11.- Secretaria

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Mina no había podido dormir en toda la noche. Las palabras de Nayeon daban vuelta por su cabeza una y otra vez ¿De donde había salido toda esa confianza? Ni siquiera se parecía a la Nayeon que conoció el primer día en esta casa.

La japonesa no quería aceptarlo, pero no estaba costumbrada a que las personas la trataran de esa forma, y cuando hablo de forma, me refiero al trato decente. Toda su vida las personas que habían estado rodeando en su vida la habían tratado como un pedazo de mierda más. Exceptuando a Momo y Chaeyoung claramente. Las clientes mujeres solían tratarla bien, pero siempre estaba el comentario de mierda "eres una puta", "porque esperas que alguien como yo trate bien a alguien cómo tú", "no importa lo que hagas, siempre serás una puta y yo tu clienta de vez en cuando", "lo único decente que tienes es el dinero que te doy". Ni siquiera quería recordar los comentarios de los varones que solía ver de vez en cuando. Especialmente de uno en específico. Mina volteo y observó a Chaeyoung durmiendo plácidamente, la envidiaba. Ella también quería poder dormir así.

A eso de las 10 de la mañana no pudo seguir más tiempo acostada y decidió levantarse. Abrió la puerta, iba caminó hacia la escalera del segundo piso cuando se detuvo en la puerta cerrada de la habitación de Nayeon - ¿En que estás pensando Mina? – la japonesa se acercó y abrió la puerta lentamente. Para su sorpresa, Nayeon estaba despierta y de pie.

-¡Oh! Hola.

-Yo... lo siento, no quería...

-Tranquila, suelo despertar a esta hora todos los días. Las pastillas no me permiten dormir más ¿Necesitas algo? – Mina necesitaba muchas cosas en estos momentos - ¿Estas bien? Te vez algo afligida.

-Es tu culpa.

-¿Disculpa?

-Que es tu culpa.

-¿Qué fue lo que hice? – Mina no pidió permiso para entrar a la habitación de la mayor del clan Im, pero lo hizo de todas formas. Cerró la puerta detrás de ella – No te preocupes puedes pasar – Dijo irónicamente Nayeon.

-No es cómo si no te gustara que estuviese acá – La pelinegra volteó a mirar a la Mina - ¿Por qué dijiste lo que dijiste anoche?

-¿Cuál de todas las cosas que dije?

-Que sonriera más, que me veía hermosa sonriendo.

-Porque es verdad.

-Debes medir tus palabras.

-No estoy entiendo – las chicas se quedaron en silencio - ¿Hice mal al alagarte?

-No... no está mal, no es tu culpa que yo me sienta así.

-¿Entonces?

-No estoy acostumbrada a recibir ese tipo de alago.

-¿En serio? Te acuestas con mujeres, sales con hombres. No pienses que me voy a creer eso.

-No te pido que me creas, pero es la verdad – Nayeon trataba de leer el comportamiento de la chica que tenía frente a ella, pero le era imposible – ni siquiera sé que hago acá, disculpa.

-Espera.

-Me voy, lo siento – Nayeon tuvo que correr para tomar el brazo de Mina y volver a cerrar la puerta – déjame ir por favor – Nayeon observaba los ojos castaños de Mina cubiertos por una pequeña capa de lágrimas.

-¿Por qué quieres llorar? – La mirada de Mina vagaba por todo el rostro de Nayeon – Hazme entender.

-No, jamás podría.

-¿Cómo lo sabes si no lo intentas? – la mano derecha de Nayeon se acercó hacia la mejilla del mismo lado de Mina para quitar la lágrima que corría por su piel cuando la castaña sostuvo con fuerza la muñeca de Nayeon.

A merced tuyaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora