21.- Tres Golpes

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Los días pasan sin mucho interés en la vida de Sana. Ir al instituto y a trabajar, lo había tomado casi como terapia para mantener su cabeza ocupada y tratar de olvidar lo que había pasado hace casi una semana atrás con Momo. La verdad era que tampoco se le hacía fácil tener que verla en su oficina todos los días, odiaba a su padre por obligarla a tener que aceptarla como secretaría, ni siquiera la podía echar.

Cuando compartían clases en el instituto había optado por no sentarse a su lado, necesitaba tenerla lo más lejos posible. Estaba segura de que si seguía intentando evitar lo inevitable tarde o temprano se olvidaría de sus besos, su aroma, sus caricias. Se sentía idiota. Tenía 19 años y acá estaba, suspirando por una estúpida que acaba de conocer cuando tenía al chico más increíble a su lado. Odiaba darse cuenta de las emociones que la embriagaban diariamente, porque sabía que tenían que ver con Momo, jamás sintió algo así por Minoh. Él nunca la ha hecho sentir así, jamás.

En casa las cosas tampoco eran fáciles para la vicepresidenta de las empresas Im. Debe admitir que algo de envidia había surgido desde sus más recónditos lugares de su corazón. Sus hermanas estaban viviendo lo que sea que tenían con las hermanas de Momo sin esconderse del mundo. Le gustaría ser igual de valiente que ellas, pero no podía. Tenía una imagen que cuidar, una empresa que representar. Su padre confiaba en ella, no podía arruinar todo.

-¿En que piensas? – preguntó Nayeon sentándose al lado de Sana.

-Ni siquiera sé por dónde empezar a contarte.

-¿Qué hiciste después de la fiesta de la pelea de Momo? Jamás nos contaste – Tzuyu había llegado con tres helados, una para cada una.

-No debería haberme ido con Momo.

-¿Por qué? – preguntó la taiwanesa.

-Ella... ella... - Sana levantó la cabeza para enfocar su mirada en Momo quien estaba sola sentada en una mesa con sus audífonos puestos. Sana estaba segura de que estaba durmiendo, para ella tampoco era fácil esta vida nueva que el padre de Sana le estaba obligando vivir - ¿son felices? - Nayeon miró a Tzuyu.

-Mina me hace feliz – habló Nayeon – aunque no lo crean tenemos muchas cosas en común. No sé que es lo estoy haciendo de mi vida, pero no me interesa intentarlo y morir en el intento. Jamás alguien me había hecho sentir como ella lo hace. A pesar de todo lo que ya sabemos es una niña en el cuerpo de un adulto. Lo único que quiere es que alguien la ame y la respete. No sé si podré amarla – Nayeon sonrió – no sé si estoy tan sana para llegar a ese punto, pero no me da miedo intentarlo.

-Jamás creí que te hablaría hablar así y de una chica – el comentario de Tzuyu hizo que sus hermanas mayores sonrieran – me gusta verte feliz Nayeon – la taiwanesa hizo una pausa – Sana igual debería serlo.

-Lo soy.

-No, no lo eres – Nayeon miró a Tzuyu – te he visto mirándonos en la casa, es como si te saliera fuego de los poros. Estas celosa, conozco tus miradas y todo lo demás. He vivido contigo toda mi vida.

-Puede que esté celosa.

-¿De qué? – preguntó Nayeon.

-De la forma tan libre en la que viven su sexualidad.

-Manda a la mierda ese trabajo Sana, se libre – Sana miró a Nayeon – jamás te pedí que tomaras mi lugar, porque jamás hubiese querido que pasaras por lo que yo pasé a tan temprana edad.

-¿No vas a volver en algún momento?

-Créeme, si vivieras todo lo que yo he vivido en estos últimos dos años y, aún más después de conocer a Mina, tampoco volverías – la vista de Nayeon se concentro en Momo quien ahora no estaba sola. Vio a Seulgi sentarse a su lado - ¿Qué hace esa idiota? – todas miraron hacía la mesa donde Momo trataba de descansar.

A merced tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora