V E I N T I O C H O

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—¡Dije que no quiero berrinches! —eleva la voz evitando lo que le pregunté.

—Mamá, te he preguntado algo. —le recuerdo. Aún siento las miradas sobre mi, de algunos psicólogos en el pasillo, que se hacen los que no escuchan ni ven la escena.

Antes de que pueda protestar, toma mi mano y me obliga a seguirla hasta la sala donde supongo es la charla, ya que al entrar todos los ojos de ahí me inspeccionan como si tuviera un tercer ojo.

Observo la sala; es de paredes oscuras, en una esquina hay una máquina de café y unos croissants en bandejas sobre la mesa de manera oscura.

Los de mi edad están reunidos en un cuadrado en medio de la sala, un faro de luz alumbra en medio de todos ellos.

—Buenos días. —saluda mi madre, con un tono serio, hace un poco más fuerte su agarre en mi muñeca y me lleva hasta ellos. —Ella es su nueva compañera, Sage Bronova. Nos acompañará de ahora en adelante.

Me limito a sonreír, Perla se levanta y me abraza un tanto fuerte a mi parecer, pero no respondo.

—Bienvenida. —dicen al unísono, solo algunos, ya que en especial hay 3 más que se quedan en silencio, sin si quiera dirigirme la mirada.

—Gracias. —me deshago del agarre de mi madre y me voy a sentar en la parte donde hay más sitios libres.

Mi madre toma asiento en un sillón a la esquina del cuadrado.

—Bien, empecemos. ¿Como están? ¿Que hicieron durante el fin de semana? —frota sus manos y dirige su mirada a mi. —¿Cuales son sus avances? Recuerden que lo que se cuenta aquí, no sale de esta sala.

Varios asintieron y empiezan a hablar, algunos se limitan a oír así como yo y no decir ninguna palabra, ni opinión al respecto de sus oraciones.

—Solía cortarme las muñecas por las constantes cargas que me dieron mis padres. —una chica de menos edad que yo, de cabello castaño y ojos cafés muestra sus cortes, habla de eso sin mostrarse vulnerable, como enseñando que ya lo está superando, solo tiene cicatrices en su piel. —Y estoy feliz, creo que... Ya lo superé y las marcas sólo son un recordatorio de lo fuerte que fui y soy ahora.

Todos aplauden y me les uno.

—Felicidades, Abigail. —mi madre le alienta.

—He logrado... —se anima a hablar una chica decaída. —Contarle a mi madre, sobre mi tío, ella me apoya, pero... no parece tan convencida...

Su voz refleja el dolor y tristeza, pongo más atención a ella.

—¿Que te hizo tu tío? —pregunta una voz masculina, lleva tiempo sin hablar desde que llegué, se gana las miradas de todos, incluida yo.

—Me... —carraspea. —Intenta tocarme sin mi consentimiento, dice que es sólo una muestra de cariño.

Un nudo se instala en mi garganta, siento un pesar y bajo la mirada. Mientras ella se muestra con sus manos temblando, su voz se ha quebrado por completo.

Algo me dice que no... No ha sido solo un tocamiento, no fue solo eso, a ella... A ella la violaron. Y siento mucho pesar por ella.

—Tranquila Britney. —la tranquiliza mi madre, el chico que preguntó se limita a mirar sus manos. —¿Alguien más desea compartir algo con nosotros?

—He dejado las drogas. —nuevamente esa voz masculina provoca que más de uno levante la cabeza dándole la completa atención.

—¿Por qué te drogabas? —me atrevo a preguntar. Y todas las miradas se plantan en mi durante segundos para luego dirigirlas a él.

—Porque mi padre es un abusivo, de alguna manera... El tipo de drogas que compraba, me hacían olvidar y sentirme bien durante cierto tiempo.

—¿No has intentado algo... menos dañino? —pregunta Perla con obvia molestia de la palabra “droga”

—¿La droga puede ser más dañina que un padre abusivo? —se inclina para adelante y posa sus brazos sobre sus rodillas.

—Si, supongo que hay otras cosas menos dañinas para ese tipo de situaciones, deberías...

—Deberías déjame con mis putas soluciones, rara de mierda. —se levanta de golpe, lo cual provoca que la silla se caiga detrás de él. —¡No me dirás que hacer!

Y se retira dando un fuerte portazo, tan fuerte que resuena en la habitación, las miradas caen sobre Perla, se estremece por cómo el chico le habló.

Mi madre fue la primera en acercarse a ella, como si fuera su madre la abraza y susurra palabras de aliento, cuando es mi madre solo me trata a golpes y a ella la alienta a seguir.

Me levanto y salgo de ahí.

—Nos volvemos a ver. —levanto la mirada y me encuentro con Thomas, sonriendo levemente. Es agradable, no suelo hacer amigos pero hay quienes son como él, sociales que no les apena.

—Eso parece. —le sonrío sin mostrar mis dientes. —¿Te toca en esa sala?

Señalo detrás de mi, él niega con la cabeza.

—Vengo a buscar a la psicóloga Stewart. —comenta como si fuera un secreto.

—Oh... —muerdo el interior de mi melliza. —Puedo saber, ¿Por qué estas aquí?

Sé que no debo preguntar pero ya que estoy aquí me gustaría distraerme y Thomas, puede ser un gran amigo en mi tiempo en este centro.

—Obsesivo compulsivo. —lo veo mirar detrás de mi. —Y anorexia.

—Oh... y eso..

—Es raro, soy compulsivo con la comida, pero a la vez, la anorexia me da eso.. que me impide comer a gusto.

—Es muy contradictorio. —asiento.

—El caso... —vuelve a mirar detrás de mi, no me giro pero quiero hacerlo. —Es que mi tac me provoca comer y la anorexia me impide hacerlo.

—Piensas que estas... —no termino.

—A veces.. —responde con simpleza. —No siempre.

—Entonces, supongo que tienes que ver a tu psicóloga, ya no te quito el tiempo. —me acerco y tomo su mano en forma de despedida. —Espero verte pronto, eres muy amigable.

Se despide con un leve asentimiento y me giro en la dirección en la que Thomas miraba. Me encontré con el otro chico, ese que le gritó a Perla, el que tiene problemas con drogas.

Por unos segundos sus ojos caen sobre mi, con una mirada sin expresión pero a los segundos de inspeccionar mi presencia, su mirada sube para caer en alguien detrás de mi.

Oh... ¿Será?

Veo por sobre mi hombro, y si, a quien el chico de las drogas mira es a Thomas. Estoy a punto de volver para decirle pero una mano me toma de la muñeca.

—¿Ma...? —la palabra se queda a medias. Ahí se encuentra el rubio que me trae loca. —¿Alexer?

—Ven, no puedes estar más aquí. —me lleva directamente a la salida, lo sigo mientras sostengo su mano, algunas personas se nos quedan mirando pero eso no nos importa.

—Alexer. —toco su hombro. —¿A donde vamos?

—No puedes seguir viviendo con ella. —frunzo el ceño.

—¿Es por la bofetada?

—¿Se atrevió a golpearte? ¿De nuevo?

—Si, pero.. —nos detenemos frente a su moto. —Yo la provoqué, es que... Estaba siendo amigable y ella me arrastró.

—¿Te golpeó por alguien? —niega bufando. —Está loca, no dejaré que vivas con alguien como ella.

—No estoy entendiendo. ¿Que está pasando?

—Sage. —se gira para encararme. —Ella no es lo que aparenta, créeme.

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ALEXER. CORRIGIENDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora