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Shin llegó pasado el mediodía. Rachel ayudaba a su madre a cocinar un enorme pastel de frutillas para el cumpleaños de Sam. Estaba feliz de volver a casa, así que mientras esperaban a que se hornease, los cuatro se acomodaron sobre la alfombra mientras intentaban encontrar la pieza faltante de una aleta dorsal.
—¡Sam la ha encontrado! —exclamó Shin, riendo—. ¡Bien hecho! La estaba buscando por todas partes.
Rachel estaba impresionada, su padre lucía y hablaba de manera diferente. Y a pesar de que se alegraba por ello, no pudo evitar preguntarse si realmente le duraría. Pensándolo bien, ella también había cambiado de cierta manera, ahora se sentía mucho más ligera y toda la tensión que llevaba hacía semanas, se había disipado, por lo que estaba determinada a que esta sensación de calma continuara así.
—¡Miren! Mi parte está casi terminada —indicó orgullosa su madre, a quien se le daba bien la actividad.
Aquel momento con sus padres y su hermano le recordó a las publicidades en donde se mostraba a la típica familia feliz. ¡Era tan extraño! Que hasta el hecho de estar disfrutándolo le parecía algo irreal. Cantaron el cumpleaños feliz y luego comieron el pastel.

...

—Estoy segura de que las personasde la Iglesia estarán encantadas de participar —escuchó decir a Maggie, a quienreconoció por su voz grave—. El Sr. Rogers tiene una gran camioneta y su hijootra.
Estaba segura que se refería alhecho de ayudar a la CNA a conseguir transporte para el día de acampada que sehabía pospuesto por la lluvia. Rachel podía oír parte de la conversaciónmientras bajaba por las escaleras.
—Hola, Rei-Rei —saludó Bonnieimitando a Ava en cuanto la vio.
Ella estaba armando el últimosector del rompecabezas junto a Sam y Gemma en la sala.
—Hola, B —contestó ella imitando aLonnie.
Aquello hizo sonreír a la niña.
—Trajimos tu máscara para lafiesta. —Tomó la caja de cartón con su nombre escrito y ambas se dirigieron ala cocina.
—Ava le llevó las suyas a las demás—le informó la pequeña.
—Oh, hola, cariño —la saludó Maggieen cuanto la vio—. Agatha ha estado trabajando en ellas durante toda la semana,ni siquiera nos ha dejado verlas.
—¡Ábrela! —exclamó su madre,curiosa—. He visto los trabajos de Agatha y debo admitir que son...
Rachel extrajo de su interior unahorrible y tosca máscara de cordero.
—Únicas...
Todas se quedaron atónitas alverla.
Rachel casi entró en cortocircuitoal ver aquel animal nuevamente.
—¿Están seguras que las ha hechoAgatha? —preguntó desconfiada.
—Es un regalo por limpiar el ático—aseguró Bonnie—. Aunque es bastante fea.
Maggie trató de abordar el tema condelicadeza.
—La enfermedad de Agatha estáavanzando con rapidez —indicó—. El doctor dijo que sus habilidades podríanverse afectadas, está bien si no quieres usarla.
En ese momento pasó de sentirsedesconfiada a sentirse una desagradecida.
—Por supuesto que la usaré —añadiórápidamente sonriéndole a Bonnie.
—¿Cómo se encuentra ella? —le preguntóAbbie a Maggie.
Le hizo un gesto y entendió quedebía llevarse a Bonnie. Así que se ofreció a ayudar con la última parte delrompecabezas que estaban completando ella y su hermano. Pero cuando llegaron ala sala, ni él ni su perra se encontraban allí.
—¿Dónde está Sam? —preguntó Bonnie.
El rompecabezas estaba completo,dirigió su mirada hacia la puerta y se dio cuenta que estaba entreabierta. Enese momento oyó los ladridos de Gemma.
—¡Mamá! —gritó Rachel al mismotiempo que salía disparada hacia el exterior.
Comenzó a correr en dirección a losladridos que se perdían en el bosque. Escuchó a sus padres gritar detrás suyopero no se dio vuelta, pasó entre medio de los árboles como si fuera un rayo ylo encontró deambulando entre la vegetación, a unos cuantos metros de allí. Suspadres llegaron al poco tiempo.
—Está bien... —indicó Rachel,suspirando aliviada.
Su madre todavía se agarraba elpecho y su padre había comenzado a sudar de los nervios.
—¡Dios Mío! —exclamó Abbie,agarrándose la cabeza—. Ha empezado a hacer esto de nuevo...
Cuando Sam era pequeño, solíajuguetear con los picaportes y las llaves y había conseguido la manera de abrirlas puertas. Más de una vez, sus padres lo encontraron en el Mirador que habíaconstruido Shin. Afortunadamente, Rachel, que solía pasar horas con Maddie enaquel lugar, estaba allí las veces que sucedió. Los Anderson habían tenido queponer una traba en la puerta de entrada, y luego el niño, al darse cuenta queya no podía abrirla, dejó de interesarse por ella.
—Debemos volver a trabar la puerta—indicó su padre, preocupado—. Aunque ha crecido tanto que es posible que laalcance —añadió con el ceño fruncido.
—Es la segunda vez que se escapa enla semana —dijo su madre con un suspiro—. Creo que intenta matarme...
Se acercó a Sam, quien estabainteresado en las bifurcaciones que veía en las maderas de un árbol y comenzó aguiarlo nuevamente a casa. Gemma se movía agitada y Rachel se acercó a acariciarla.
—Gracias, chica —le susurró al oído—. No sé qué haríamos sin ti. 

El Lobo está viniendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora