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Sus amigos comenzaron a sospechar de ella luego de lo ocurrido. Le dolía mucho que las personas que más quería desconfiaran de ella pero entendía que tenían motivos para hacerlo, encontraba sus acciones justificadas.

Cuando quisieron platicar sobre ello, solo había podido darles muy poca información al respecto de como los conocía.

¿Pero qué iba a hacer? Aunque no tuviera nada para ocultar, como su participación en la masacre del clan Uchiha o la ayuda que le proporcionó a Akatsuki con tal de conseguir información, no hubiera podido hablarles al respecto.

Con o sin sello, ella no podía hablar de que había hecho o descubierto durante las misiones que había hecho.

Todo debía quedar en extremo anonimato y bajo un candado que lo mantuviera secreto. Así era como funcionaban los ANBU y Raíz, aunque la última nombrada llevaba a otro nivel el intentar mantener todo en secreto.

Asuma no volvió a nombrar aquel tema o el de su padre. Pero ella supuso que ahora él debía creer que ambos temas estaban conectados.

Mientras todos los demás se encargaban de reordenar la aldea y hacer arreglos, ella se ocupaba solamente de cuidar del peliplata. De no estar haciendo aquello, probablemente estaría buscando a Itachi a como diera lugar.

El dueño de su corazón estaba en reposo debido a lo sucedido y ella no podía separarse ni un poco, no lo sentía correcto.

Los únicos momentos en lo que se alejaba un poco de él era para cocinar algo o para ir al baño, no mucho más. Se había quedado en la casa del Hatake desde lo sucedido, no se le pasó por la cabeza en ningún momento que estaba haciendo algo indebido.

Ellos tenían una confianza suficiente como para que él le permitiera aquello, sin comentar que para ella su salud era más importante que esas pequeñeces.

Se acercó a la cocina para hacer un poco de ramen, quizás aquel día si despertaría y si lo hacía debía estar preparada para alimentarlo. El libro de cocina estaba abierto a su lado derecho, así podría ir siguiendo cada paso.

Los fideos no debería hacerlos pues había comprados, eso era bueno porque en caso de tener que amasar no podría hacerlo.

Tomó un cuenco de talla mediana y vertió las cantidades que el libro indicaba de sake, salsa de soja y mirin. Con una cuchara revolvió un poco como para mezclar los líquidos pero no mucho pues no era necesario.

Tomó una cacerola y la colocó sobre una hornalla, fue agregando tazas de agua de a poco. Normalmente la hubiera llevado al fuego ya llena de agua pero este no era el caso.

Cuando el agua estuvo hirviendo colocó dos huevos con cuidado de no quemarse y los dejó allí por siete minutos. Ni un minuto más, ni un minuto menos. En ese tiempo buscó otro cuenco y lo llenó de agua fría y cubitos de hielo.

Con un recipiente tomó los huevos y los metió en el cuenco para que disminuyeran la temperatura.

Para cuando creyó que los huevos estaban listos, les quitó la cascara y los pinchó con un palillo varias veces. Listos ambos con sus respectivos agujeritos, los puso en el cuenco que tenía la mezcla de líquidos a reposar.

El libro decía que debía dejarlos marinar por al menos una hora así que eso haría, mientras tanto se encargaría de los demás pasos.

Tomó el ajo y comenzó a picarlo. Luego tomó otra cacerola y le puso aceite de sésamo e introdujo allí el ajo picado. Desglasó con salsa de soja y agregó cuatro copas de agua también. Cubrió con una tapa la cacerola.

Continuó con la preparación con sumo cuidado y probando cada tanto su sabor para saber si iba por el camino correcto.

Claramente no saldría tan rico como el de Ichiraku pues Teuchi preparaba el mejor ramen del mundo pero sería aceptable, o eso quería creer, se sentiría muy mal de darle una comida asquerosa al peliplata luego de estar en un mal estado por el último día.

ᴄʜᴀʀᴍᴏʟʏᴘɪ; ᴋ.ʜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora