C A T O R C E

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—¿Y que dirán cuando vean que tengo un iris morado? Mamá dice que van a intentar raptarme para hacerme una infinidad de estudios, por eso.

Está pensativo, finalmente habla:—Creo que es mejor, pero no puedes vivir ocultándolo.

—Alexer, solo tú sabes el color de mis ojos... —hago una pausa, limpio mis mejillas con las mangas de mi sudadera. —Y tú te sorprendiste al ver que no son azules como los de mi madre, ni cafés como ella me ha obligado aparentar.

Me atrae contra su cuerpo, siento sus brazos rodear mi cintura formando un cálido abrazo. Puedo aspirar su embriagador y elegante aroma que tanto lo caracteriza.

—No pasarás por eso de nuevo. —se refiere a lo de Frelighsburg, puedo notarlo. —lo prome...

—Alexer, tú no prometes cosas. —le recuerdo en un susurro. —Y no podrás cumplirlo, ellos me van a perseguir hasta el fin de mis días porque soy la asesina.

Me veo sacando un cuchillo y clavándolo en su espalda, todo se vuelve rojo, siento que deja de respirar, es tan... Real y me da una maldita satisfacción, pero no, no lo es porque yo no quiero hacer daño, menos a él.

Sacudo la cabeza eliminando esos pensamientos trastornados no escucho lo que dice Alexer, me parece muy lejana su voz entre el trance que tuve matándolo, no me puedo imaginar yo haciendo lo que acabo de imaginar, de solo pensar...

—¿Sage, me escuchas? —pregunta mirándome como si estuviese loca, me alejo un poco del abrazo para verlo. Posiblemente estoy demasiado pálida por el pensamiento insano que tuve.

—Lo siento... estoy así por el susto. ¿Podemos irnos? —pido fijando los ojos en donde se quedaron los autos que nos perseguían.

—Sage, no eres la asesina de ese pueblo, quiero que dejes de decirlo, porque no lo eres. —habla seriamente.

—Alexer...

—Lo digo en serio, deja de hacer y decir eso.

—¿Hacer qué?

—Creer que hiciste lo que los de Frelighsburg dicen. Porque no, no lo hiciste. —bajo la mirada pero sostiene mi mentón y me obliga a mirarlo. —No eres una asesina. ¿Está bien?

—Si... —asiento aceptando sus palabras. —Esta bien, intentaré no decirlo.

Aunque sé que quizás lo soy, porque ellos lo dicen. Porque sus voces no me dejan en paz, siempre están presentes y me atormentan, sea en sueños o alucinaciones día a día. Desde que dejamos Frelighsburg es menos y más manejables los pensamientos pero siguen ahí.

Y no puedo creer ni aceptar que tengo esa especie de pensamientos matando a alguien. No sería capaz de matarlo, es... Alguien importante para mi, ni siquiera podría volver a golpearlo.

Y siento qué... algún día, haré algo malo o simplemente no seré consciente de lo que haga y tengo miedo de hacerle daño a alguien.

—¿Vienes? —su voz me tiene loca, adoro su voz y todo de él. Me doy media vuelta y lo veo ya subido a la increíble moto negra y reluciente. No sé en qué momento se alejó, debe ser cuando quedé sumida en mis pensamientos.

Observo a mi alrededor, pasa uno que otro auto por la autopista, pero se puede decir que somos los únicos parados en ella.

Me preparo para subir, el miedo nuevamente me invade, pero debo superarlo. Solo intentaban robarnos como dijo Alexer, sí, eso es. Intentaron robarnos y apareció un hombre misterioso para salvarnos.

¿Quien es él? Posiblemente un muerto, no tengo certeza de ello, pero escuché los disparos.

Termino por subir en la parte de atrás, esta vez me aferro más al cuerpo de Alexer, cierro los ojos con fuerza, él enciende la moto e intenta avanzar pero no lo hace.

—No me gusta asi. —es claro, no me ve. Suelto poco a poco mi agarre en su cuerpo y busco donde sostenerme para no incomodarlo. —Para mejor comodidad. —habla levantándose la chaqueta con todo y su camiseta, me mira por sobre su hombro esperando a que me aferre a su torso.

No lo hago, sé que solo está molestándome.

—Yo no... —me bajo y desvío la mirada de sus azules, el casco detrás llama mi atención, está puesto en la moto y no se mueve. —Alexer, tengo miedo. ¿Si vuelven? No me ayudas. ¿Por qué una moto? ¿No te gustaban los autos? —cuestiono cruzando mis brazos. Hago un mohín sin mirarlo.

—Ven aquí. —dudo pero termino avanzando a él que sin ningún esfuerzo me ayuda a subirme, esta vez frente a él, en donde es el depósito de gasolina, mis piernas quedan sobre sus muslos. —Te dejaré en casa.

—No. —niego mirando sus brillantes ojos. —No quiero ir ahí, no ahora. ¿Si?

—Bien, entonces a la casa de tu amiga.

—Tampoco, ella empezará con las preguntas.

—¿Sobre qué? —inquiere confundido.

—Sobre ti. No soy la única a la que has deslumbrado con tu presencia. —bajo la mirada, recuerdo el comportamiento de Nath cuando vió por primera vez a Alexer.

No me gusta para nada lo que hace cuando trata de él, menos sus preguntas desde que lo vió, y ahora quiero creer que solo se impresionó.

—¿Te deslumbré? —levanto la vista a él, que curvea la comisura de sus labios en una media sonrisa.

—Lo hiciste, aunque no has cambiado mucho. —sigue con su típica sonrisa de lado, la moto suena debajo de mi.

—Bien, nos vamos. ¿A donde quieres ir?

—Sorpréndeme. —apoyo mi cabeza en su hombro y paso mis brazos por sus costillas dentro de su chaqueta abierta, siento que se pone medio tenso pero al instante se relaja, enlazo mis manos sobre su espalda.

Noto que avanzamos, la velocidad sube pero no tanto como cuando nos perseguían.

Escucho su tranquila respiración, tan relajante, el viento nos golpea con fuerza, me siento segura con él, cierro los ojos disfrutando.

***

—Sage.. —abro los ojos, bajo las suaves caricias que deja en mi cabello. Ya no estamos en movimiento, levanto mi rostro de su hombro para verlo, estuve tan relajada que se puede decir que me dormí.

—¿Donde estamos? —observo mi alrededor, y yo misma me respondo a la pregunta.

Petrie Island Beach.

—No es un lago, como solíamos ir, pero apuesto a qué no has venido aquí.

Y efectivamente, si he visto pero nunca me he metido a una playa, todo porque Solange Bronova me impide ir a donde quiero.

Solo puedo ir a un radio exacto del edificio a ciertos lugares, pero nunca tan lejos de ella.

—¿Tú ya has venido aquí? —me bajo de la moto con él.

—No aquí, pero si a Bondi Beach. —esboza una sonrisa de labios cerrados.

He vivido llena de reglas, de impedimentos y llena de prejuicios.

—¿Piensas volver a Australia? —lo veo en espera de una respuesta.

Su sonrisa se borra de inmediato.

—Si es contigo, si. —una corriente atraviesa mi cuerpo. Alexer Cavalier lo provoca tan fácilmente, que me gustaría molestarme por ello, pero no puedo.

—Ya que estamos aquí.. —me ve confuso. —Vamos a nadar.

Alza las cejas con su típica sonrisa de lado.

Voy acercándome al agua, cuando estoy a unos pasos de las pequeñas olas, empiezo a quitarme la sudadera. Me giro a ver a Alexer.

—¡Alexer! ¿No vienes? —levanto la voz. Lo observo bajar ante mi llamado, avanza tranquilamente en mi dirección.

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ALEXER. CORRIGIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora