamente fui la mejor – Sana observó cómo su hermana menor pasaba sus delgados dedos por su cabello.

-Me alegra escuchar eso – la vista de la vicepresidenta de las empresas Im se desvió hasta su hermana mayor - ¿Y tú? ¿Cómo has estado?

-No he hecho mucho. Llegué temprano a casa, almorcé con Jihyo y me puse a escribir.

-¿Otro libro?

-Mmm sí, creo que sí.

-¿Publicarás este? – preguntó Sana – tienes talento, lo sabes ¿verdad?

-No creo que sean tan buenos – Nayeon comenzó a jugar con sus dedos y bajó la mirada. Sana odiaba con todas sus fuerzas esas poses de la mayor de las chicas. Recuerda perfectamente como era Nayeon antes del accidente. Era una chica completamente extrovertida, siempre fue la más popular. Si alguien molestaba a Tzuyu o a ella, Nayeon siempre estaba para defenderlas. Sana creía que su hermana era una especie de heroína.

-Son excelentes – Tzuyu se sentó al lado de Nayeon y tomó una de sus manos - ¿Qué dijimos de las uñas? – las mejillas de Nayeon se ruborizaron.

-Yo... este... lo siento, no volverá a ocurrir – Sana escuchó como la voz de su hermana mayor se quebraba.

-Nadie te está retando Nayeon – la mayor levantó la cabeza y observó a Sana – no tienes que pedirnos perdón.

-Lamento la tardanza – el padre de las tres chicas por fin hacia acto de presencia – Woow no recuerdo en qué momento crecieron tanto.

-Déjate de estupideces, habla – Tzuyu sonrió al escuchar a Sana – todas tenemos cosas que hacer.

-Bueno, creo que son conscientes del trabajo que hacia su madre socialmente hablando – las tres chicas se quedaron en silencio – tomaré eso como un sí – el señor Im hizo una pausa – siempre creí que era una obra maravillosa, su madre siempre fue caritativa con el resto, ayudó a muchos niñas y niños sin hogar. Es por eso, que decidí seguir su legado.

-Lo sé, he visto como inviertes dinero en diferentes hogares y agrupaciones que se encargan de resguardar a esos niños – Sana observó a su padre – que tiene que ver todo eso con nosotras.

-Tu madre dejo la vida por tres chicas, jamás se les acercó. Siempre las cuidaba de lejos. Es por eso por lo que le pagó a una detective para que cuidara de las tres. Crecieron juntas todo este tiempo. Aunque no tengan los mismos apellidos, ellas son hermanas.

-Tierno – exclamó Tzuyu.

-El tema es que una de ellas aún es menor de edad, tiene 17 años. La policía está detrás de las chicas para que la menor vuelva a un orfanato y entre nuevamente a la lista de adopciones. Como se podrán imaginar, eso no es opción ni para ellas ni para mí. A la chica sólo le queda un año y sus hermanas han hecho de todo y cuando digo todo es todo, para darle un mejor futuro.

A merced tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora