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      La última hora de clase del jueves parecía haberse congelado en el tiempo, casi podía jurar que las agujas del reloj no se habían movido desde la última vez que había posado sus ojos en ellas. Su concentración había ido menguando a lo largo de la mañana, a medida que su cerebro la ametrallaba con preguntas sin respuesta. Definitivamente, había dejado de prestar atención a la clase, mientras escribía dos listas: una blanca y otra negra. En la lista blanca había anotado las cosas que debía hacer, como ayudar a Winona con Edgard o encargarse de conseguir adornos para la fiesta en el Milk. Por otro lado, en la lista negra había anotado cosas que debía investigar, en otras palabras, todo lo que se refería a la maldición y a los diarios. Antes de tener que esconder la lista en su bolsillo, bajo la mirada molesta de la profesora, recordó que ese era el día en que Daniel debía revelarle algo importante sobre Edgard. Por lo que agregó el nombre de Daniel en letras mayúsculas, al final de la lista, pero como no había decidido si iría todavía, añadió un signo de pregunta a su lado.

...

Finalmente aquella tortuosa y larga mañana se había acabado. Rachel y Winona caminaban por el pasillo del instituto.
—Estaba pensando que quizá podrías dejarme hacer el trabajo de física con Eddie. Él todavía no sabe que eres su compañera, ¡por favor! De esa manera no será tan raro que pase por su casa.
Aquel día Edgard tampoco había aparecido y Rachel, al igual que él había hecho con ella, le llevaría los deberes al salir del instituto. A último momento le pareció una buena idea que Winona la acompañara, así comenzaría a poner en acción su plan para acercarlos.
—¿Pero Sarah no es tu compañera? —preguntó frunciendo el ceño.
—Sí... —respondió decepcionada.
Rachel suspiró, y aunque aquello no le gustara para nada, añadió:
—Está bien, está bien..., si logras que acceda a hacer el trabajo conmigo, cambiaremos de compañeros.
—¡¿De verdad?! ¡Eres la mejor! —Winona comenzó a dar saltitos, emocionada.— ¡Vuelvo enseguida! Creo que vi a Sarah en el piso de arriba.
Mientras guardaba sus cosas en el casillero, Daniel apareció nuevamente y le entregó un papel.
—Todavía no sé por qué no tengo tu número de teléfono —se quejó suspirando—. Te enviaría los mejores memes.
—Debe ser por eso —dijo mientras tomaba el papel—. ¿Qué es esto?
—Mi dirección —le respondió como si fuese algo obvio—. Vendrás, ¿verdad?
Rachel se dio vuelta y lo increpó.
—¿Por qué no me dices lo que sea que tengas que decirme ahora?
—Creo que ya tuvimos esta conversación... —estableció Daniel—. ¿Nunca has escuchado que "las paredes tienen oídos"?
—Suenas paranoico —dijo revoleando los ojos—. ¿A quién le importaría lo que hablemos?
En ese momento, Sarah y dos chicas más aparecieron caminando por el pasillo. Pudo percibir el microsegundo en que su mirada se posó sobre ellos y que rápidamente intentó disimular.
—¿Ves? —dijo él—. Eso demuestra mi punto.
Rachel se quitó su largo suéter mientras continuaba negándose a ir a su casa.
—Si tienes algo para decirme, puedes solo...
—¿Qué es esto...?
Daniel se agachó y recogió un pedazo de papel que al parecer se había caído de su bolsillo, pero en vez de entregárselo, comenzó a leerlo.
—¡Hey! —exclamó ella tratando de quitárselo de las manos—. ¿No sabes que es grosero leer cosas ajenas?
—No si mi nombre aparece en una... "lista negra".
Su rostro demostró desconcierto y Rachel aprovechó el momento para arrebatarle el papel.
—Son solo cosas que debo hacer —explicó molesta.
—Entonces, ¿vendrás? —preguntó el muchacho sonriendo triunfal.
La joven sostuvo su mirada por un momento y luego añadió con mala gana:
—Más te vale no hacerme perder el tiempo.
—Lo prometo —dijo él acomodando la chaqueta azul que hacía resaltar su piel bronceada.
Daniel le dedicó una última sonrisa y se despidió. Cuando se dirigía hacia la salida se volteó por un momento y mientras caminaba hacia atrás le gritó en el pasillo vacío:
—¡¿Te he dicho que te ves bonita hoy?!

El Lobo está viniendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora