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            —Ya me voy. —Rachel se cruzó con su madre mientras bajaba por las escaleras.
—¿No crees que estás saliendo demasiado con este nuevo grupo de amigas? —expresó Abbie con cierta desconfianza—. Tal vez debería conocerlas primero.
Rachel no tenía tiempo para que comience a actuar como una madre preocupada precisamente en ese momento.
—Ya has conocido a Lonnie, y sabes quién es Ava —se apresuró a decir—. Es la sobrina de Maggie Jones, la dueña del Milk.
—¿La sobrina de Maggie? Oh... —repitió sorprendida—. Ella nos ha ayudado con algunos asuntos de la CNA, es una buena mujer...
—¿Lo ves? No debes preocuparte —dijo rápidamente—. Y hablando de la CNA... creo que me han dado un vestido por equivocación. Parecía muy caro y todavía tenía puesta la etiqueta.
—Pero... hemos dejado de hacer intercambios hace ya varias semanas —dijo su madre mirándola extrañada—. Probablemente sea de Maddie.

—No, no es suyo, ya le he preguntado —indicó con el ceño fruncido—. Quizá sea de algún intercambio antiguo. Es un vestido verde.
—Mmm... No lo recuerdo, pero preguntaré si alguien ha perdido uno —estableció mientras se tocaba el mentón, pensativa.
Cuando salió por la puerta de la casa, sintió la brisa fresca sobre su rostro. Se apresuró a bajar las escaleras del porche y en ese instante su teléfono comenzó a vibrar.
—¡No vas a creerlo!
—¡Maddie! ¿Por qué nunca saludas primero?
—¡Han vuelto juntos! —exclamó consternada.
—¿Quiénes?
—¡Mis padres! —Su voz sonaba más chillona que lo habitual.
—¡¿Qué?! —exclamó Rachel.
Los padres de Maddie se habían separado hacía tres años, luego de que su padre descubriera a su esposa en la cama junto a su profesor de tenis. Desde ese momento, Maddie aborrecía a su madre.
—Sabía que papá estaba actuando extraño estas últimas semanas —sostuvo exaltada—. Pensé que finalmente estaba saliendo con alguien, pero nunca creí que se tratara de ella.
Rachel se sentó cerca de su bicicleta, no le gustaba llegar tarde, pero sabía que Maddie necesitaba un oído en ese momento.
—Bueno... me habías dicho que lo veías más feliz, quizá esto sea algo bueno —aventuró cuidadosa.
—Sí, está demasiado feliz —soltó malhumorada. Luego suspiró con resignación—: Conoces a mi madre, ella solo lo hará sentir miserable, como lo ha hecho siempre conmigo. Mi vida es una tragedia...
—Deja de ser tan dramática, nadie ha muerto —le reprochó su amiga—. Quizá ha cambiado. Deberías, por lo menos, darle el beneficio de la duda.
—No lo sé... supongo que podría intentarlo —indicó sin demasiada emoción—. Vamos a salir a cenar todos juntos mañana.
—Y seguro lo pasarán de maravilla.
—¿Por qué escucho grillos? —preguntó repentinamente Maddie—. ¿En dónde estás?
—Estoy en la puerta de mi casa, estaba por salir.
—¡Oh! Está bien... De todas maneras, ya debo irme, papá y yo veremos una película y pediremos comida china.
—Quizá este podría ser un buen momento para hablarle sobre lo que estás sintiendo —le sugirió.
—¿Rachel Lily Anderson me está diciendo que hable sobre mis sentimientos? Debo estar en la dimensión desconocida —bromeó, pero luego añadió—: Trataré de seguir tu consejo y le daré a mamá el beneficio de la duda, solo por esta vez.
Se despidieron y enseguida subió a su bicicleta para aventurarse en la oscuridad de la noche. Había comprado una nueva y potente luz para su bicicleta y ahora podía ver sin problemas entre la negrura del bosque. Llevaba puestos sus auriculares, con la música a todo volumen, ya no podía oír a los grillos ni sentir el crujido que hacían los pequeños animalitos al alejarse de su paso. Tampoco escuchó aquel desgarrador chillido que resonó en el interior del bosque.

...

El Pink Palace tenía las luces encendidas y las bicicletas de sus amigas ya estaban aparcadas en la puerta. Al parecer había sido la última en llegar, por lo que se apresuró para entrar, pero en ese instante escuchó un pitido y el cielo se iluminó de colores.
—¡Sorpresa!
Cuatro chicas salieron gritando entre los árboles. Rachel casi se cae al suelo.
—¡Por poco me matan del susto! —exclamó.
Luego, cuando descubrió lo que se traían entre manos, comenzó a retroceder dudando.
—¿Qué están haciendo...?
Traían pistolas de agua. Lonnie se acercó apuntándole.
—Por favor, aléjese lentamente del vehículo y suelte la bolsa.
—¿Por qué? —preguntó todavía algo resentida con ella.
—Porque me temo que ese paquete sospechoso bien podría ser una bomba.
—Es la ropa de Ava...
—Si se resiste nos veremos obligadas a proceder —indicó todavía metida en su papel.
—¡Hey! —reprochó Ava.
Bonnie se tapaba la boca con una mano para no reírse y ocultaba la otra detrás de su cuerpo. Vynx lucía implacable como siempre, mientras sostenía su arma como si fuese un francotirador.
—¡Ok! ¡Ok! —exclamó Rachel arrojando la bolsa lejos y luego levantando las manos en el aire—. Me rindo, no hace falta que disp...
—¡Fuego!
Aquel grito de guerra la había traicionado. Las armas se dispararon rociando líquido de colores por todo su cuerpo, mientras ella, en vano, trataba de cubrirse. Bonnie se acercó corriendo y le arrojó brillantina de colores, como si fuera una pequeña hada maligna. Rachel comenzó a correr y todas fueron tras ella.
—¡Yo también quiero disparar! —gritó Bonnie mientras iba a buscar las dos armas que quedaban, luego se acercó a Rachel y le tiró una a sus pies—. ¡Ten! Puedes vengarte.
Con un par de movimientos rápidos le dio a Ava en la cara, haciendo que casi muera atragantada de la risa. Luego fue el turno de Lonnie, a quien se le había trabado la pistola. Bonnie recibió algunos disparos en el trasero mientras huía y por último Vynx, quien se había convertido en una ninja bastante difícil de atrapar, también fue alcanzada. Ella utilizaba a la oscuridad como su aliada y a los árboles para cubrirse, así que fue Lonnie quien no pudo resistirse y la emboscó lentamente por detrás.
—¡Hey! ¡Eso no vale! —gritó Vynx enojada.
Y ese fue el comienzo de todas contra todas, aunque no duró demasiado debido a que el agua con pintura se acabó pronto, pero aun así, todas terminaron sucias y cansadas tratando de recuperar el aliento, recostadas sobre el pasto.
—¡Definitivamente no me esperaba esto! —exclamó entrecortadamente Rachel, tratando de recuperar el aire.
—¡Una lucha catártica! —expresó Ava, con el cabello revuelto y un solo y despeluchado rodete que había sobrevivido—. Me siento renovada.
—"Catártica" es una sustancia que acelera la defecación. ¿Lo sabías? —informó Vynx con la cara llena de barro y pintura rosa.
En ese momento comenzó un ataque de risa masivo.
—¡¿Qué?! —exclamó sin comprender—. Es verdad.

...

Minutos después, Vynx estaba dándose un baño, pero, por supuesto, les había prohibido estrictamente ingresar a la cabaña antes de que ella saliera del agua y preparara el lugar.
—Me extrañaba que haya durado tanto tiempo en el barro —comentó Ava, mientras trataba de sacudir algo de una de sus zapatillas.
—¿Cómo hicieron para que accediera a todo esto? —preguntó Rachel.
—Usamos nuestra arma secreta —dijo Lonnie señalando a Bonnie—. Estuvo casi toda la tarde taladrándole el cerebro hasta que casi explota.
Miró a la niña, que sonreía orgullosa, dejando ver un pequeño incisivo faltante.
—Lo uso con mi abuela todo el tiempo —indicó—. Así logré que me deje unirme a los boy scouts.
—¿Boy scouts? —repitió Rachel.
—Debe ser divertido aprender todas aquellas cosas sobre la naturaleza —indicó Ava.
—¡Me encanta! —exclamó Bonnie poniéndose de pie—. Ya he hecho mi promesa y me han enseñado a hacer un saludo secreto.
Levantó su mano derecha y les mostró tres dedos cubiertos por su dedo pulgar. Al cabo de un rato, mientras hablaban sobre insignias y salidas de excursión, Vynx se asomó por la puerta.
—Puede pasar la siguiente —informó.
—¡Uau! ¡Nunca vi tantos papeles de periódicos juntos! —se escuchó decir a Bonnie cuando ingresó a la cabaña.
—Camina sobre ellos hasta llegar al lavado. Y no toques nada —se escuchó decir a la colorada.
—¡Hey, Vynx! ¿Podrías traer chocolate caliente o algo? —pidió Lonnie—. Nos estamos congelando aquí afuera.
—¡Oh, no...!
Escucharon que de pronto exclamaba Ava.
—El muchacho me dijo que salía con el agua... —se quejó mientras intentaba quitar las manchas de su pantalón vertiendo el líquido de una botella.
—¡Te dije que no saldría! —exclamó Lonnie—. Por suerte trajimos ropa vieja.
Ambas miraron a Rachel.
—¡Lo siento! Debimos avisarte... prometo hacerte un lindo conjunto —dijo rápidamente Ava.
—Está bien, ha valido la pena —sostuvo con una sonrisa.
Vynx vino unos minutos después con chocolate caliente. Ava fue la tercera en entrar al lavado, seguida de Lonnie y finalmente Rachel, quien había comenzado a tiritar por el frío. El agua estaba algo fría, aunque agradeció poder sacarse aquel pegote del cuerpo. Se puso unos pantalones y un buzo deportivo que las chicas habían traído para ella y luego salió con la toalla envuelta en la cabeza. En el centro de la mesa había un pastel celeste y rosa y el lugar estaba adornado por coloridas guirnaldas.
—¿Me hicieron un pastel? Esto es...
—¿Un poco excesivo? —preguntó la muchacha rubia.
—Lonnie y yo conseguimos las armas —explicó Bonnie—. Ava y Vynx se encargaron del pastel.
—Es la bienvenida oficial —indicó Ava—. No se puede festejar sin pastel.
Comieron y vieron una película acurrucadas en el kotatsu que habían encendido. Ninguna parecía tener sueño, así que cuando terminó decidieron salir a ver las estrellas.
—Conozco un buen lugar —dijo Lonnie.
Tomaron algunas mantas y snacks, y se dirigieron a su pequeña excursión nocturna.

El Lobo está viniendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora