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Había estado empeñada en recordar todo lo que había sucedido aquella noche, por lo que todos los días escribía en un anotador las cosas de las que sí podía acordarse. Al principio eran pocas palabras que parecían no tener sentido, como por ejemplo "agua" o "navaja ", pero luego se fueron convirtiendo en oraciones enteras: "Él tiró su navaja al agua". Y así, aquellas oraciones fueron convirtiéndose en párrafos, y los párrafos finalmente en hojas completas. En poco tiempo logró recordar casi todo.
—Mamá, quiero ver a Sam... y a Gemma —pidió esa misma noche—. Debe sentirse sola en casa.
Había visto a su hermano solamente dos veces en todo el tiempo que había estado ingresada en el hospital, y en ambas ocasiones lo había notado demasiado extraño y callado. Ambos habían pasado por traumas, y aunque Sam parecía no reaccionar ante las situaciones de su alrededor, supuso que aquella noche se quedaría con él para siempre, al igual que lo haría con ella. Él se había escapado de la casa nuevamente, aunque su padre había jurado que la puerta estaba trabada. Se dirigió al mirador como lo hacía cuando era pequeño y Gemma fue tras él. Desafortunadamente para Sam, y afortunadamente para ella, se cruzaron con Eddie. Gemma comenzó a atacarlo y él la lastimó, pero gracias a ello, el niño no resultó herido y el maldito tuvo que escapar antes de que su perra lo destrozara. Tenía tantas ganas de verla, que ya no podía esperar más. Abbie se encontraba arreglando la cama, le había traído ropa limpia y algunas cosas que le había pedido.
—Bueno... irás a casa en unos días y vas a enterarte de todas formas —soltó con un suspiro.
Rachel sintió una mezcla de miedo e irritación.
—¿Qué es lo que no me has dicho ahora?
—¿Por qué no mejor te sientas?
Ella no se movió, nadie parecía querer decirle nada. ¿Acaso no se daban cuenta de que eso le hacía peor? Abbie comenzó a refregarse las manos, nerviosa, y supo que aquello era grave.
—¿Qué ha pasado? ¿Gemma está bien? —preguntó acelerada.
Su cuerpo había comenzado a temblar, quizá sí debería haberse sentado.
—No la hemos hallado todavía... —confesó su madre con los ojos húmedos—. Pero sabemos que luchó contra él, esa es la única razón por la que tú y tu hermano están aquí hoy.
Sus piernas flaquearon y se desplomó sobre el suelo, su madre la rodeó en brazos y la acunó como si fuese un bebé. Cada corte, cada golpe le dolían, pero aquello no era nada comparado a todo el dolor que debería cargar por el resto de sus días.


...

Lonnie llevó consigo un móvil al día siguiente, pero ella se encontraba desolada, quebrada. No sentía deseos de ver a nadie, así que les pidió a sus amigas que la dejasen sola. Tomó el móvil y comenzó a buscar cualquier tipo de información que la ayudase a entender. Debía ser rápida, su madre vendría a verla en una hora junto con la abogada que habían contratado. Ella les hablaría del juicio que se realizaría en contra del Edgard en los meses siguientes y los guiaría a lo largo del proceso. La noticia del asesinato de Maddie y su propio ataque habían ocasionado una gran conmoción en el pueblo. Encontró una nota que hablaba sobre una protesta que se había producido con el fin de pedir justicia por Maddie, Daniel y para ella misma, a la cual todos sus compañeros de instituto habían asistido. Sus dedos se movían rápidamente saltando de sitio en sitio. Encontró un artículo de hacía algunos días atrás, titulado: "Tres semanas sin Daniel". En el cual la mujer que había visto en el parque, tan pulcra y educada, ahora sostenía con el rostro ojeroso y sin vida, una gran fotografía de su hijo desparecido. Los medios establecían que: "...Edgard Reid, ahora apodado "El Hada de los dientes" o "El monstruo de la sonrisa", debido a que padecía una extraña anomalía dental, se ha declarado culpable por el asesinato de Madison Clark y el brutal ataque contra Rachel Lily Anderson. Pero no ha realizado ninguna declaración respecto a la desaparición y posible asesinato de Daniel Davis". Rachel continuó leyendo. La teoría en que se basaba la desaparición de Daniel se veía bifurcada entre dos caminos distintos. La primera, sostenía que Daniel había vuelto a su casa luego de discutir con Sarah, y cuando se hallaba caminando por el bosque, se habría encontrado con Edgard, con quien habría sostenido algún tipo de altercado que podría haber culminado en su asesinato. La segunda teoría, consistía en que se habría dirigido hacia la casa del asesino en busca de pistas que comprueben que era él quien lo había estaba acosando. Ambas teorías afirmaban un encuentro y una pelea en el bosque, debido a que el ADN de ambos se había encontrado en el lugar. Los medios hacían hincapié en la importancia de las primeras setenta y dos horas para encontrar a una persona con vida y ya habían pasado tres semanas y media sin encontrar a Daniel, por lo que ahora la policía parecía buscar su cadáver. Aquello la hizo sentir mareada. "Lo siento, Daniel...". Sus pensamientos la condenaban, recordándole todas las veces en las que no lo había escuchado. Se preguntó qué hubiera sucedido si aquella noche hubiesen ido a la policía como él le había insistido. Volvió a ver la fotografía de su madre. El rostro de Andrea era el resultado de quién todavía padece el calvario de la búsqueda. Tuvo que dejar de leer por algunos minutos, no podía dejar de pensar en Daniel, e intentaba todo lo que podía en no pensar en Maddie. Así que tipeó la palabra "Gemma", junto a su propio nombre. Abrió el primer link que apareció en su buscador.

"... gracias a las personas del hospital que atendieron las heridas de Edgard se pudo determinar lo que pasó cuando la mascota de la familia Anderson, Gemma, apareció en el bosque. Ella se encontraba siguiendo al hermano pequeño de la joven, Samuel Anderson, quien padece un autismo severo. Todavía no estamos seguros si fue el olor de la sangre que atrajo al animal pero podemos constatar por las palabras de Reid, que Gemma lo atacó ni bien lo vio, aquello le provocó la pérdida de dos dedos y la desfiguración de una parte de su rostro. Reid afirmó haberla apuñalado un par de veces, por lo que probablemente ella se haya alejado para morir. Suponemos que quizá algún animal carroñero podría haberse llevado su cadáver y ese podría ser el motivo por el cual la policía aún no la ha encontrado".

Se hizo un ovillo entre las sábanas blancas que olían a desinfectante mientras intentaba en vano controlar sus lágrimas.

...

Cuando la abogada llegó, tenía la mirada perdida en la ventana, sabía que la mujer estaba hablando pero no la oía realmente.
—¿Has escuchado eso Rachel? —indicó su padre con alivio.
La joven todavía seguía desconectada.
—Será juzgado como un adulto —repitió su madre con una sonrisa.
El rostro de la abogada era de satisfacción.
—Eso significa que las penas serán mayores y que el juicio será ante un jurado, y no solamente delante de un juez —estableció tomando su maletín.
—Oh... —fue lo único que dijo, y luego volvió a mirar a la ventana mientras los tres seguían hablando.
—Están realizándole pruebas psiquiátricas mientras hablamos —continuaba la diciendo la mujer—. Si Reid alega demencia, lo cual es muy probable, significaría que aún es responsable de sus actos, pero su responsabilidad sería reducida.
Sus padres la observaron preocupada.
—¿Eso qué quiere decir? —preguntó Shin.
Ella se cruzó de piernas.
—Significaría que el abogado defensor trataría de plantear la duda acerca de si el Sr. Reid era consciente o no a la hora de llevar a cabo sus crímenes.
—Sí lo era —soltó Rachel de pronto.
Su madre la miró con tristeza y apoyó la mano en su pierna. Luego de que la abogada se marchara, la doctora Peyton pasó para monitorearla.
—Hola, preciosa. ¿Cómo te sientes hoy?
Solía decirle "preciosa" seguido, con una gran y simpática sonrisa, probablemente para que ella no se sintiera mal por su terrible aspecto. La doctora era una mujer bajita y corpulenta, ella había sido quien la había "traído de vuelta" y la visitaba regularmente una vez al día. Le había tomado algo de cariño.
—Estoy bien —contestó—. ¿Cómo estás tú?
—¡Viviendo el sueño! —exclamó guiñándole un ojo.
Siempre andaba acelerada y de buen humor.
—Veamos cómo sigue todo... —comenzó a decir mientras retiraba la venda que tenía en su omóplato—. Así que..., ¿verás a Isabella mañana?
Solía charlar cuando la revisaba. Isabella era la psicóloga que le había recomendado a sus padres para ayudar a Rachel a "sobrellevar las cosas", si aquello era posible de alguna manera.
—Sí —dijo—. Aunque ni siquiera sé qué voy a decirle...
La mujer le sonrió.
—Estoy segura que se te va a ocurrir algo —sostuvo ella mientras veía la herida cerca de su cintura—. Oh..., este trabajo es perfecto, tendrás que recomendarme a tu doctora.
Rachel había tenido que pasar por dos cirugías por aquella herida, pero finalmente había comenzado a mejorar.
—Tu cuerpo está sanando maravillosamente —le informó mientras volvía a tapar la herida, pero luego miró su cara y frunció el ceño—. ¿Qué me dices de tu ojo?
La primera palabra que había salido de su boca al hablar con su madre, había sido "milagro". Que ella haya vuelto a la vida sin ninguna secuela física o mental era realmente un milagro. Y a pesar de haber recibido más de diez cortes en todo su cuerpo, de tener un pulmón perforado, de haber tenido que recibir dos transfusiones y pasar por tres cirugías, su cuerpo se estaba regenerando a una velocidad que continuaba sorprendiendo a todos. Pero con su ojo derecho había sido algo diferente, a veces sentía un fuerte dolor y estaba lleno de vasos rotos, lo cual le daban una horrible apariencia.
—Creo que está mejorando —contestó, hacía un par de días que ya no le dolía.
—Eso es bueno —sostuvo la doctora alumbrándolo con una pequeña luz—. Aunque debo decirte que todavía me tiene desconcertada, así que te daré unos nuevos antibióticos.
Aquellas semanas en el hospital había tenido que tragar miles de pastillas diariamente, las cuales siempre se le quedaban atoradas en la garganta. Cuando ella se fue, Rachel chequeó su aspecto frente al espejo. El lado derecho de su cara ya no se encontraba inflamado, pero todavía seguía de un color violeta verdoso. Su ojo era lo más desagradable a la vista. Habían pasado varios días sin que pudiese mirarse al espejo, ya que el ver sus propias heridas le recordaban al rostro de Maddie. No había podido asistir a su funeral, y de alguna manera extraña, a veces intentaba convencerse a sí misma que todavía se encontraba en Nueva York.
—Vendrá en primavera... —musitó al espejo.
Miró su muñeca, en la cual solía estar la pulsera que le había regalado, pero allí no había nada. Los policías se lo habían llevado como evidencia junto con todo lo demás que llevaba puesto aquel día, inclusive su collar. El padre de Maddie, quien la conocía desde que era una niña, había ido a verla hacia unos días, pero ella había fingido dormir. No podía hablar con él, y mucho menos verlo a la cara, ya que si lo hacía todo se volvería real. La pérdida sería real.
Tapó el horrible rostro que le devolvía la mirada desde el espejo. Se sentía tan culpable por estar viva... 

El Lobo está viniendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora