Desde aquel día en el que el pelinegro se encontró a la peliblanca y la llevó hasta su casa, se habían convertido en grandes amigos. Nyoko sentía como tenía otro hermano mayor mientras que Obito la veía como la pequeña hermanita que nunca tuvo.
Se veían todos los días sin falta.
A veces solo se quedaban jugando cerca de la casa de la pequeña, otros días la llevaba hasta su casa y conversaban con su abuela y se quedaba a comer y/o dormir al igual que él hacía en la casa de la contraria, o quizás entrenaban.
Su hermano, Ryu, no sabía como sentirse al respecto. Creía que era bueno que tuviera a alguien para entrenar y enseñarle en el hipotético caso de que él no pudiera; o alguien a quien pudiera acudir o que la cuidara cuando él ya no estuviera, como su hermano mayor debía pensar en como quedaría todo caso. Lo que más le interesaba era como quedaría su hermana, sabía que su abuela no duraría muchos años más y él tampoco estaría toda su vida, esperaba estarlo todo su crecimiento y lo suficiente para verla hecha toda una mujer casada y quizás hasta con hijos, pero sabía que lo más probable era que aquello no sucediera.
Su sistema era débil, muy débil. Sabía que no valía la pena idear un futuro para él porque realmente no lo había pero si lo había para ella, así que haría todo lo posible para que su papel fuera ocupado por la mejor persona posible, que en este caso estaría siendo Obito.
Cuando no tenía una misión, se dedicaba a escribir un manual para su hermanita, en caso de que no hubiera nadie para explicarle, o sea, en caso de que Obito muriera, ella tendría información sobre como utilizar sus habilidades. Él había tenido a su padre pero ella no había corrido con la misma suerte.
Su padre había creído que él lograría enseñarle a ambos, sin embargo su último respiro fue utilizado para que su madre y sus hijos pudieran huir mientras él detenía a los ninjas que iban a matarlos por ser de Konoha. Vivir fuera de la ciudad no era lo mejor pero era lo que les había tocado.
Desde entonces, Ayumu crió a la pequeña bebé de un año y a su nieto de ocho. Al no tener a donde más ir, debieron regresar a aquella pequeña casa donde el padre de los niños había sido asesinado.
Se suponía que los hijos entierran a sus padres pero allí estaba Ayumu enterrando a su hijo mientras Ryu entretenía a su hermanita pequeña para que no viera la situación que él si había logrado observar. Jamás se olvidaría de la mirada que le echaban esos ojos sin vida mientras los enterraban.
Sin embargo, su deber ahora era entrenar y fortalecerse para poder proteger a su abuela y a su hermana. Al poco tiempo volvió a estudiar en la academia. Y para los once, él ya era un chunin hecho y derecho capaz de proteger a su aldea, por más de que los rechazaran los clanes más importantes, y a lo que quedaba de su familia.
Sentía envidia de que Obito estuviera a completa disposición de ella, pero la sentía porque él podía. Él podía hacer todo porque no estaba enfermo como Ryu y porque él viviría más que él.
Ryu realmente envidiaba a todos aquellos que no fueran de su clan, ellos podían vivir plenamente mientras que su clan tenía un peso en la espalda que aguantar como reclamo de que ni siquiera deberían estar viviendo, el aire que consumían era aire prestado, jamás había sido suyo y eso lo sabía casi tanto como el camino de la aldea a su hogar.
Con o sin guerra, él estaba acabado.
Suspiró mientras iba caminando en busca de Obito. Seis meses le habían bastado para entrar en el corazón de su hermana para hacerse un lugar.
Sabía a donde debía buscarlo, pues en ese horario estaría entrenando, lo único que tenía que hacer era esperar a que terminara el entrenamiento con su equipo para poder platicar con él lo que quería. Quería descubrir sus verdadera intenciones, era obvio que no se refería amorosamente, pero no comprendía que quería de ella.
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ᴄʜᴀʀᴍᴏʟʏᴘɪ; ᴋ.ʜ
Fanfiction1er Libro de la Saga. Tsukino Nyoko, una kunoichi de un clan casi desparecido, es abrumada por sus sentimientos de arrepentimiento con respecto a decisiones pasadas, sin embargo aquello es lo que la llena de espereza y la alumbra con la luz del perd...