Momo y Sana llegaron a Japón a eso de las 5 de la mañana. La verdad es que sabían que aún, a estas horas, habría lugares abiertos en Kyoto, pero el cansancio de la japonesa fue mucho más. Había tenido una pelea y después un viaje larguísimo. Así que, se inscribieron en el hotel, subieron a su cuarto en el piso 25, se lanzaron a la cama matrimonial y no demoraron en quedarse completamente dormidas mientras se abrazaban la una a la otra.
Momo aún seguía en la cama cuando comenzó a sentir un aroma a comida que se adueñaba de todo el lugar. Abrió los ojos lentamente, aún sintiendo el cansancio del vuelo del día anterior. Comenzó a acomodarse en la cama y observó a Sana con un carro repleto de comida.
-¿Qué es eso?
-EL almuerzo.
-¿Almuerzo?, ¿Qué hora es?
-Las 2:30 de la tarde.
-¿Qué?, ¿Por qué no me despertaste?
-Traté, pero era imposible.
-Lo siento, creo que estaba muy cansada.
-Tranquila – Sana se subió a la cama y gateó hasta donde se encontraba Momo – tenemos todo el día – la pelirroja acercó sus labios al cuello expuesto de la japonesa haciéndola suspirar ante el tacto – ahora comamos, muero de hambre – Momo miró a Sana a los ojos - ¿Qué?, ¿Qué tengo en la cara? – Sana comenzó a tocarse el rostro, pero Momo quitó la mano de la pelirroja y se acercó para dejar tres besos seguidos sobre sus labios.
-Me gustan los besos en la boca en la mañana.
-Pero el aliento matutino no es sexy.
-Yo soy sexy siempre y tú igual – ambas sonrieron – ahora aliméntame, me duele el costado por los golpes de anoche.
-Eres un bebe.
-Si, algo.
Las chicas almorzaron mientras se reían y respondían algunos mensajes. Era verdad que este viaje no era un viaje de negocios, pero no por eso Sana se podía dar el lujo de apagar su celular y restarle importancia, al hecho de que era la vicepresidenta de las empresas de su familia. Así que aprovecharía cada instante en donde no estuviera besando, disfrutando o haciendo el amor con Momo, para hacer algo de trabajo. Por otro lado, Momo respondía los mensajes de Eunbi quien estaba algo preocupada, ya que, anoche no le avisó que habían llegado. La japonesa trató de explicar lo cansada que estaba y que acababa de despertar. Claramente Eunbi le creyó, siempre lo hacía después de todo.
-Ayer me dijiste que tenía algo que decirme.
-¡Oh! Verdad.
-¿Qué es?
-Ayer Eunbi llevó a un cazatalentos. Es un señor que se llama Raúl, que ha participado en la selección de jóvenes con algo de talento en el deporte para becar en sus universidades.
-¿En serio?
-Sí.
-¿Y qué pasó?
-Bueno, me dijo que casi nunca vienen a Asia a buscar deportistas, ya que, los asiáticos son muy patriotas y todo eso. Siempre quieren representar a su bandera y nacionalidad. A mí, no me interesa representar a japón o corea. Sólo me gusta pelear.
-Lo sé.
-No me quiero dedicar para toda la vida a esto.
-¿No?
-No, quiero que me ayude a entrar a una universidad, ganarme una beca y comenzar a trabajar.
-¿Qué te dijo ese tal Raúl?
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A merced tuya
Ficción GeneralLa vida de 6 chicas completamente diferentes la una con la otra, da un giro de 180°, al darse cuenta que están mas relacionadas entre si, de los que ellas imaginaban.