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—¡Necesitamos salir de aquí! —gritaba Ava en la habitación oscura—. ¡Nos está llevando una por una!
Ray había regresado y se había llevado consigo a Lonnie hacía unos cinco minutos.
Vynx estaba en silencio, mientras analizaba las posibilidades que tenían de poder escapar.
—¿Vynx...? ¡Por favor, habla!
El miedo de Ava no la dejaba pensar.
—Estoy aquí —le dijo finalmente.
—¡¿Qué podemos hacer?!
—Estoy pensando.
Luego de unos segundos en silencio, Ava volvió a hablar.
—Me duelen las muñecas...
Ella también sentía el ardor en su piel cortajeada, pero trató de enfocarse.
—Debemos tratar de derribar la puerta —propuso—. Pero debemos hacerlo al mismo tiempo.
Se acercó y comenzó a palparla.
Era lo primero que habían intentado hacer cuando las encerraron, pero estaban tan asustadas que su método había sido torpe y sin pensarlo detenidamente.
—Se abre hacia fuera y estoy segura de que solo tiene un cerrojo —sostuvo ella—. Deberíamos poder hacerlo.
—¡No! Él va a escucharnos, o aún peor... Eddie lo hará.
Ella tenía razón, las escucharían, pero asustarla aún más no serviría de nada.
—Podemos hacerlo Ava —le dijo con convicción, aunque en su interior no estaba tan segura—. Pero necesito tu ayuda.
Vynx podía imaginar su aterrada expresión en aquel momento.
—Está bien... lo intentaremos.

...

Bonnie y Daniel, así le dijo que se llamaba, habían salido del sótano cuando de pronto escucharon que alguien se acercaba. Inmediatamente se escondieron detrás de una pila de cajas.
La niña se asomó de su escondite y pudo reconocer a Lonnie, quien era llevada a la fuerza por un hombre vestido de policía.
Una vez que desaparecieron, se dirigió hacia Daniel.
—¡Esa era Lonnie! ¡Tenemos que ayudarla!
—Primero debemos salir de aquí —indicó el muchacho, quien todavía parecía no haber recuperado del todo sus fuerzas—. Luego llamaremos a la policía, ellos vendrán a ayudarla...
—¡No! ¡Debemos ayudarla ahora! —apremió.
—¡Shhh! —intentó calmarla Daniel—. Van a escucharnos.
Se quedaron en silencio, al parecer nadie los había oído. El muchacho se había recostado sobre una de las cajas y su rostro reflejaba convicción.
—Escucha, niña —comenzó a decirle—. No tenemos idea de cuántos son, y yo estoy demasiado débil para derribarlo, debemos irnos. Buscaremos ayuda.
Bonnibel lo miró indignada.
—Tu vete si quieres...
Antes de que él pudiese decir algo, ella salió de su escondite y se dirigió hacia el pasillo por donde ellos habían desaparecido.
—¡Espera!
Pero era demasiado tarde.

...

Observaba a la mujer, quien parecía resignada, pero intentaba esconderlo tras aquella expresión soberbia.
—Luces sorprendida —le dijo Eddie.
—¿Eres Agatha...? —inquirió—. No lo entiendo...
Él señaló la copa.
—Bebe —le ordenó nuevamente—. No te lo pediré de nuevo.
Los ojos de la muchacha se clavaron en aquel líquido espeso.
—No tiene veneno —informó la anciana.
—¿Y tú cómo lo sabes? —le preguntó Eddie.
Ella no le contestó.
—Tiene razón, no es veneno —confirmó él finalmente—. Sino algo mucho más divertido.
Le apuntó con el Lupin a la cabeza.
Ella levantó la copa, y se bebió todo el contenido.
El gusto a vino le resecó la lengua.
—Bien —dijo el muchacho volviendo a su asiento.
El cuerpo del oficial Martínez comenzó a sacudirse y terminó inmóvil sobre la mesa.
Había muerto.
Tenía los ojos semiabiertos y por su boca corría un hilo de sangre.
Rachel llegó a leer su nombre grabado en la placa.
Era Ethan.
—El Lilim comenzará a hacer efecto en algunos minutos. Nada de lo que veas u oigas será real, así que intenta concentrarte y relaja tu respiración —le dijo la mujer apresuradamente.
Rachel la observó desconfiada.
—Mi madre siempre arruina toda la diversión —indicó él de manera burlona—. Pero deberías hacerle caso, ya que ella fue quién la inventó.
Aquello ni siquiera llegó a sorprenderla, su corazón latía a mil por hora y no podía procesar la información.
Intentó hacerle caso y concentrarse en su respiración.
—Mientras esperamos... ¿Qué les parece si charlamos un poco?
Sus ojos negros la recorrían, voraces.
Ninguna dijo palabra.
Sabía que necesitaba todo el tiempo que pudiera conseguir, así tal vez, las demás encontrarían la manera de escapar y ayudarla.
Debía seguirle el juego.
—¿Cómo es posible que seas Agatha? —preguntó—. Agatha es la abuela de Bonnie, mi abuela la conocía, todo el pueblo la conoce... hasta hemos encontrado los diarios de cuándo ella era joven en su ático.
—Querrás decir mis diarios —corrigió la anciana.
—Es bastante divertido a decir verdad... —comenzó a decir Eddie mientras admiraba el Lupin—. Leda tomó la identidad de su hermana y ni siquiera lo recuerda. La culpa realmente la volvió loca...
—¿Así que has sido tu quien los escribió? —volvió a preguntar sin salir de su asombro—. ¿Y por qué los tenía ella?
—Luego de que escapé a América, mi hermana vino a buscarme. Solo nos vimos una vez, Leda apareció en mi hogar, pero yo la eché a la calle. Fue probablemente en ese momento que los tomó —explicó—. Ella estaba confundida y errática... temía que pudiese encontrarme de nuevo, así que me mudé y cambie mi identidad a la de Violet.
El cerebro de Rachel trabajaba sin cesar, utilizando toda su capacidad cognitiva para encontrar la manera más eficaz de quitarle a Eddie el Lupin, mientras trataba de comprender qué demonios era lo que decía Violet, Agatha... o quien sea que fuera.
Eddie parecía disfrutar de la situación.
—¿Cómo es que ella sobrevivió al Lobo? Creímos que la había asesinado —sostuvo Rachel.
La mujer sonrió amargamente.
—Siempre supe que no había muerto en aquel lugar... —estableció sombría—. Yo todavía... la sentía —sus ojos mostraron cierta tristeza—. Y también sentí como su alma se oscurecía cuando hizo un pacto con la Oscuridad. Esa es la única razón por la que sobrevivió.
La imagen de Leda toda cubierta de sangre volvió a aparecer ante sus ojos.
—¿Un pacto...?
La anciana pareció sumergirse en algún recuerdo, su mirada era lejana.
—Ella se ofreció a hacer lo que Levi no fue capaz... —dijo apesadumbrada—. Le prometió que encontraría la manera de hacerlo regresar, y esta vez, sería la definitiva.
—¿Cómo puedes estar segura de eso?
—Creo que lo sabes... —expresó suspicaz—. Mi madre nos enseñó a ambas a tirar las cartas, pero a mí se me daba mejor.
En ese momento comenzó a sentir una sensación familiar, la droga no tardaría mucho más en hacer efecto.
Miró hacia arriba y se percató del atrapasueños que colgaba sobre su cabeza.
¿Acaso siempre había estado ahí...?
Entonces las piezas comenzaron a encajar.
Ese era el motivo por el que Agatha estaba rodeada de ellos. Ella quería olvidarse de las pesadillas, olvidarse de todo... hasta de quién era realmente.
Cuando observó de nuevo hacia arriba, el atrapasueños había desaparecido.
—Tú eres la verdadera Agatha... —musitó sin poder creerlo.
Ella asintió.
—Aunque lo sea, eso no quiere decir que sea una buena mujer —estableció Eddie, casi escupiendo las palabras—. Abandonó a su propia hermana a su suerte, y luego, cuando ella regresó confundida y asustada, volvió a darle la espalda.
Aquello pareció afectar a la mujer, sus ojos se habían vuelto vidriosos y evitaba su mirada.
—Tenía miedo... y estaba avergonzada. Creí que sentiría alivio si nunca más volvía a verla.
Eddie volteó los ojos.
—¡Cuánta tragedia... !—ironizó—. No sirves como hermana, ni como madre... ¡Ni siquiera como una maldita cocinera de drogas!
Comenzó a reír salvajemente y aquello dejó a la vista sus horribles dientes.
—Solo puedo decir... que la única buena decisión que has tomado, ha sido mudarnos a Blackwood —señaló.
—¿Por qué? —preguntó Rachel—. ¿Por qué han venido aquí?
Agatha escondía algo y Eddie pareció notarlo.
—Creo que... está teniendo un cambio de corazón —aventuró de manera burlona—. ¿Me equivoco...? Quieres reunirte nuevamente con tu hermanita, pero no sabías cómo acercarte a ella. Es por eso que comenzaste por la niña, llenándola de regalos... querías comprar su amor.
—Ella se sentía tan sola... —añadió Agatha en un tono casi imperceptible.
Se dio cuenta que se estaba refiriendo a Bonnie.
En ese momento todos los objetos que Rachel y sus amigas habían recibido, aparecieron sobre la mesa. El huevo y el vestido estaban allí, las máscaras y también las tallas de madera.
—Los regalos... —balbuceó Rachel.
—Descubrí a mi madre haciendo las tallas y aquello me dio una idea —indico Eddie—. Ya que al parecer, no supiste apreciar mis otros obsequios...
—¿El huevo y el vestido...?
Él asintió.
—Nunca podía llamar realmente tu atención... pero cuando dejé el cordero en tu escritorio, finalmente reaccionaste —estableció pensativo—. Lucías tan asustada...
Sonrió.
Rachel tomó, embobada, la talla de conejo entre sus manos.
—Las máscaras fueron un pequeño y colorido detalle para la fiesta —añadió él alegre—. No soy tan hábil como Leda, pero creo que me salieron muy bien. ¿No lo crees?
En ese momento, los elementos de la mesa desaparecieron, incluso el que ella creía tener en la mano.
—No luces muy bien, pequeño cordero—comentó malicioso—. Me pregunto si tal vez debería ser un mejor anfitrión y llevarles una copa a tus amiguitas del bosque...
—¡Déjalas en paz! —gritó poniéndose de pie.
En ese momento la anciana comenzó a reír estruendosamente.
—¡¿Qué demonios te parece tan gracioso?!
—¡Eres un tonto! Ella no es un cordero —expresó riendo burlona—. Ahora lo veo... ella siempre ha sido un Lobo. Un Lobo con piel de cordero.
Casi pudo oír los dientes de Eddie rechinar de ira.
—Sí... podría decirse que tenemos varios animales esperando su turno en el matadero —añadió con odio—. Es una lástima que el pequeño conejito no pudiese venir a jugar, ¿verdad...?
Agatha dejó de reír y él se dirigió a Rachel.
—No sabes mi sorpresa cuando supe que la nieta de Leda había sido quien descubrió mi escondite —sostuvo—. Así que decidí esperar cerca de su casa, para recuperar aquello que me pertenece.
Sus ojos oscuros se posaron en su cuello.
—Mira, madre, lo que por tanto tiempo has esperado encontrar —dijo en dirección a Agatha.
Con un movimiento de su arma, obligó a la joven a entregar su collar.
—Ha estado frente a tu nariz todo este tiempo...
La anciana lo observaba como si estuviese hipnotizada.
Rachel suspiró, impotente, apartando la mirada de aquellas asquerosas manos que le arrebataban lo único que tal vez pudiese ayudarla. Sus ojos se posaron en los labios de Ethan, que se movían como si estuviesen pronunciando algo, pero él estaba muerto y ella lo sabía. Debería luchar contra los efectos del Lilim si quería salir viva de allí.
—¿Dónde está el otro collar? —dijo intentando concentrarse en la conversación—. ¿Cómo lo conseguiste?
—Mi madre lo tenía en su caja fuerte, junto a esto —indicó señalando el Lupin—. ¿Crees que se deba a una insana fijación con Levi...? Después de todo, siempre ha tenido un pésimo gusto en cuanto a hombres.
Aquello lo hizo reír.
—Todo este tiempo... —murmuró Rachel sacudiendo la cabeza—. ¿Pero cómo...? Leda dijo que lo había escondido en un lugar seguro, pero nunca supimos dónde.
En ese momento fue Agatha quien habló.
—Lo guardó en mi mochila —dijo melancólica—. Ella confiaba en mi...
Lágrimas comenzaron a bajar por sus mejillas.
—Lamento haberla abandonado... ¿Podrías decírselo? —pidió. Parecía ida, probablemente a causa del Lilim—. Y lamento que El Lobo se haya cobrado la vida de Rea, solo porque Leda no cumplió su promesa.
Rachel la observaba sin decir palabra.
—Ninguna de las dos escapamos realmente de la Oscuridad... ella siempre estuvo allí, cada día de nuestras vidas, para recordárnoslo —continuó diciendo—. Pero Bonnie... ella es inocente, debes protegerla.
Pudo notar la expresión de Eddie, parecía odiar el hecho de que su madre mostrara afecto por alguien más.
—¿Acaso lo hiciste apropósito...? —le preguntó él, desconfiado—. Primero intentas acercarte con regalos, pero luego la espantas... ¿Lo hiciste para que yo no pueda encontrarla?
Ella no le contestó. Así que la tomó de la barbilla, levantándola, para que lo vea a los ojos.
Mimi comenzó a gruñir.
—¿Qué es lo que sigue? ¿Eh? —la increpó haciéndola retroceder—. Tu nunca has sentido amor por nadie excepto por ti misma... Y ahora, repentinamente, quieres a una niña que no has visto nunca. ¡Al igual que a esta estúpida perra!
El oído de Rachel comenzó a agudizarse otra vez, o quizá eran las alucinaciones, no estaba segura. Podía oír unos fuertes golpes...uno, dos, tres. Y luego, a la distancia, oyó un largo aullido.
—Bonnie no merece morir como su madre... No dejaré que pase de nuevo —la mujer clavó sus ojos en los de Eddie—. No vas a tocarla.
Él la había arrinconado sobre un gran ventanal.
—¿Y supongo que vas a cuidarla...? —la increpó—. ¿Acaso vas a enseñarle el negocio familiar?
Soltó una risa irónica.
Rachel observaba como sus facciones iban cambiando a medida que se acercaba más y más a su madre. Su rostro comenzó a distorsionarse, los ojos se volvían cada vez más oscuros y su boca ahora tenía el doble de su tamaño. Se encorvó sobre la mujer como si estuviese a punto de saltar sobre ella, mientras Mimi no dejaba de ladrar en sus brazos.
—Tú alma está tan podrida como la mía... —gruñía Eddie con cada paso—. Y El Lobo está viniendo a reclamarla.
Agatha ya no podía retroceder más.
Se lanzó sobre ella con un salto animal, mientras Rachel aprovechaba el momento y se echaba a correr, dando tumbos hacia la salida.
Un disparo resonó en el matadero.

...

Lonnie se encontraba en una silla.
Su padre la había llevado a una sala aislada, probablemente para ejecutarla.
No lloraba ni pataleaba, tampoco le rogaba. Se sentía como si estuviese en medio del mar y una ola gigante estuviese a punto de tragarla, el impacto era inminente y ella solo se encontraba allí, esperándolo.
Miraba a los ojos a su padre, sosteniendo su mirada.
El orgullo era lo último que perdería.
Ray le apuntaba con un arma.
Pero en ese momento hizo algo que la desconcertó, se prendió un cigarrillo en vez de dispararle.
—¿Quieres uno? —le ofreció.
Se acercó y le entregó el que estaba fumando, Lonnie lo tomó en un acto reflejo y luego Ray encendió otro.
Su padre aspiró una larga bocanada de humo que luego comenzó a soltar lentamente.
—¿Trabajas para ellos? —preguntó Lonnie tratando de distraerlo.
Aspiró el humo del tabaco que le pasó raspando la garganta como si fuesen pedazos de vidrio. Su padre la miró dubitativo, como si no quisiese revelar información. Pero luego de un instante, pareció darse cuenta que ella ya no implicaba una amenaza.
—La mujer creó una nueva droga —le informó mientras miraba su cigarrillo—. Yo solo vengo a confiscarle el negocio.
—¿Tú fuiste quien liberó a Eddie?
El hombre se acercó unos pasos.
—Sí, hicimos un trato —indicó sin inmutarse.
Su padre solía fumar demasiado rápido, tres o cuatro pitadas le bastaban para consumirlo.
—Él no va a dejarte vivir... —le dijo ella refiriéndose a Eddie.
Aquello lo hizo sonreír.
—¿Y quién dijo que yo iba a dejarlo a él? —retrucó—. Conoce la fórmula, así que no puedo arriesgarme.
—¿Y luego qué? ¿Vas a entregársela a Doc como el buen perro que eres?
Pareció sorprenderse por un segundo cuando ella lo mencionó.
—¿Eso es lo que piensas? —inquirió él con una mirada peculiar.
En ese momento lo comprendió.
Sacarlo de la cárcel había sido tan solo parte de su plan. Ray probablemente lo mataría luego de que él asesinase las demás, intentaría incriminarlo por las muertes y luego se llevaría la fórmula. No pensaba entregársela a Doc, probablemente huiría con ella o tal vez hubiese arreglado con alguien que le había ofrecido más dinero. Su padre nunca había acatado órdenes de nadie, él jugaba a su propio juego y bajo sus propias condiciones. Su madre probablemente tuviese razón y finalmente él la abandonaría para viajar a algún país lejano en donde nadie pudiese encontrarlo.
Sus ojos se posaron sobre el cigarrillo que estaba a punto de extinguirse.
"¡No! ¡Necesito más tiempo!".
El hombre tiró la colilla y volvió a apuntarle.
—Bueno... se acabó la charla.
—¡Espera!
Sus brazos se levantaron de manera inconscientemente.
En ese momento un disparo se escuchó en el aire, pero no había sido Ray, sino que había resonado en alguna parte de la planta alta.
Aquello pareció distraerlo por un segundo y desvió su mirada al techo. Lonnie estaba por tirársele encima, cuando un muchacho apareció de la nada y se abalanzó tacleando a su padre. Aquello lo hizo trastabillar y ambos cayeron al suelo, provocando que el arma saliera despedida hacia una esquina de la habitación.
El hombre grande y corpulento lo inmovilizó debajo de su cuerpo y comenzó a darle puñetazos en el rostro. Lonnie se lanzó en busca del arma mientras alcanzaba a ver otra silueta más pequeña que se colgaba de su espalda.
Era Bonnie.
—¡Basta! ¡Déjalo en paz!— gritaba la niña.
Pero Ray la tomó del cuello y la lanzó contra una gran maquinaria. Su cuerpo rebotó como una muñeca de trapo y luego cayó al suelo.
Las manos de Lonnie se movían sobre el pavimento, desesperadas.
De pronto la encontró.
Se acercó unos pasos y disparó. Le había dado en el omoplato. Ray pareció no sentirlo, pero luego de un momento, lo oyó quejarse. Se quitó de encima del joven, quien tenía la cara llena de sangre, y se quedó sentado a unos metros.
Ella todavía continuaba apuntándole.
—Está bien, está bien... tú ganas —musitó su padre levantando el brazo sano.
Pero Lonnie no lo escuchaba, comenzó a acercarse lentamente con los ojos clavados en los de su padre. La oscuridad que la había ido consumido durante años ahora había tomado control de su cuerpo.
—No eres más que un pedazo de mierda... —comenzó a decir mientras caminaba hacia él—. ¡Vete al infierno!
Y apretó nuevamente el gatillo. 

El Lobo está viniendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora