—Bueno, ¿estamos listas? —preguntó Ava, desde el otro lado de la pantalla.
—Sí —repitieron Maddie y Rachel, al unísono.
—Terminemos con esto... —dijo Lonnie."Estábamos en la biblioteca, Ionel se había quedado dormido en su silla y roncaba con la boca abierta. Perfecto. Me acerqué a Leda y le conté todo sobre mi encuentro con Nella, le aseguré que habían prometido ayudarnos, pero parecía reacia a creerlo, "Estamos solas", sentenció. Al ver su expresión desolada, rápidamente le conté sobre el plan B, que ocurriría en nuestro cumpleaños. Leda asentía lentamente mientras escuchaba. Ionel se movió un poco y ambas enmudecimos, cuando comenzó nuevamente a roncar, Leda habló. Me informó que Levi quería reclutar nuevos adeptos y que en la fiesta había señalado algunos de los posibles candidatos. Buscaba personas específicas y, como tenía un don para detectar cierta oscuridad en el interior de la gente, se deslizaba entre los invitados guiándose a través de su instinto. Su culto no haría más que crecer si nadie lo detenía. Ionel se atragantó con su propia saliva y se despertó tosiendo, cortando abruptamente la conversación.
Los días pasaron sin noticias de Nella. Estábamos solas, tal como había dicho mi hermana, a tan solo un día de nuestro quinceavo cumpleaños. Levi no estaba aquella mañana, por lo que tuvimos que apresurarnos. Me puse el vestido que Leda había dejado la noche anterior sobre mi tocador y el collar de mi madre. Estaba nerviosa y me sudaban las manos, no sabía si aquello funcionaría. Me recogí el cabello como mi hermana solía hacerlo y me paré erguida. Éramos gemelas idénticas y aunque nuestra personalidad fuera completamente diferente, la Manada solo se guiaba por los colores de los vestidos que llevábamos puestos para distinguirnos. Levi había elegido tonos claros para mí y oscuros para Leda. Era muy temprano, pero aun así pude ver a Yuri rondando el piso de abajo, por lo que corrí descalza hacia la habitación de mi hermana. Cuando abrí la puerta y la vi allí parada fue como verme a mí misma en el espejo. Ella dijo que había estado practicando mi mirada impertinente y aquello me hizo reír, definitivamente era mejor actriz que yo.
Ni bien terminé con los últimos arreglos, bajé. Ella siempre solía ser una de las primeras en levantarse. Cuando vi a Yuri observándome mientras bajaba por la escalera, contuve la respiración. Me preguntó si Agatha se encontraba despierta, por lo que supe que no me había reconocido. Leda tenía mayor libertad dentro de la mansión, así que rápidamente me dirigí hacia el invernadero. Como había prometido Celine, la llave estaba oculta debajo de una gran piedra. Le agradecí en silencio por eso. Ella y su hermana habían solicitado un permiso para ver a su madre enferma aquel fin de semana, pero, en realidad, nunca más volverían a pisar la mansión. Estaba segura de que en ese mismo instante estarían viajando hacia un lugar mejor. Me reconforté pensando que pronto nosotras también lo haríamos. Solo debíamos ingeniárnosla para ir al pueblo en dónde un sacerdote estaría esperándonos para casarnos. Babette lo había arreglado todo. Nos casaríamos con dos soldados, uno de los cuales era su primo, y aquello nos permitiría emigrar a América esa misma tarde. Mientras recolectaba con cuidado la belladona, deseé haber podido despedirme de Babette. Cuando desperté la mañana siguiente, encontré una enorme caja envuelta cerca de mi cama. Había llegado el gran día. Me acerqué con cuidado y tomé la pequeña nota que colgaba de ella, tenía escrita la letra "L" en un rojo escarlata. Desaté el nudo y abrí la tapa con precaución, encontré un largo y acampanado vestido antiguo con un oscuro antifaz a su lado. Supuse que Levi quería que lo usara esa noche. ¿Acaso estaría planeando una mascarada? Me probé el vestido para ver si las zapatillas que Celine me había dado antes de irse podrían pasar desapercibidas. Levi solo nos dejaba usar incómodos zapatos con los cuales, de ser necesario, no podría correr, pero para mi suerte el vestido llegaba hasta el piso. Respiré profundo y alisé los abultados pliegues de satín, su color rojo oscuro me recordaba a las copas de vino que la Manada solía tomar por las noches, rojas como la sangre. Traté de borrar aquella imagen de mi cabeza mientras observaba mi oscuro reflejo en el espejo. Las horas parecían haberse detenido, no había visto a Leda en todo el día ni tampoco al Cazador, me estaba volviendo loca, por lo que traté de distraerme con algo. Le pedí a Mihai que me enseñara a disparar, aquello lo sorprendió un poco, ya que siempre me había mostrado reticente hacia las armas. Mihai tenía una excelente puntería, siempre daba en el blanco, y con su cabello rapado y aquel atuendo casi podía pasar por un verdadero soldado. Mientras me enseñaba, no dejaba de hablar sobre los escuadrones de fusilamiento de la SS. Él sentía fascinación por la ultra derecha, pero por razones obvias, trataba de mantenerlo oculto de las personas fuera de la Manada. Karl apareció caminando hacia nosotros con aire soberbio. "¿Acaso este nazi te está molestando?", preguntó socarronamente, "Podría volarle los sesos...", añadió con una sonrisa cínica mientras le apuntaba con un arma. En sus manos traía el Lupin. Al ver aquello, Mihai se puso en posición. "¡¿Qué demonios estás haciendo, Karl?! ¡¿Acaso vas a dispararme?!" bramó y luego lo miró como si fuese un insecto y dijo: "No lo creo... tu puntería apesta". "Tienes razón, hermanito, tú eres mejor que yo en esto...", rio Karl bajando su arma. "Probablemente, me envenenarías como a ese maldito perro..., cobarde", murmuró dándole la espalda. De pronto la cabeza de la estatua que estaba a su lado voló en mil pedazos, yo pegué un salto y me tapé los oídos. Mihai giró rápidamente, su cara estaba contraída por la sorpresa. "Lo siento, creí ver a un judío", ironizó su hermano. La pelea terminó tan pronto apareció Yuri, quien lo desarmó con un rápido movimiento. Dimitri llegó segundos después para arrastrarlo hacia el interior de la casa. La rivalidad entre Karl y Mihai siempre había estado latente, era como si el mundo fuese demasiado pequeño para los dos. Mihai era leal y obediente a la Manada, posiblemente ocuparía el lugar de Yuri algún día. Él nunca había tomado en serio a su hermano menor y creía que el uso de la fuerza lo corregiría, al igual que lo creía su padre. En cuanto a Karl, a él no le importaba nada ni nadie y meterse con las personas era la única manera que tenía de sentir cierto control. La presencia de su hermano mayor siempre lo había irritado, probablemente debido a los celos. Las ocasiones en que sus peleas se habían vuelto algo físico, Karl siempre salía perdiendo, y a él no le gustaba perder. Eso sumado al favoritísimo de sus padres y del resto de la Manada, no hacía más que aumentar su odio hacia Mihai.
El antiguo reloj de la entrada dio las ocho, yo me acomodé entre todas las enaguas de mi incómodo vestido y me puse el suave antifaz. Respiré profundo y bajé las escaleras. El tocadiscos giraba mientras reproducía una dramática pieza de música clásica que inundaba el salón. El ambiente no parecía ser muy festivo, encontré a Crina tratando de consolar a Katia, que lloraba por alguna razón. Sentada sobre su vestido verde oscuro brillante, se secó rápidamente las lágrimas con una servilleta y luego se colocó un antifaz dorado decorado con una pluma. Su padre parecía de mal humor, cuando no estaba borracho se convertía en un hombre mal educado y de pocas pulgas. Se tocaba la sien con los dedos mientras se quejaba en rumano de los lloriqueos de su hija. La familia Balan apareció minutos después. Jenica lucía un vestido de color rosa muy ajustado a la cintura y una máscara con una delicada flor en un extremo, mientras que sus dos hijos y su esposo traían trajes similares entre sí, con botones en la parte delantera y una larga cola detrás. Dimitri llevaba un antifaz con una larga nariz, Mihai lucía uno metálico que le cubría uno de los ojos. Los Balan parecían estar de mejor humor, Karl se acercó y me susurró un rápido "Feliz cumpleaños" detrás de su máscara de arlequín. Yuri apareció momentos después, haciendo sonar sus pesadas botas. Cuando lo vi, me recordó al Fantasma de la Ópera con la mitad de su cara cubierta de blanco. Leda y el Cazador entraron últimos tomados del brazo. "Bienvenidos", dijo finalmente Levi alzando las manos. Busqué los ojos de Leda, aquel vestido de encaje blanco y hombros abultados la hacía lucir como un fantasma. Su rostro estaba implacable, no mostraba ningún atisbo de miedo o nerviosismo tras su delicado velo, realmente era una gran actriz. Yo, en cambio, recé para que mi máscara ocultase mi expresión aterrada. Leda pareció notarlo y me sonrió tranquilamente, lo cual me ayudó a volver a respirar con normalidad. La única criada que se encontraba en la mansión aquella noche, Marianne, trajo rodando una mesa de metal y comenzó a servir el vino y la comida. Mis ojos se posaron en aquel líquido oscuro, y cuando Ionel levantó la copa para dar el primer sorbo, mis manos comenzaron a temblar. Sentí que Karl me observaba detrás de su máscara, así que tomé la servilleta y la puse en mi regazo tratando de actuar natural.
Levi inauguró la cena con un pequeño discurso. "Mis queridos amigos, esta noche conmemoramos el paso a la adultez de nuestras queridas Leda y Agatha", comenzó a decir como si fuese un padre orgulloso. "Es una ocasión de celebración. Un momento para estrechar nuestros vínculos, aceptando nuevas responsabilidades, así como también obteniendo nuevos privilegios...". Ionel se acomodó su colorida máscara, mientras que Katia apretaba los dientes con ira. "Entonces, alcemos las copas por ellas", finalizó Levi con una gran sonrisa. "Feliz cumpleaños". Todos en la Manada comían y bebían animados, menos Katia, que parecía no tener apetito, miraba con odio a mi hermana mientras tomaba su segunda copa de vino. Me pregunté cuándo comenzaría a hacer efecto la belladona, la copa de Leda y la mía no habían bajado su contenido y esperaba que nadie se hubiese dado cuenta. Era una suerte que a Levi le encantase tanto hablar, relataba animadamente sobre la celebración de los quince años, costumbre que provenía de las grandes civilizaciones precolombinas. Ionel, que ya se encontraba borracho, soltaba comentarios, impresionado. Dimitri admiraba a Katia desde la distancia, deseándola. Recuerdo que Celine dijo una vez haberlos visto muy cercanos, al parecer ambos tenían una aventura, pero el corazón de Katia siempre había pertenecido a Levi.
Mihai y yo estábamos cerca de la chimenea, a él no le importaba si yo lo escuchaba o no, ya que continuaba hablando sobre la necesidad de las tropas alemanas del Heer de tener un fusil semiautomático tan eficaz como el Lupin, el cual se encontraba colgado sobre nosotros. Afortunadamente, Yuri se acercó para relevarme en la conversación y ambos comenzaron a debatir sobre algo que no logré escuchar. Miré el reloj y vi que habían pasado cuarenta minutos desde que comenzaron a beber, algo andaba mal. ¿Por qué tardaba tanto en hacer efecto? Me escabullí para hablar con Leda, pero el arlequín se interpuso en mi camino, levantó su máscara dejando a la vista el enorme bulto violáceo que ahora tenía por ojo. "Hermanos, ¿verdad?", dijo señalando el golpe. "No puedes vivir sin ellos...", añadió, con un suspiro fingido. Mientras observaba a Mihai en la distancia, me confesó que había encontrado su escondite secreto, en donde tenía fotografías de cuerpos famélicos a causa de la guerra. "Debería haberlo acabado cuando tuve la oportunidad", sostuvo negando con la cabeza. Luego se acercó y murmuró en mi oído mientras señalaba el Lupin: "Todavía queda medio cartucho...". Me dedicó una mirada cómplice y me guiñó el ojo. Levi atrajo la atención de todos, en sus manos traía dos pequeñas cajas atadas con elegantes moños. "Es hora de los regalos", dijo mientras una sonrisa de satisfacción se formaba en su rostro. Abrí el mío y al principio no entendí lo que estaba viendo. Tomé algo similar a una pequeña herradura, su forma era como el símbolo que estaba en la iglesia, el mismo que Levi tenía en su anillo. "¡No!", gritó Leda en cuanto lo vio. No comprendía lo que estaba pasando hasta que Yuri y Dimitri tomaron mis brazos y me depositaban en uno de los sillones. "¡Suéltala!", ordenó mi hermana en vano. "Leda, ¿por qué estás haciendo tanto escándalo?", preguntó el Cazador. Ella no dejaba de forcejear con Mihai. Katia se adelantó dos pasos y le dio una bofetada, el rostro de mi hermana se tornó rojo. "¡Es suficiente!", bramó Levi. "Es un gran honor recibir la marca", le dijo Katia, ofendida. "Si todavía no lo sabes, no estoy segura de que puedas formar parte de esta familia". Dicho aquello, se alejó molesta hacia un rincón cerca de ventana. Mientras aullaba que me soltasen, Levi tomó la pequeña herradura y se acercó a la chimenea. "Verás, Agatha, mentiría si dijera que no me encontraba algo escéptico con tenerte aquí...", comenzó a decir él mientras encastraba la pequeña herradura al extremo de un atizador. "Siempre fuiste demasiado rebelde", sostuvo mientras las sombras producidas por el fuego se proyectaban en él, dándole un aspecto diabólico. "Pero luego pensé que quizá había sido mi culpa por malcriarte demasiado. Así que no quise ser injusto, lo único que necesitas es enderezar un poco el carácter", metió el atizador en el fuego y comenzó a rotarlo mientras el hierro se tornaba incandescente. Las ramificaciones de su máscara ondeaban similares a las llamas del infierno. Todo mi cuerpo estaba agarrotado por el miedo, mientras balbuceaba intentando que entrara en razón. La Manada estaba quieta. Mi hermana, en cambio, gritaba y se retorcía. "Por favor, Leda, no seas tan escandalosa" la regañó Ionel. "El sufrimiento es parte de nosotros, nos hace más fuertes", afirmó Dimitri desabotonando los botones de mi vestido. Mis ojos no se despegaban del atizador mientras el Cazador comenzaba a acercarse a mí lentamente. "¿Sabes por qué esta noche llevas puesto uno de estos?", preguntó tocando su antifaz con los guantes negros. Se detuvo frente a mí con el metal incandescente en alto. "Las personas suelen ocultar su verdadero ser, pero nuestra familia abraza todas nuestras caras, el dolor y el placer, todo lo que nos hace humanos. Finalmente, podemos dejar de fingir ser alguien que nunca fuimos...", dijo quitándose el antifaz. El resto de la Manada lo imitó. Luego, con un rápido movimiento, fundió el atizador contra mi piel. Mi grito de dolor quedó ahogado bajo la presión del calor abrazador contra mi costilla. "¡Quien lleva la marca, está purificado!", exclamó. "¡Quien lleva la marca, está purificado!", repitió la Manada. El dolor era agudo e imposible de explicar, cuando el olor de mi propia carne quemada llegó a mi nariz, me desmayé. Desperté minutos después mientras Leda me aplicaba paños de agua, me abrió la boca e insertó una pastilla que me hizo atragantar. "Es para el dolor", dijo. Mi vista borrosa comenzó a enfocarse lentamente, junto con los otros sentidos que despertaban de a poco. Mis ojos se detuvieron en Ionel, quien se había quedado dormido con la boca abierta y la cara completamente roja por el alcohol. "Ella estará bien, no te preocupes", dijo Levi dirigiéndose a mi hermana. Cuando lo vi acercarse, temí que me quemara nuevamente, pero él no venía por mí. En cambio, tomó las manos de mi hermana y depositó en ellas el regalo que nunca había llegado a abrir. Un anillo oscuro con un gran rubí resplandeciente en el centro. "Ese anillo ha estado en mi familia por mucho tiempo...", comenzó a decir, el rostro de Katia estaba tan desconcertado que quedó con la mandíbula abierta. "...Ha sido un símbolo de devoción y compromiso que ha pasado de generación en generación", continuó Levi. A mi mente le costaba procesar la información, el intenso dolor impedía que me diese cuenta de lo que estaba ocurriendo. "Y esta noche quiero entregárselo a mi futura esposa", tomó el anillo y lo colocó en su dedo anular. Solo cuando vi a mi hermana parada con su vestido blanco y llevando el oscuro rubí en su dedo, comprendí lo que él estaba diciendo. "Considéralo un regalo de bodas", añadió sonriendo. A continuación se desató el caos.
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El Lobo está viniendo
Mystery / ThrillerSaga "El Lobo" Libro 1 "El Lobo está viniendo" La fina línea que separa la realidad de la fantasía se vuelve borrosa cuando Rachel, una chica de diecisiete años, comienza a convencerse cada vez más de que su hermano pequeño morirá antes de su próxim...