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Había sido citada a la torre del Hokage pues esta había requerido su presencia, no tenía idea de porque podría ser pero ciertamente se sentía muy tranquila de ello ya que se trataba de Tsunade, jamás tendría que sentir algún tipo de pavor por alguien que fuera como aquella mujer siempre y cuando fueran cercanos.

Iba con una gran sonrisa en su rostro, esperanzada de poder saber que fue en todo ese tiempo de la kunoichi que tanto admiraba en tantos ámbitos.

Tsunade había tenido un papel muy importante para que la tasa de supervivencia de los Tsukino aumentara haciendo que pudieran vivir por mucho más tiempo, su ayuda pudo lograr que los sobrevivientes de su clan pudieran vivir dignamente por unos cuantos años más de lo que usualmente lo hacían. Aquellos medicamentos aumentaron al menos una década de vida en cada consumidor, mientras más temprano y continuo fuera la ingesta, mejores serían los resultados.

No solo eso, personalmente, le había hecho grande favores logrando crear medicamentos que pudieran ayudarla en aspectos puntuales de su estómago y hasta haciendo un cóctel para su hermano, cóctel que lograba disminuir los efectos de su enfermedad lo más que podía.

Quizás su hermano había mandado al caño todo pero ella siempre estaría muy agradecida por todo lo que Tsunade había hecho por ella y su familia, jamás le alcanzarían las palabras o las acciones para retribuirle todo lo que había hecho por su clan en general, todo lo que hizo sin importar lo que los demás dijeran y sin que nadie se lo pidiera o le diera algo a cambio.

Mientras los médicos se negaban a atenderlos por ser Tsukinos, Tsunade no dio importancia a ello y los atendió de todas maneras, haciendo que otros doctores se fueran adhiriendo a su accionar.

Ella realmente había hecho mucho por ellos.

Luchó, hasta el día que se fue de la aldea, por mantener un ambiente libre de discriminación hacia ellos. Se enfrentó a más de uno que había ido a asustar a los pequeños hermanos para que se fueran y nunca más volvieran, a aquellos que buscaban robarle a la anciana y para los que acosaban a la mujer que había perdido a su marido hacía unos pocos días debido a una causa que Nyoko no recordaba con exactitud. 

*(Ciertamente no recuerdo si puse de que murió el padre de Hiro, si alguien sabe, ¿Podría decirme? Muchas gracias<3)*

Los habían tratado tan mal apenas llegaron, los denigraron tantas veces empujándolos al lodo y haciendo que parte de una familia se fuera para nunca volver. Hacían todo eso incluso sabiendo que un Tsukino enojado podía ser muy peligroso pero como nadie solía exprimir su poder al máximo, se aprovecharon de ello y los subestimaron.

Ningún Tsukino atacó la aldea de la hoja, ningún Tsukino respondió a todas las provocaciones, y aún así, siguieron viéndolos como escoria.

Tener de Hokage a la embajadora contra la discriminación de su clan era ciertamente alentador para ella, alentador en el sentido de que quizás, podría llegar el día en que nadie hablara a sus espaldas o la maltratara solo por ser quien es. Ryu no estaría allí para verlo, mucho menos Ayumu, pero estaban ella y Hiro para comprobar y ver el futuro tan iluminado.

Tenía recuerdos de Tsunade yendo por un café irlandés a su casa, ese que a su abuela le salía espectacular. Debía ser el favorito de Tsunade y si no fuera porque se encontraban en otro lado, se lo hubiera preparado.

Golpeó la puerta suavemente y sin apuro alguno.

Esta se abrió gracias a una mujer que no conocía pero que su cerdito le había resultado muy bonito a primera vista, los animales siempre habían sido de su agrado y aquel cerdito no sería la excepción a la regla. La desconocida la recibió con una bella sonrisa cálida que Nyoko devolvió amablemente.

ᴄʜᴀʀᴍᴏʟʏᴘɪ; ᴋ.ʜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora