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Rachel había pasado los últimos días intentando descifrar el primer diario de Agatha con un traductor, que por supuesto no le resultó de mucha ayuda. No había logrado comunicarse con Maddie en toda la mañana. Por la tarde, cuando su móvil vibró, se lanzó sobre él con un salto. Era Vynx. Le había enviado un mensaje para devolverle su bicicleta, ya que luego de haber limpiado el ático de Agatha unos días atrás, Rachel se la había prestado para que pudiese volver a casa. En ese momento recordó que Vynx estudiaba francés, y aunque ella no era la mejor de las compañías, quizá podría ayudarla. Entonces, insistió en pasar a buscar la bicicleta por su casa. Se dio un baño rápido y se puso un overol de jean corto y una remera negra, se recogió el cabello con un rodete alto, tomó su morral y salió a la velocidad de la luz. La casa de Vynx estaba en la zona residencial más exclusiva de Blackwood, y a medida que el autobús avanzaba por el camino, podía ver cómo las casas iban cambiando, se hacían más grandes, con mejores autos en los garajes y espléndidos jardines. Luego de bajar del autobús, caminó unas cuadras con los auriculares puestos. Era una tarde soleada y cálida, la primavera se avecinaba y con ella cada vez más partículas de polen irritaban su nariz y sus ojos. Una mansión de grandes muros apareció ante Rachel. Corroboró la numeración y tocó el timbre, una pequeña cámara con una luz roja encendida se encontraba apuntando a la entrada. En ese momento una voz conocida surgió del portero eléctrico.
—¿Quién es?
—Soy yo, Rachel. ¿Puedes verme? —preguntó agitando tontamente las manos frente a la cámara.
Luego de unos segundos sin que nadie contestara, dijo bromeando:
—No sé cuál es la contraseña de tu casa...
La reja se abrió automáticamente y siguiendo por un sinuoso camino de piedra, la entrada de la casa comenzó a materializarse delante de sus ojos. Se detuvo por un instante para admirar la hermosa fuente redonda con peces koi pensando que a Sam le hubiese encantado. La maciza puerta doble de la entrada se abrió y Vynx se asomó detrás de ella, pero no fue a su encuentro, sino que la esperó allí quieta, esbelta, como si fuese una escultura. Rachel se dio cuenta de que la muchacha siempre llevaba consigo alguna prenda naranja que combinara con su cabello. Esta vez traía puesto un vestido de rombos sin mangas de color azul marino y debajo un suéter de color naranja claro.
—Hola —dijo Rachel levantando la mano.
—Te ves terrible —soltó Vynx con el ceño fruncido.
—También es bueno verte...
—Tus ojos están hinchados. ¿Tienes alergia?
Rachel sorbió por la nariz.
—Sí, siempre en la misma época del año —contestó encogiéndose de hombros.
—Pasa, te daré algo —indicó haciéndose a un lado de la puerta—. Tus ojos lucen aún peor cuando están rojos...
La mansión de los Shaw era increíblemente grande, el salón de color blanco conectaba con el segundo piso a través de dos escaleras que tenían barandas negras. No había ni una mota de polvo en todo el lugar, aunque estaba lleno de esculturas y objetos antiguos. Vynx la llevó hasta el lavado y Rachel se acercó al gran espejo de marco dorado para observarse el rostro. Sus ojos estaban algo hinchados, pequeñas venas rojas surcaban su esclerótica, así que posó sobre ellos sus manos mojadas para bajar la hinchazón y luego salió. Afuera, Vynx traía dos cajas de antihistamínicos en cada mano y unas gotas para oculares. Rachel, haciendo caras, tomó las gotas sabiendo que iba a tratar en vano de ponérselas, ya que al parecer sus párpados no obedecían la orden de permanecer abiertos cuando algo extraño estaba por entrar en ellos. Luego de varios intentos fallidos, Vynx le quitó el frasco y amablemente se ofreció a ayudarla.
—¡Lo estás haciendo de nuevo! —chilló mientras una gota transparente rodaba por la mejilla de Rachel.
La muchacha estaba recostaba en una silla con la cabeza hacia atrás.
—¡No es a propósito! —se quejó—. ¿No puedes intentar ser un poco más... suave?
Se encontraban en una amplia sala de madera con ventanales ovalados, y mientras Vynx no dejaba de acribillarla con gotas, Rachel se arrepentía de no haber elegido la caja con las estúpidas pastillas.
—Por favor, estás actuando como una niña —dijo Vynx volteando los ojos.
En ese momento se escuchó el ruido de la puerta principal al cerrarse.
—¡Iujuuu! ¿Vynxie? ¿Max? ¡Traje pizza! —se escuchó gritar a una voz femenina desde el salón.
"¿Vynxie?"
Rachel incorporó la cabeza al mismo tiempo que una cuarta gota caía cerca de su nariz.
—¡Me rindo! —exclamó Vynx con las manos en el aire.
Su madrastra, una mujer de unos cuarenta y tantos, con cabello oscuro y zapatillas deportivas, entró con dos cajas de pizza en las manos.
—¡Ahí estás! ¡Oh! Y tenemos compañía —exclamó alegremente—. ¡Maravilloso! Comeremos pizza.
—Yo... solo vine a buscar mi bicicleta.
—¡Tonterías! Vynxie nunca trae a sus amigas a casa, así que no te escaparás tan fácilmente —señaló guiñándole un ojo.
Rachel miró a Vynx para que interviniera, pero ella solo suspiró resignada. Quince minutos después estaban en la larga mesa del comedor. El Sr. Shaw se encontraba en la cabecera junto a Lynn, y casi a dos metros de distancia en el extremo opuesto, estaban Vynx y Rachel.
—Querida... ¿no crees que están algo lejos? —preguntó Lynn, elevando un poco la voz.
—No, aquí me siento siempre —contestó la muchacha colorada mientras cortaba un pedazo de pizza y se llevaba el tenedor a la boca.
—Claro, claro. Pero tal vez hoy podríamos charlar un poco, para variar —dijo su madrastra. Luego se dirigió a su marido, quien se encontraba concentrado leyendo el periódico—: Podríamos movernos un poco, ¿no?
El hombre de cabello rojizo la miró por arriba de sus lentes de marco dorados.
—Pero así nos sentamos siempre —se excusó Maxwell con el ceño fruncido.
Ella se puso de pie de un salto y, luego de robarle el plato a su marido, se sentó cerca de las muchachas.
—¡Por dios santo! ¿Cuán ridículamente larga es esta mesa? —exclamó.
Su esposo, entre quejas, finalmente terminó por acercarse. Rachel, todavía sin conocerla demasiado, sintió que Lynn definitivamente le caía bien.
—Les he dicho miles de veces que esta mesa es demasiado grande para tres personas —explicó ella mientras le alcanzaba una porción de pizza en una servilleta.
—Creo que esta casa es demasiado grande para tan solo tres personas —añadió Rachel sonriendo.
—Lo sé, ¿verdad? —dijo Lynn con la boca llena de comida—. No tiene sentido.
—Mi tatarabuelo construyó esta casa, para ese entonces, era habitada por un total de doce personas —relató Maxwell—. Tuvo exactamente diez hijos.
Rachel abrió los ojos sorprendida.
—Así que planeamos tener nueve hijos más para no desperdiciar el espacio —bromeó Lynn.
Su risa era extrañamente contagiosa. La comida fue agradable y placentera, Rachel estaba segura de que la presencia de Lynn había ayudado bastante.
—¿Cómo se encuentra Agatha? Le he dicho miles de veces que tiene que dejar de fumar si es que quiere seguir viva para ver crecer a su nieta —indicó resignada.
—El doctor le ha mandado hacerse unos estudios —informó Vynx luego de beber un sorbo de jugo.
—Mañana mismo pasaré por su casa para ver cómo se encuentra —estableció Lynn mientras se secaba las manos con una servilleta.
—Recuerda llevar el dinero de las clases particulares de francés —agregó Maxwell escondido detrás del periódico.
El momento había llegado.
—Oh... Vynx, ¿crees que podrías ayudarme con mi tarea de francés? —preguntó tratando de sonar casual—. Si es que tienes algo de tiempo...
—¡Por supuesto que puede! —interrumpió Lynn enérgicamente.
—¿Estudias francés? —le preguntó Vynx levantando una ceja, desconfiada.
—Ella ha sido muy amable en prestarte su bicicleta, y hoy tienes tiempo libre de sobra —dijo Lynn mirándola con el ceño fruncido.
Al parecer estaba siendo extorsionada por su propia madrastra. Rachel sonrió al pensar que no todas las madrastras eran malvadas, sino que algunas solo querían que sus hijastras tuviesen una vida social. Aunque, por la expresión que puso Vynx, bien podría haberse tratado de una nueva forma de tortura. Subieron por las escaleras hasta un enorme espacio que parecía una biblioteca, era la habitación de Vynx. En el aire se respiraba aquel olor particular que tanto le gustaba, el que tienen los libros antiguos. Aparentemente, se había equivocado, sí tenían algo en común después de todo.
—Dime con qué necesitas ayuda —indicó Vynx.
Rachel extrajo los avejentados diarios y se los mostró. La pelirroja los observó por un momento y luego pareció reconocerlos.
—Esos son... —comenzó a decir. Luego sus ojos se abrieron grandes—. ¡¿Los has robado?!
—¡Shhh! No te alteres... Solo los tomé prestados, pienso devolverlos, pero primero necesito tu ayuda.
—Sabía que no estudiabas francés —dijo cruzándose de brazos.
Rachel volteó los ojos, quizá pedirle ayuda no había sido su idea más brillante.
—Tienes razón, no lo hago —señaló—. Pero necesito que me ayudes a traducirlos para saber...
—¿Qué? —preguntó Vynx sin entender—. Eso es privado. Si necesitas saber algo acerca de Agatha, ¿por qué simplemente no se lo preguntas?
Rachel suspiró.
—Tienes razón, tal vez debería hacerlo. Pero creo que es un asunto delicado y su estado de salud... bueno, lo has visto por ti misma.
El rostro de Vynx se suavizó un poco.
—No quiero matarla de un disgusto, pero necesito saber a qué se estaba refiriendo mi abuela.
—¿Qué tiene que ver tu abuela con todo esto?
Rachel buscó en su mochila y le entregó las dos cartas, la que iba dirigida a ella misma y la que era para Agatha, la cual había recogido del piso luego de que la mujer se fuera a descansar a su habitación.
—Léelas —indicó—. Y si todavía no sientes ni un poco de curiosidad por el contenido de estos cuadernos, me iré de aquí, lo prometo.
Vynx pasó la mirada de sus ojos a los diarios.
—De acuerdo —contestó después de considerarlo.
Mientras las leía, Rachel trataba de encontrar alguna expresión en el rostro de aquella joven de cabello naranja que la ayudara a saber su decisión. Pero el rostro de Vynx era implacable. Cuando terminó, la miró fijamente a los ojos y dijo:
—De acuerdo, te ayudaré.
Rachel sonrió aliviada, al parecer la curiosidad era otra cosa que ambas tenían en común.

El Lobo está viniendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora