(El Lobo, segunda Parte)

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La muchacha de cabellos dorados atravesaba las salas del hospital a toda velocidad. Un rápido movimiento de su parte evitó el choque contra una mujer que la miró indignada.
—¡No puedes correr aquí! —le gritó.
Pero Lonnie ni siquiera se volteó. Divisó a Ava en la habitación contigua en brazos de Maggie, tenía los ojos húmedos y rojos.
—¿¡Qué ha pasado!? —exclamó agitada—. ¿Dónde está Rachel? ¿Está bien?
Ella y Vynx, quien también estaba allí, pálida como un papel, se acercaron inmediatamente.
—No estamos seguras —dijo la colorada, casi en un susurro.
—Su madre llamó a Maggie y dijo que se encuentra internada —informó Ava sorbiendo por la nariz.
—Alguien la ha atacado —reveló Vynx.
Lonnie la miró sin poder creerlo, apenas la noche anterior la había dejado sana y salva en la puerta de su casa.
—¿Pero qué...? ¿Quién? —balbuceó.
—Hay algo más... —comenzó a decir Ava mientras las lágrimas caían por sus mejillas— Maddie está muerta.

...

Había transcurrido una hora desde que Lonnie arribó al hospital, pero todavía seguían conmocionadas. Maggie se había ido a rezar a la capilla de la iglesia, mientras las tres esperaban que alguien se acercase a brindarles información. No habían visto a los padres de Rachel todavía y la espera comenzaba a carcomer su paciencia. Caminaba de un lado para el otro cuando Lynn, la madrastra de Vynx, atravesó la puerta vestida con su uniforme azul marino. Ella trabajaba como enfermera en el hospital, y faltaban tan solo algunas horas para que su turno comenzara, cuando Vynx recibió el llamado de Ava ese mismo día.
—Bueno... —comenzó a decir la mujer en tono claro y pausado—. Rachel fue ingresada ayer por la madrugada, había perdido demasiada sangre y tuvo que recibir dos transfusiones. Ahora se encuentra en cirugía. Ella...
Hizo una pequeña pausa tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—¿Ella qué? —apremió bruscamente Lonnie.
Lynn la miró a los ojos.
—Cuando la encontraron en el bosque, su corazón acababa de detenerse —dijo la mujer—. Tuvieron que reanimarla por varios minutos.
El grupo enmudeció. ¿Cómo había podido pasar todo esto cuando apenas ayer por la noche se encontraban juntas mirando las estrellas? No podía entenderlo. Se le había encogido el estómago y comenzaba a sentirse enferma.
—¿Se va a recuperar? —preguntó Ava lloriqueando.
Lynn le dirigió una sonrisa comprensiva.
—Debemos esperar para saberlo..., las mantendré informadas —indicó en voz baja—. No se preocupen, está en buenas manos.
Le agradecieron el gesto, ya que solo brindaban información a la familia directa del paciente. Luego ella desapareció para volver a sus tareas.
—Necesito salir de aquí... —dijo Lonnie sintiendo que iba a volverse loca si pasaba dos segundos más en aquella estúpida sala de espera.
Ninguna se lo impidió. Cada una parecía procesarlo a su manera, Ava lloraba, Vynx callaba y Maggie rezaba. Pero Lonnie debía calmar el fuego que llevaba dentro, aquel que amenazaba arrasar con todo a su paso en cualquier instante. Salió fuera del hospital y sacó un cigarrillo. Le temblaban las manos.
Intentó prenderlo una, dos, tres veces, pero el maldito se había quedado sin gas. O tal vez era ella que ni siquiera podía controlar sus propias manos. Lo tiró bruscamente al suelo. Respiraba agitada, intentando retener aquellas lágrimas llenas de ira.
—¿Necesitas fuego?
Un joven muchacho con una cámara colgada del cuello le ofrecía un encendedor rojo.
—Gracias... —masculló secamente.
—No hay problema —señaló él.
Ambos comenzaron a fumar en silencio. Daba profundas bocanadas de humo, como si quisiese convertir su cuerpo en el mismísimo infierno. El lugar estaba demasiado vacío, solo se encontraban algunas patrullas de policía estacionadas.
—¿Vienes a visitar a alguien? —preguntó el muchacho que ya comenzaba a tener entradas en su cabeza.
No tenía ganas de hablar. ¿Acaso no se daba cuenta?
—Algo así —dijo cortante.
El hombre pareció notar que no estaba de ánimos.
—Lo lamento, no quería ser irrespetuoso —se disculpó él.
Lonnie aspiró profundamente y luego expulsó el humo por la nariz.
—Está bien... ¿Y tú? ¿Por qué estás aquí? —preguntó para distraerse.
Él dio una rápida pitada a su cigarrillo.
—Soy periodista —indicó levantando su cámara—. Estoy cubriendo una historia.
Se giró de inmediato.
—¿Qué historia? —interrogó sintiendo que su corazón comenzaba a intensificar sus contracciones.
—El asesinato de una joven..., tal vez dos, aún no lo sé —dijo como si nada—. ¡Es una locura! Han traído al asesino al mismo hospital que el de su víctima. ¿No es eso irónico?
Sus ojos se abrieron de par en par. Ese era el motivo de las patrullas de policía, quien quiera que fuese la persona que había atacado a Rachel, se encontraba en aquel mismo hospital recibiendo ayuda. El hombre chequeó su móvil y lanzó el cigarrillo sin molestarse en pisarlo con su zapato, algo estaba pasando. Tomó su cámara y salió corriendo hacia la derecha pasando rápidamente frente a ella. No fue necesario tirar su propio cigarrillo, ya que se le cayó cuando se lanzó tras él. Bordearon la entrada y se detuvieron ante un grupo pequeño de periodistas y curiosos que se habían apiñado ante una salida secundaria del hospital. Una patrulla se acercó a toda velocidad y con una rápida maniobra estacionó a tan solo unos metros de ella. La puerta del lugar se abrió de golpe y dos policías salieron arrastrando a un joven delgado y encorvado. Iba esposado y su cara había sido cubierta con una chaqueta. El grupo de periodistas se abalanzó hacia delante mientras hacían ráfagas de fotos y gritaban preguntas al aire.
—¡¿Usted asesinó a Madison Clark, Sr. Reid?!
—¡¿Por qué lo hiciste, Eddie?!
—¡¿Tenías una obsesión con Rachel?!
—¡¿Estabas drogado?!
—¡Asesino!
Escuchar el nombre de Rachel fue como si alguien le diera un golpe en el estómago. Rápidamente metieron al encapuchado en la parte de atrás de la patrulla y cerraron la puerta. Los periodistas cercaron el vehículo mientras continuaban gritando todos a la vez. En ese instante la chaqueta del joven cayó y dejó ver su rostro lleno de golpes, arañazos y vendas. Lonnie lo contempló en medio de la multitud. No se escondía, observaba a todos como si se sintiese orgulloso, como si quisiera que recordasen su rostro. Conocía aquella mirada, una mirada sin remordimientos, vacía. Sus ojos oscuros se pasearon por el montón y se detuvieron en ella. Luego, le sonrió. Con una boca llena de dientes filosos. En ese momento, la patrulla arrancó dejando atrás a la muchedumbre que ya había duplicado su tamaño. Los periodistas volvieron a moverse en manada y esta vez cercaron al jefe de la policía que comenzó a contestar sus preguntas con voz alta y segura.
—Hemos arrestado a Edgard Reid ayer por la madrugada en el bosque de Blackwood —relataba—. Ha sido gracias a un esfuerzo en equipo y a la rápida acción policiaca.
Lonnie reconoció aquella voz, su tono grave y arrogante. Era su padre. Se sintió enferma al verlo, intentaba ocultar aquella sonrisita de satisfacción ante las cámaras pero las comisuras de sus labios constantemente se deslizaban hacia arriba. No le importaba que aquella hubiese sido una tragedia, nunca le había importado nadie más que él mismo. Podía fingir ante los demás, pero ella lo conocía muy bien y sabía que solo estaba allí alimentando su propio ego. Los ojos del jefe de policía se deslizaron entre la multitud y se sintieron atraídos por aquella melena dorada que desaparecía a la vuelta de la esquina.

...

—¡Debo verlo! —exclamaba desesperado Shin, tratando de soltarse de los brazos de su amigo y compañero, James Mathew.
—No. Necesitas estar aquí para tu familia —le recordó James, interponiéndose en su camino.
—¡Él atacó a mi hija!
Ava y Vynx los observaban desde sus asientos en la misma sala de espera. El padre de Rachel había aparecido hacía unos cinco minutos y estaba empeñado en buscar al agresor de su hija, quien al parecer estaba ingresado en ese mismo hospital. Su rostro lucía agotado, tenía grandes y oscuras ojeras por no haber dormido y su ropa se encontraba arrugada y sudorosa.
—No puedo creer que él esté aquí... —decía Ava negando con la cabeza.
Observaba cómo el hombre calvo hacía sentar a Shin y le alcanzaba algo de beber.
—Debería ser ilegal —añadió.
Vynx había estado callada y ensimismada desde que habían arribado al hospital.
—¿En qué estás pensando?
La joven colorada la miró con aquellos ojos perspicaces y analíticos.
—Toda este tiempo creíamos que Sam iba a morir —comenzó a decir ella—. Pero en cambio...
—¡Ni siquiera lo digas! —la regañó tratando de no levantar la voz—. No quiero escucharlo.
Ella no insistió.
—Solo creo que es extraño... —musitó casi para sus adentros.
Lonnie apareció a los pocos minutos aún más alterada que antes.
—¡Acabo de verlo!
Las expresiones de sus amigas eran interrogativas.
—¡Al maldito! Acabo de verlo —volvió a repetir escupiendo las palabras—. Se lo han llevado en una patrulla.
Ava se sintió aliviada, quién sabía que hubiese pasado si lo cruzaban por los corredores.
—¿Lo reconociste? —preguntó Vynx—. Nadie nos ha dicho quién es.
Vio el rostro de Lonnie contraerse de ira.
—Fue Eddie —soltó asqueada.
No podía creerlo. Lo había visto ayer por la noche hablando con Rachel, y a pesar de no haber conversado con él, le había parecido una persona agradable. Hasta le había ofrecido lugar en el depósito para guardar sus cosas.
—¿Cómo ha podido hacerle eso? —comenzó a decir volviendo a lagrimear.
Pero nadie lo sabía.
—Debimos... —comenzó a decir Lonnie negando con la cabeza—. Debimos haber hecho algo...
—No lo sabíamos —indicó Vynx pensativa.
—¿Podemos, por favor, irnos de aquí? —pidió Ava.
La sala de estar se encontraba abarrotada. Parientes y amigos de la familia Anderson se habían acercado hasta el hospital, todos parecían preocupados y a la espera de noticias sobre Rachel. Decidieron ir a la pequeña capilla. El lugar era pequeño y su techo abovedado, estaba alumbrado por velas y decorado con flores nuevas. Maggie se encontraba sentada en uno de los bancos más cercanos al altar y Abbie se encontraba junto a ella. Se sentaron a tan solo unos bancos de distancia, pero aun así pudieron escuchar su conversación. La voz de Abbie se quebraba constantemente mientras hablaba y lloraba a la vez, tenía un pañuelo en su mano y miraba en dirección al altar.
—Todavía no he podido verla —decía mientras limpiaba su nariz—. No sé en qué estaba pensando al dejarla ir sola...
—No ha sido culpa tuya —la consolaba Maggie rodeándola con sus brazos—. A veces Dios nos pone a prueba, pero debemos permanecer fuertes.
Ella parecía no escucharla, probablemente estaría bajo los efectos de algún tipo de calmante.
—Él apuñaló a mi niña una y otra vez... —decía errática—. Y luego la dejó sola en el bosque para que muera.
Aquella visión de su amiga hizo que Ava se acurrucara sobre Lonnie. Apoyó la cabeza sobre su hombro y cerró los ojos.
—Abbie, tu hija está luchando —escuchó decir a Maggie—. Y es una chica fuerte, encontrará su camino...

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