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Las paredes blancas la hacían sentirse realmente incómoda, o quizá solo era el ambiente depresivo lleno de enfermedad y muerte.
Ava y Bonnie caminaban tomadas de la mano por el hospital. Maggie había llegado allí temprano y la había llamado por teléfono hacía más o menos media hora. Agatha se encontraba peor, por lo que habían ofrecido a los familiares pasar a despedirse.
Se movía con cierta inercia en las piernas, iban en silencio. Cuando su tía las divisó, se acercó a abrazarlas y luego le pidió unos minutos a solas con la niña.
Se alejó hasta un gran ventanal pero seguía observándolas desde lejos.
No supo cuándo fue que Bonnie había ganado esa altura, pero aquello la hizo pensar que su abuela no llegaría a verla crecer.
Cuando fue el momento, las tres pasaron al interior de una habitación.
Agatha se encontraba tan diferente, su rostro estaba inflamado, tenía moretones y estaba llena de tubos. Maggie se acercó y le tocó la frente con cariño, le susurró algo al oído y le besó la mano. Luego ella se acercó, pero no se le ocurrió ninguna frase que pudiera acompañarla para toda la eternidad, así que solo le dijo:
—Cuidaremos de Bonnie por ti. Te quiero.
Acarició su mejilla y luego animó a Bonnie a acercarse con una sonrisa triste.
La niña caminó lentamente observando a su abuela, pálida como la muerte. Mientras se despedía creyó escuchar algunas palabras inusuales, así que cuando salieron de terapia intensiva, se acercó y le preguntó:
—¿Qué fue lo que le dijiste a Agatha?
Bonnie la miró con sus grandes y expectantes ojos.
—Le dije que debía recordar.
—¿Recordar qué?
—Fue algo que soñé —contestó—. Una horrible araña envolvía a la abuela y no la dejaba respirar, la tenía paralizada. Pero una niña me dijo que la horrible araña se llamaba Oblivion, y que si ella podía volver a recordar, se salvaría de sus garras.
Ava le puso la mano en el hombro.
—Eso suena aterrador...
Ambas comenzaron a caminar en dirección hacia Maggie, quien se encontraba hablando con una enfermera.
—Lo fue..., no podía entender lo que la abuela me decía y luego me di cuenta de que la araña había comenzado a envolverme a mí también.
Permanecieron en el hospital por una hora más y luego la llevó a casa.
—Ava, ¿puedes guardar un secreto...?
—Por supuesto.
—He encontrado un perrito, se llama Lulú.
—¿Un perro?
Ahora entendía por qué le había preguntado aquello.
—¿Y dónde está?
Bonnie lo había dejado en su antigua casa, con mucha comida y agua.
—No puedes dejar solo a un animal por tanto tiempo, podría pasarle algo — indicó preocupada—. Iremos por él.
—¡¿De verdad?! —preguntó emocionada la niña—. Pero Maggie se enojará.
—No te preocupes, creo que podrá entenderlo esta vez — le aseguró Ava mientras subían al auto.

...

Luego de la confesión a Isabella, Rachel se sentía con fuerza para hacer aquello.
Se paró frente a la puerta y tocó tres veces.
Una mujer elegante y de cabello rubio ceniza apareció en la entrada.
—Rachel, hola —saludó sorprendida la señora Davis, la madre de Daniel.
—Hola —saludó ella avergonzada— Siento no haber llamado antes...
Ni siquiera tenía su número.
El rostro de la mujer parecía haber envejecido varios años en solo unos meses.
—Oh, no... No hay problema —dijo rápidamente—. Por favor, pasa. Me da gusto verte.
Le hizo una seña a su madre, quien se encontraba en el auto junto a Sam y ellos se fueron. Todavía insistía en llevarla a todos lados.
—¿Te gustaría un poco de chocolate caliente? —le ofreció Andrea—. Acabo de servirle un vaso a Ellie.
Asintió con la cabeza.
Se acomodaron cerca de la mesita de madera tallada.
Ella utilizó un posa vasos y aquel pequeño gesto le recordó a Daniel.
—Lamento no haber venido antes.
Sabía que Winona, Sarah y el resto de sus compañeros habían ido a mostrar su apoyo a la familia en aquel difícil momento. Pero ella ni siquiera había podido ir a presentar sus condolencias a la familia de Maddie.
—No tienes que disculparte, sé que estuviste en el hospital —dijo amable—. ¿Recibiste nuestras flores? Eran rosas amarillas.
—Sí, muchas gracias.
Se produjo un silencio incómodo, pero Andrea pareció no darse cuenta del paso del tiempo. Rachel comprendió que estaba bajo el efecto de algún tipo de calmante.
—¿Hay alguna novedad en el caso? —le preguntó para volverla a traer a la realidad.
—Todavía no —indicó con un suspiro.
Tomó un sorbo de chocolate, pero sentía la garganta seca.
—Puedo preguntar... ¿Qué sabe de la noche en la que desapareció?
La mujer levantó las comisuras de los labios en una sonrisa débil.
—Bueno... Daniel había estado muy alterado esas últimas semanas —comenzó a relatar—. Alguien había pintado nuestra entrada y luego Mimi desapareció.
Tomó un pañuelo de la caja que estaba sobre la mesita.
—Él estaba seguro de que era Edgard —estableció limpiándose la nariz—. Me dijo que creía que estaba interesado en Ellie de una manera extraña.
Rachel se humedeció los labios secos.
—Yo no lo tomé demasiado en serio, no me gusta juzgar sin tener pruebas, pero Daniel parecía estar obsesionado —dijo—. Desde el accidente de Cat, nunca volvió a ser el mismo, pero estaba recibiendo ayuda. Y cuando las cosas parecían haber comenzado a mejorar...
No pudo terminar la frase, sorbió por la nariz y luego prosiguió.
—La noche de la fiesta estaba paranoico por un muñeco que Ellie había encontrado, pero cuando intenté que habláramos, él tan solo... se fue —dijo en dirección a la puerta, como si estuviese viéndolo marcharse nuevamente— . Y jamás volvió a casa.
La joven le alcanzó un segundo pañuelo.
—Pudieron constatarlo a través las cámaras de seguridad que pusimos recientemente —estableció la mujer.
No llevaba maquillaje y sus ojos se le habían vuelto rojos.
No pudo preguntarle acerca de la sangre encontrada en el bosque, temía que le afectara demasiado.
—Él habló contigo esa noche, ¿verdad? —preguntó Andrea con ojos implorantes.
Asintió con la cabeza.
—Sí. Estaba nervioso y seguía hablando de Eddie —recordó—. Yo no quería escucharlo, así que me fui.
Aquella era la última vez que lo había visto.
La mujer lo meditó por un momento.
—Daniel es un buen chico..., pero a veces puede ser muy impulsivo —comenzó a decir—. Pienso que luego de la fiesta se dirigió a buscarlo. Una pequeña cantidad de su sangre estaba en el bosque, la policía cree que puede ser de algún corte. Pero no era demasiada como para...
Se dio cuenta que todavía tenía la esperanza de que su hijo estuviese con vida.
Necesito saber qué le pasó —suplicó—. Él simplemente... desapareció.
En ese instante Ellie entró a la habitación lloriqueando y completamente despeinada. Ni siquiera le dirigió una mirada a Rachel, sino que lloraba y se chupaba el dedo como si fuese un bebé.
Andrea la tomó en brazos y Rachel dejó que ambas se reconfortaran mutuamente.

El Lobo está viniendoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora