52

86 23 3
                                    

No fue difícil conseguir el número de Violet.
Se encontraban en la sala de los Anderson, Abigail había ido al hospital a visitar a Maggie y Sam se encontraba dibujando tranquilo en su habitación, por lo que la casa se encontraba demasiado tranquila.
—¿Quieres que hable con ella? —ofreció Lonnie.
Rachel negó con la cabeza.
—Lo haré yo.
Marcó el número y esperó.
Su corazón se aceleraba a medida que el tono de marcado resonaba en su oído.
—¿Quién es y qué es lo que quiere? —preguntó alguien de manera abrupta desde el otro lado.
En ese momento se le olvidó lo que había ensayado en su mente.
—Hola, yo...
—¿Cómo consiguió este número? —volvió a increpar la voz.
Se percató de que tenía un leve acento.
—Soy Rachel... Anderson.
Se hizo un breve silencio y luego escuchó que hablaban en otro idioma.
—¿Violet...? —preguntó.
No, Helenka era quien había atendido, pero luego de unos segundos, escuchó una voz ronca.
—¿Rachel...? —preguntó Violet arrastrando su nombre.
—Sí —dijo poniendo el altavoz para que las demás pudiesen oír—. Sé que mi llamado es algo... inusual, pero realmente tenía hablar con usted. Necesitaba hacerle algunas preguntas.
Casi podía sentir la incomodidad de la mujer.
—Por supuesto, es lo menos que puedo hacer.
Las manos de Rachel comenzaron a sudar.
—¿Cómo lo has... estado sobrellevando? —le preguntó Violet tratando de encontrar las palabras correctas—. Lamento no haberte contactado antes, creí que sería la última persona con la que querrías hablar.
Ella no estaba demasiado errada.
—Estoy bien —contestó—. Solo que intento darle algo más de sentido a todo lo que ha pasado.
—Puedes preguntarme lo que quieras —indicó ella—. Espero poder ayudarte en algo.
Creyó que tal vez la mujer se pondría a la defensiva, pero en cambio, parecía percibir cierta culpabilidad en su voz.
Intentó tragar saliva, pero el nudo en su garganta pareció suspenderse a mitad de camino.
—¿Podría decirme si su hijo estaba involucrado en alguna clase de...?
Se atragantó antes de terminar la pregunta.
—¿Secta?
—Sí...
Ella suspiró.
—No eres la primera que me lo pregunta.
Luego hizo una larga pausa, pensativa.
—Edgard es un muchacho escéptico, nunca ha creído en nada —estableció—. Pero puedo decirte que desde hacía un tiempo lo percibía algo inquieto, como si estuviese buscando la oportunidad para hacer algo.
—¿Algo cómo qué?
—Siempre ha sido un muchachito extraño, pero a medida que pasaron los años, comenzó a volverse algo obsesivo. Le interesaba la anatomía y se volcó a la taxidermia, por lo que siempre se la pasaba encerrado en el sótano o deambulando en el bosque.
—¿Entonces todos aquellos animales...?
—Eran sus "obras de arte" —reveló—. Siempre me han gustado los animales y yo no sabía cómo debía sentirme al respecto, pero él siempre ha tenido aquella curiosidad... casi felina, podría decirse. Y pensé que tal vez...
No terminó la frase.
—Debí haberlo sabido. Todas las señales estaban ahí... —dijo repentinamente—. Y como todo felino, no pudo reprimir su instinto por demasiado tiempo.
—¿Usted sabía que él era capaz de hacer algo así?
—¡Por supuesto que no! —exclamó la mujer poniéndose a la defensiva—. Era tan solo un presentimiento, una sensación. Traté de apartarla de mi cabeza, pues él era tan solo un muchacho, pero aquel sentimiento nunca desapareció —estableció seria—. Es por eso que estoy segura que nadie lo obligó a hacerlo, algunas personas son solo... malvadas.
Rachel se quedó en silencio.
—Siento mucho por todo lo que has tenido que pasar. He estado pensándolo por algún tiempo y creo que debo asumir mi responsabilidad en este asunto, ya que de algún modo soy tan responsable como mi hijo.
—¿Por qué lo dice?
—Nunca fui una buena madre para él, nuestra relación siempre fue fría y distante. La verdadera razón por la cual decidí adoptar un niño fue porque no quería morir sola. No fue el amor lo que me impulsó a hacerlo, sino la desesperación.
Las cejas de Lonnie se arquearon hacia arriba, Rachel casi pudo leer su pensamiento.
"Vaya madre...".
—Cuando conocí a Eddie, inmediatamente me di cuenta que era diferente a otros niños. Era muy inteligente y correcto para su edad, pero también muy ambicioso. Creí notar un potencial en él y pensé que ambos podríamos salir ganando si lo adoptaba —estableció—. Pero verás, Rachel, Edgard se sentía como un extraño para mí, como mi propia familia lo fue alguna vez —reveló la mujer—. Nunca pude amarlo y creo que él lo sabía.
Se preguntó si Eddie la odiaría, ya que al igual que su madre biológica, ella tampoco lo había querido.
—No entiendo por qué me está contando todo esto —indicó Rachel, sintiendo que aquello no la llevaba a ninguna parte.
—Una noche tuvimos una gran pelea, faltaban algunas cosas de valor de mi caja fuerte y supe que había sido Eddie —relató Violet—. Mis palabras fueron crueles y él se fue de casa, esa fue la misma noche en que...
Su voz penetrante se detuvo.
Como lo había creído, ella se sentía culpable, y había aprovechado el momento para confesarle sus pecados.
—¿Qué fue lo que faltaba en la caja fuerte? —preguntó.
—Algo de dinero y algunos objetos de un valor sentimental —indicó Violet.
Oyó una voz suave que llamaba a la anciana del otro lado del auricular.
—Es hora de tomar mis medicamentos... ¿Puedo responderte algo más?
Lo meditó por un segundo.
—¿Sabe dónde Eddie podría estar escondiéndose?
—No, lo siento —se disculpó ella—. Pero estoy segura de que no se ha fugado con los otros como dicen. Ya te había dicho que no creo en las casualidades.
—¿Piensa que podría estar escondiéndose en el bosque?
—Es probable, le encantaba ese lugar. Pero esté donde esté, no creo que haya ido muy lejos.

El Lobo está viniendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora